Parece obvio decirlo, pero cuando una persona se enferma con un nuevo virus y consigue sanar su sangre se vuelve fundamental para los científicos, ya que pueden ayudarlos a comprender cómo responde el sistema inmune y puede facilitar la búsqueda de terapias adecuadas para tratar a la enfermedad. De ahí que, en Estados Unidos, el Centro de Investigación de Vacunas de los Institutos Nacionales de Salud estén buscando donantes.
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Esta semana, los centros invitaron a las personas que tenían COVID-19 y que ahora están sanas a donar su sangre con la finalidad de conseguir información valiosa como la forma en la que se desarrollaron los anticuerpos después de la infección y cómo consiguieron combatir a la misma.
Generalmente, el sistema inmune produce anticuerpos, que pueden unirse y desactivar virus, durante y después de una infección. Esos anticuerpos proporcionan a una persona infectada un nivel de protección contra el virus en el futuro; es poco probable que se infecten nuevamente porque sus nuevos anticuerpos detendrán el virus.
Según Darrel Triulzi, director de la División de Medicina de Transfusión en el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh:
“Los pasos iniciales son seguir a las personas que se han recuperado y tienen una forma de medir su respuesta de anticuerpos”.
Los científicos quieren entender qué tan fuerte es la respuesta inmune a una nueva infección por coronavirus, y qué tanto esta respuesta protege a las personas contra el virus en el futuro. Además, necesitan saber cuánto dura la protección
La investigación preliminar en pacientes con COVID-19 muestra que sí se producen altos niveles de anticuerpos, es una señal de que las personas no se enfermarían por el virus por segunda vez.
Por otro lado, otro estudio descubrió que en monos que fueron infectados por coronavirus, se desarrollaron anticuerpos resistentes y estos animales no volvieron a enfermar de nuevo. Pero aún así, se necesita más investigación para comprender si los anticuerpos realmente proporcionan un beneficio terapéutico, dice Triulzi.
Los científicos también recurren a la sangre de los pacientes que se han recuperado de COVID-19 como un posible tratamiento provisional para las personas con mayor riesgo. Debido a que su plasma sanguíneo está presumiblemente lleno de sustancias protectoras como anticuerpos, si se inyecta en personas enfermas, puede ayudarlos a combatir enfermedades.