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Reseña: Underwater – Un homenaje a los clásicos de terror abisal

| 10 de enero de 2020
Un entretenido thriller que combina lo mejor de los clásicos de terror submarino de los 80.

Cuando era niño, me impresionó mucho la escena de una película que vi en televisión donde un hombre estaba en el fondo del mar y unas criaturas extraterrestres llegaban a rescatarlo para llevarlo a un sitio en donde podía respirar. El hombre estaba extrañamente envuelto por un líquido rosa y se veía despistado. Dentro de la nave alienígena submarina, la civilización que lo rescata le muestran los horrores que la humanidad ha cometido. El buzo, impactado, negocia la paz entre civilizaciones y sale a flote en una enorme isla de otro mundo.

Años más tarde, tuve la oportunidad de ver la película completa y supe que se trataba de The Abyss, una película escrita y dirigida por James Cameron en 1989 que tenía por protagonistas a Ed Harris, Mary Elizabeth Mastrantonio y Michael Biehn. En México la conocimos como El Secreto del Abismo. La escena a la que me refiero no aparece sino hasta la versión de 1993, cuando Cameron consiguió volver a montar la película y añadió a la cinta original de 135 minutos, 22 minutos más, precisamente los de aquel extraño momento. Desde entonces, siento la misma curiosidad –así me gusta pensarlo– por las profundidades marinas que sienten los que miran hacia el firmamento y se apasionan por las estrellas.

¿Por qué no hemos conseguido llegar al fondo del mar y nos empeñamos en conquistar el espacio? Tal vez porque, por absurdo que parezca, el hombre no ha sido capaz de idear los medios para soportar las inclemencias que el abismo nos ofrece como única bienvenida. Entonces, ¿qué nos queda? ¿Imaginarlo como en algún momento imaginamos el alunizaje o la vida en el espacio exterior?

Así como Jules Verne escribió Un Viaje a Luna (1865) para mostrarnos el espacio, H. G Wells, fue el primero en imaginar que los extraterrestres podían vivir en el fondo del mar cuando escribió su cuento In The Abyss en 1889. Y tal vez, si H. G Wells no hubiera creado este cuento, Lovecraft jamás hubiera publicado La Llamada de Cthulhu en 1928 y la entidad cósmica con cabeza de pulpo, alas de dragón y cuerpo humanoide no viviría dormida en el fondo del mar de la ciudad perdida de R’lyeh esperando despertar del sueño que nunca fue muerte.

Sin las historias de Verne, Wells o Lovecraft, hubiera sido más difícil para directores como Cameron o Sean S. Cunningham imaginar las profundidades del mar y hubiera sido más complejo pensar la oscuridad submarina como un espejo del horror vacui del espacio. Lo infinito del más allá, se convirtió en el infinito de lo profundo y lo externo a nuestro planeta se fusionó con el miedo que causa lo más interno, lo más profundo. El vacío del espacio se desdobló, como el infinito afuera, con las presiones abismales del infinito adentro.

Los ciclos obsesivos de Hollywood

Como una industria millonaria, Hollywood obedece a un termómetro popular y así ha sido siempre. Ahora mismo, vivimos el ejemplo más claro de este fenómeno con la producción de películas de superhéroes en serie y la invención de nuevos algoritmos para predecir el éxito de producciones futuras. También, de cierta forma, los cincuenta fueron inundados con cine noir, hubo décadas aferradas a las películas de guerra y otras tantas al Western. También hubo épocas de biopics, de sexycomedias y de horror monstruoso… Los ciclos de Hollywood parecen repetirse cada cierto tiempo conviviendo con otras fiebres.

Ahora, parece que, junto a las películas de superhéroes, hay un revival de los horrores espaciales. Sea para pensar nuestro lugar en el infinito vacío (Ad Astra, High Life, Interestellar), sea para pensar el contacto alienígena (Life, Arrival, Europa Report, Prometheus), sea para reflexionar de manera torcida a la humanidad (Hard to be a God) o para revivir los momentos en donde rozamos el infinito (First Man, Apollo 11), las películas sobre nuestra relación con el universo se han multiplicado en la última década.

Así como ahora vivimos un ciclo de fascinación espacial, a finales de los años 80 y durante los 90, se puso de moda la ciencia ficción de terror submarino. Ese año, como ya mencioné, se estrenó The Abyss, pero también vimos Deepstar Six (1989) de Sean S. Cunningham, Leviathan (1989) de George P. Cosmatos (padre del director de Mandy), Lords of the Deep (1989) de Mary Ann Fisher y The Evil Below (1989) de Jean-Claude Dubois. También, años más adelante, vimos las locuras fallidas de Sphere (1998) y Deep Rising (1998).

Al igual que nosotros recordamos vívidamente estas películas en las luces calurosas del Videocentro de confianza o de los extintos Blockbusters, toda una generación de cineastas siguió soñando con horrores submarinos. Es el caso de William Eubank, un director joven y prometedor con dos intrigantes películas independientes de ciencia ficción bajo el brazo (The Signal, Love), que se aventuró a dirigir una nueva locura submarina escrita por Brian Duffield (Insurgent) y Adam Cozad (The Legend of Tarzan): Underwater. El viaje no fue sencillo y la diferencia con sus anteriores películas es notoria: Underwater costó 60 millones de dólares frente a los 4 millones que costó The Signal y los 500 mil dólares que costó la claustrofóbica Love. Así, después de tres años de intensa producción, Eubank cambió el espacio y la Tierra para llevarnos a un viaje de acción y terror hasta el fondo del océano.

Underwater 3

(Foto: 20th Century Fox)

Una declaración de amor al terror submarino de los ochenta

En Underwater, Norah (una Kristen Stewart rubia y de cabello corto) es una ingeniera mecánica que se encuentra en una estación submarina que pertenece a una empresa perforadora privada. La empresa, ambiciosa como tropo de ciencia ficción, ha conseguido descender 10 km de profundidad hasta el fondo marino, algo que nunca antes se había conseguido. Ahí en donde fallan las posibilidades científicas, siempre triunfa el capitalismo (te hablamos, Elon).

En esta base, en el fondo del mar, hay algo más que truculentas empresas e ingenieros. Desde el inicio de la película, la voz en off de la protagonista nos advierte que “cuando llevas mucho tiempo en el fondo del océano, pierdes la noción del tiempo” y es que, ¿quién decide bajar a las profundidades y dejar que el día y la noche se confundan? Sólo alguien que está huyendo de algo, aunque sea de sí mismo.

No cinco minutos de película pasan cuando sabemos que algo anda mal y que la estación corre peligro. En menos de lo que canta un gallo todo es caos y Norah tendrá que huir del lugar en compañía de un equipo comandado por Vicent Cassel y compuesto por distintos miembros de la tripulación interpretados por Jessica Henwick, T.J. Miller, John Gallagher, Jr., Gunner Wright y Mamoudou Athie, en busca de otra estación para poder volver a la superficie. ¿Qué es lo que está atacando a la estación y cómo podrán sortearlo para sobrevivir? Ahí está el meollo de un paradigma bien conocido del survival horrror.

Llegar a la siguiente estación submarina no representa, en principio, ningún problema para Norah y sus amigos expertos… Pero algo acecha en lo profundo. Ahí, en la oscuridad espectral del fondo marino, esta tripulación horrorizada deberá enfrentarse a extrañas criaturas extraterrestres que habitan las profundidades. Un personaje lo entiende, como viejo hindsight metanarrativo: “Nunca tuvimos que haber llegado tan hondo: el mar está reclamando lo que es suyo”.

Underwater no está exenta de referencias directas a la literatura y a los videojuegos, el personaje de T. J. Miller menciona las criaturas de Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino de Verne y a leyendas de creepypastas como Slenderman. Ahí tenemos también un homenaje a Alien con la encarnación de extrañas criaturas que no buscan mostrar nada a los humanos, que sólo son alienígenas carnívoros reposando, parasitariamente, sobre otros seres inmortales… Y sí, lo adivinan, la relación con los horrores cósmicos ocultos en las profundidades de H.P. Lovecraft también se manifiestan en el trepidante final.

Con todas estas referencias y la estructura evidente de una película de horror espacial, Underwater repite esquemas nostálgicos en un mundo propio: el manejo de cámara -que incluye varios acercamientos a los cascos de los buzos- combinado con la oscuridad abismal, crean una atmósfera claustrofóbica; el sonido enmudecido y las respiraciones agitadas inundan un ambiente asfixiante y el suspenso se activa entre lo que podemos ver y lo que siempre permanece invisible. Estos son mecanismos que hemos visto en muchas partes, mecanismos que reconocemos y mecanismos que, finalmente, no por ser choteados dejan de ser efectivos.

Por eso, hay que ver Underwater como una declaración de amor al cine de ciencia ficción y terror sumbarino de los años ochenta y noventa; hay que entender a Eubank como un fanático del cine que crecimos viendo; y, sobre todo, hay que recordar la importancia cultural de The Abyss, una de las películas más olvidadas de James Cameron, por las referencias evidentes en el diseño de producción y de vestuario. También, hay que pensar que pequeños gestos de guión (como la necesidad de un bufón para los chistes de alivio cómico -por supuesto, T. J. Miller-), que la fotografía y la paleta de color, y que el primero en morir sea el personaje afroamericano, son gestos referenciales.

Con todo, Underwater puede parecer iterativa y, francamente, previsible. Pero es una película que debe observarse con un ojo en el presente y otro en la nostalgia. Al igual que lo que hizo el director sueco Daniel Espinosa en Life (2017), Underwater es un homenaje vivo que sube las apuestas. Esta cinta es menos científica y más atascada que The Abyss; y es más acción y menos especulación mal formulada que Sphere. En ese sentido, es una adaptación de esos gustos para otro momento de nostalgia y una forma de revivir un cine perdido. Esta película divierte tanto, en sus suspenso trepidante, porque, en cada cosa que reconocemos, encontramos el placer de sorprendernos como los chamacos que alguna vez fuimos cuando le pedíamos todo al cine y nunca le reclamábamos nada.

Lo bueno
  • Es un homenaje muy bien pensado al cine de terror abismal de los 80
  • Por momentos te sientes en la piel de los buzos.
  • Las actuaciones no son nada despreciables.
  • La dosis de suspenso, terror y acción es adecuada.
  • Si naciste en los 80, te recuerda grandes momentos de tu infancia frente a la televisión
Lo malo
  • Si no la lees como un homenaje te puede parecer una jalada horrenda.
  • William Eubank abusa de la cámara lenta para intentar demostrar algo de acción cuando no es necesario.
  • La película es predecible de inicio a fin.
  • Los chistes pueden parecer viejos u obsoletos.
Veredicto

Underwater dialoga todo el tiempo con el terror al vacío, con el sacrificio del pasado, el presente y el futuro, y con un montón de referencias a la cultura cinematográfica de serie B y a los blockbusters que nos vieron crecer. Por eso, si quieres una buena dosis de entretenimiento nostálgico ve a verla y sorpréndete. Si no, entiende de dónde proviene este gusto por los terrores submarinos. En cualquier caso, disfruta de este cine en su justa medida como un parque de diversiones en el que recuerdas viejas referencias y te bajas ileso después de tanta adrenalina. Diversión que, a pesar de todas las intelectualidades del mundo, nunca puede ser subestimada.

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