A menudo olvidamos que la escritura no es algo natural en nosotros. Nacemos con un sistema fonador capaz de hacer todos los sonidos de todas las lenguas del mundo, incluso nacemos con cierta predisposición a aprender a hablar; pero no nacemos con nada que nos indique que aprenderemos a escribir. A lo largo de los siglos, nuestra sociedad ha hecho un esfuerzo sostenido para que la mayoría de nosotros aprendamos a leer y a escribir; más aún, el conocimiento que se considera valioso y socialmente aceptable suele aparecer escrito.
Hace tantos siglos que se llevó a cabo la revolución tecnológica de la escritura que hemos olvidado que las letras no son naturales, no son sino una invención tecnológica como cualquier otra. No obstante, esta invención cambió nuestro panorama cultural para siempre.
La tecnología de la palabra se ha convertido en la base de nuestra cultura y de nuestra memoria. Los pueblos antiguos que no tenían escritura o cuya escritura no podemos descifrar del todo nos parecen ajenos, poco sabemos de ellos y tenemos por costumbre olvidarlos. En cambio, los pueblos con una extensa escritura nos parecen los más brillantes, los fundadores de las ciencias y las artes, los artífices de la sabiduría.
La escritura tuvo un impacto tan fuerte en el horizonte cultural que sólo podemos compararlo con la revolución que ha causado internet. No todos confiaron en el nuevo invento, ni creyeron que realmente cambiaría el mundo y la manera de entenderlo. Para algunos, la escritura arruinaría a las palabras, haría más tontos a los tontos y menos listos a los inteligentes. Además, una facultad tan básica como la memoria quedaría atrofiada con la escritura. Nadie tendría que recordar nada si todo estaba escrito, de manera que se creía que con la escritura la memoria estaba condenada a desaparecer.
Uno de los antiguos que más reflexionaron sobre la tecnología de la palabra y sus consecuencias fue Platón. El filósofo griego creía que la escritura era útil para guardar y transmitir simplezas, pero era imposible que transmitiera cosas tan importantes como la verdad. En el diálogo Fedro, el filósofo pone en boca de Sócrates la historia del dios egipcio Teut, aquel que inventó los números, el cálculo, la geometría, la astronomía y la escritura. Teut se presentó al rey egipcio para mostrarle sus invenciones y explicarle el provecho de cada una. Cuando llegaron a la escritura:
“¡Oh rey!, le dijo Teut, esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener. —Ingenioso Teut, respondió el rey, el genio que inventa las artes no está en el caso que la sabiduría que aprecia las ventajas y las desventajas que deben resultar de su aplicación. Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida”, Fedro, 341.
Las críticas de Platón a la escritura nos pueden parecer irónicas porque sus diálogos han llegado a nosotros en forma escrita, pero recordemos que en la idea misma de “diálogo” hay un elemento oral ineludible. Y es que para el filósofo griego, el verdadero conocimiento sólo era transmitible de forma oral, mediante la intervención de un maestro. Si se tratara de obtener conocimiento a partir de los libros y la escritura, los discípulos correrían el riesgo de caer en el error. A un maestro se le pude preguntar, a un libro no. Además, no hay nada que impida poner por escrito cosas falsas o información incompleta.
Según Platón, la mente se atrofiaría si la escritura se extendiera por el mundo. Por un lado, nadie tendría la necesidad de ejercitar su memoria (porque toda la información estaría por escrito); y por el otro, como cualquiera podría escribir, habría muchas mentiras escritas a lo largo y ancho del mundo. Como vemos, Platón no podía prever que la escritura se convertiría en una clave fundamental para la cultura y el conocimiento de los seres humanos porque confiaba demasiado en el lenguaje oral.
Internet es la versión más reciente de las tecnologías de la palabra. Muchas de las críticas que se lanzan sobre él son prácticamente las mismas que hacía Platón sobre la escritura; que hay mucha información falsa, que atrofia la memoria y que es incapaz de expresar conocimiento importante. Probablemente podríamos extraer una lección importante de todo esto: la palabra y sus tecnologías siempre han sido un apoyo para la mente y hasta ahora ninguna ha atrofiado a la inteligencia.