“Coca-Cola: mala para el cuerpo, buena para el alma”, es una frase que acuñé hace muchos años para explicar el gran impacto que ha tenido el refresco en la cultura mexicana, en la historia de mi familia y, sobre todo, en mí. No soy fanático de esta bebida; soy un adicto. Y como tal, a veces defiendo lo indefendible, eso que me está matando.
No soy el único mexicano que lo hace: el poder de la Coca-Cola en México es indudable. Por mucho tiempo fue el centro de mesa en donde se reunía la “gran familia mexicana”; es la dueña del agua, incluso de la que aún no cae de las nubes; es un símbolo de la democracia, porque está al alcance del rico y el pobre, contrario a la justicia en este país. Es tan grande que hasta un presidente de la compañía dirigió el país por seis años. Seis largos y locos años.
A su paso, la modernidad se inventa. “Yo estaba allí, en el año 1971, cuando el presidente Luis Echeverría Álvarez, promulgó el reparto de tierras y posterior colonización de la Selva Lacandona. Entonces se abrían caminos a machete para poder comunicar a las nuevas poblaciones y cuando se conseguía la proeza el primer camión que entraba era el de la Coca-Cola que entregaba gratis botellas a todos los vecinos”, narró el escritor maya Pancho Álvarez para el diario El Mundo en una crónica sobre el pueblo de San Juan Chamula, Chiapas.
Músicos durante una ceremonia religiosa en los Altos de Chiapas, se puede que en sus pies ya está lista la caja con “Cocas”. (Foto: Kamran on Bike)
Es con el pueblo chamula que el refresco norteamericano adquirió tintes místicos. Entre el inagotable imaginario colectivo que vive en Los Altos de Chiapas, el sincretismo convirtió a la Coca-Cola de un simple refresco en un contenedor con “alma”.
El profesor, investigador y humanista chiapaneco, Prudencio Moscoso Pastrana, lo registró así en uno de sus trabajos.
“Los productos que usan los indígenas en los ritos, oraciones y otros actos que realizan, cuando de brujería se trata, son sin ninguna duda, herencia del pasado lejano. Sin embargo, en los últimos años se ha ‘añadido’ un nuevo producto, empleado en caso de curaciones para quitar males ‘echados’. Éste tiene especial significación y en un muy poco tiempo se ha vuelto de uso general, pese a su procedencia extranjera. Me refiero a la Coca-Cola”.
El término “mal echado” se refiere al maleficio del que es objeto una persona por medio de la brujería con el cual, comúnmente, el afectado enferma y muere. Un brujo logra “echar el mal” a una persona capturando el alma de la persona u procesos similares; ya que alma y cuerpo están conectados, como lo explicó en su trabajo Psicoterapia maya en Los Altos de Chiapas (UNAM, 1963) el investigador William R. Holland:
“Para el tzotzil, el espíritu (chulel) es la fuerza vital a través de la cual los rasgos del carácter individual y de la personalidad tratan de encontrar expresión. La relación entre cuerpo y el espíritu es independiente y dinámica. Todo lo que afecta al espíritu también influye en el cuerpo, y viceversa”
En este sentido, la Coca-Cola ayuda como remedio en el tratamiento mágico contra los males “echados”. El maestro Moscoso Pastrana lo describe así:
“Para los indígenas, además de ser de prestigio consumir este producto. Por venir embotellado y tener un alto precio. Estiman que el gas que contiene posee grandes propiedades curativas. Así, por ejemplo, dado que cuando una persona toma de este refresco, apenas pasados unos momentos comienza a eructar, al instante dicen: Esque ya está saliendo la enfermedad del cuerpo”.
A la inexpugnable iglesia de San Juan Chamula no pueden entrar cámaras, pero las “cocas” van de un lado a otro entre los feligreses que beben y eructan para purificarse. También es común ver botellas del refresco a los pies de los santos, cual ofrenda.
Botella de Coca Cola colocada como ofrenda en la iglesia de Zinacantán, Chiapas. (Foto: Kamran on Bike)
Las botellas de Coca-Cola se abren con mucho cuidado, cuando son usadas para curar, pues “si llega a derramarse el líquido, aunque sea en pequeña cantidad, entonces la bebida ya ‘no sirve’ por la sencilla razón de que en el líquido que fue involuntariamente derramado se perdió el ‘alma’ del refresco y, por lo mismo, ya es inútil tomarlo”, explica el maestro Moscoso Pastrana en su libro Las Cabezas Rodantes del Mal: Brujería y Nahualismo en los altos de Chiapas.
Pero los chiapanecos no son los únicos que han hablando de las propiedades curativas de la Coca-Cola. En su país de origen, Estados Unidos, existe la creencia que el refresco sirve para curar la diarrea. Es mentira, lo cierto es que la combinación de agua, sales minerales y azúcares es auxiliar en el tratamiento de la deshidratación, como la que provoca la diarrea.