Es evidente que la vida en el planeta está siendo amenazada. La manera en la que el capitalismo ha dado entrada a una sociedad llena de avaricia y que rige por encima de los intereses comunes y cómo el dinero ha hecho posible contaminar zonas naturales, talar bosques que no se reforestan y llenar el aire con emisiones que dañan la capa de ozono, nos ha dejado aparentemente sin escudo alguno frente a los intereses del famoso 1% que rige al mundo.
Stephen Hawking ha declarado ya que la única esperanza de vida futura que tenemos es explorar el universo con el objetivo de encontrar un planeta en el que el ser humano pueda adaptarse para preservar la raza humana, y en ocasiones me siento muy decepcionada de nuestra falta comunal de instinto de supervivencia porque todos estamos conectados de alguna manera y no visualizamos la cadena completa de acontecimientos que se han tenido que dar para que sigamos con vida y podamos disfrutarla. ¿No es lo mas desmotivante ver que ésta pesimista respuesta es la que nos dan los eruditos, grandes científicos y revolucionarios actuales? Ellos seguramente la catalogarían de “realista”, pero yo que me considero una romántica empedernida, no me permito creer que lo que dejaremos para las próximas generaciones es la noticia de que no van a sobrevivir a consecuencia de la vida que nos dimos gastando irresponsablemente los recursos que el mundo nos ofreció y contaminando a diestra y siniestra lo que podría haber sido nuestra mejor herencia. Sinceramente prefiero buscar opiniones científicas más esperanzadoras.
Un día, viendo uno de los programas de Real Time with Bill Maher, un programa de opinión donde se discuten temas de política, ciencia y educación, encontré la que me parece es la mejor respuesta acerca de qué hacer para mejorar la calidad de vida para nosotros y los que vienen. La respuesta me pareció suficientemente sencilla y ejecutable dadas las circunstancias.
El ambientalista Alan Weisman compartía su opinión de acuerdo a un libro que escribió al respecto que se llama Countdown: Our Last Best Hope for a Future on Earth. Este libro explica que simplemente el planeta no tiene la capacidad de producir lo suficiente para alimentar, vestir y dar vivienda a 7 mil millones de personas y se ha desencadenado en el cambio climático y el mal manejo de los recursos naturales que este planeta nos da. Simplemente somos demasiados. Solo basta visualizar que desde la caída del Imperio Romano hasta la fecha en la que Cristóbal Colón zarpó a conquistar Las Indias, tomó 1300 años tener 200 millones de personas más en el mundo y ahora nos toma tan solo 75 años alcanzar el mismo crecimiento. Los avances en medicina han incrementado la esperanza de vida considerablemente. El problema es que las costumbres sociales y religiosas no han acompañado estos descubrimientos y ahora tenemos un problema de sobre población que tenemos que atender. El hombre evolucionó de tener una vida que buscara satisfacer los intereses de Dios a tener una vida que buscara satisfacer sus intereses personales y para mí, es claro pensar que la mejor manera de seguir evolucionando como seres humanos es darnos cuenta de que en realidad debemos dedicar nuestra vida para satisfacer los intereses que persigan el bien común.
Con 7 mil millones de personas, la única esperanza de vida que podemos tener es reducir la población mundial, pero tomar medias como el impuesto que se efectúa en China sobre los segundos hijos en adelante suena muy duro para varios de nosotros y abre la puerta a otras medidas agresivas como el aborto o el abandono de bebés, así que Alan nos explica en su libro, cómo es que podemos llegar a un buen resultado de manera amigable. Su propuesta es la siguiente: educar a las mujeres. Sin duda la educación es la solución para una mejor vida para todos, pero la educación de la mujer es la que guía el bienestar familiar.

Foto: CollegeDegrees360
El libro habla de dos casos (Irán y Tailandia) en los que la educación de la mujer fue capaz de causar el mismo efecto que el impuesto en China. Sólo explicando cuánto costaba tener un hijo, cómo decrecía la calidad de vida familiar y eventualmente la calidad de vida común fueron capaces de concientizar lo suficientemente a las mujeres para decidir tener máximo dos hijos. También habla de cómo es que en Italia, uno de los países con más fieles de la religión católica, dado que rodea el Vaticano, las mujeres no tienen más de dos hijos únicamente porque cuenta con uno de los mayores índices de educación de la mujer.
Claro que una de las consecuencias más importantes será que nuestra generación tendría que ahorrar más para poder retirarnos como deseamos y nuestros hijos tendrán que poseer un nivel de educación mucho más alto que el que tenemos nosotros y ser los mejores en la industria que escojan, para poder sostenernos en nuestra edad adulta, pero ¿no vale la pena hacer el esfuerzo por permanecer con vida? ¿No podríamos por una vez reunirnos todos por el bien común?
Entiendo que los intereses políticos y económicos tienen mucho que decir al respecto, pero sospecho que también ellos podrían unirse cuando se den cuenta de que de otra manera, no habrá más pueblos que gobernar, ni bienes que comprar. Yo me uno a los esfuerzos de esta tendencia y prometo tener la fortaleza para soportar las consecuencias que traigan mis decisiones y los invito que nos unamos en esta última oportunidad que la naturaleza nos está brindando.
*Foto de portada: Hipnos