Si eras niño o niña en la década de 1980 y creciste con los canales de televisión abierta (de Televisa e IMEVISION) seguramente llegaste a ver Vacaciones de Terror, esa película protagonizada por Pedrito Fernández y Julio Alemán sobre una muñeca diabólica que, con el paso del tiempo, dejó de darnos miedo y comenzó a darnos risa. En retrospectiva, hemos sido injustos con esta película de René Cardona III.
Vacaciones de Terror es una de las pocas películas de género protagonizadas por grandes nombres que se produjo en México en los años ochenta. Y no sólo eso: es una buena película de género. No lo digo por compasión, ni porque me hayan pagado (ni que a alguien más en este mundo le interesara esa cinta). Es verdad que no alcanza la maestría de Santa Sangre (1989, Dir. Alejandro Jodorowsky) o Veneno para las hadas (1984, Dir. Carlos Enrique Taboada) pero es honesta consigo misma, con su historia y su presupuesto. Además es súper divertida.
A grandes rasgos, la historia de Vacaciones de Terror gira alrededor de la maldición de una bruja muerta hace cientos de años en Valle de Bravo (donde se le suelen quemar las patas al diablo y a las brujas) que cae, por conducto de una muñeca diabólica, sobre una familia de güeros adinerados (que además son rescatados por el único moreno sin futuro de la cinta). Todo aderezado con efectos especiales de primera (necesidad). Fin.
“¡Vamos a jugar a He-Man!”
La verdad es que Vacaciones de Terror es un poco más complicada que esa breve reseña del párrafo anterior.
Como mencioné, tiene grandes nombres en su cartel: Pedrito Fernández (Julio), Julio Alemán (Fernando), Nuria Bages (Lorena), Gabriela Hassel (Paulina) y otros niños de nombres impronunciables. (Iba a hacer una broma sobre la Alemania Nazi, pero mejor no. No vaya a ser que los otrora niños ahora de grandes sean adictos a demandar gente).
En fin, como sé que a muchos les da pena el qué dirán, se las voy a contar.
La película inicia con una introducción trepidante y la ejecución de una mujer que es fanática de la naturaleza y de Belcebú. Para que el espectador entienda que esto ocurrió hace cientos de años, el director opta por que todas estas escenas iniciales sean en blanco y negro. Porque si algo está en blanco y negro debe ser muy antiguo, ¿no?
Aquí nos enteramos de que el único hombre caucásico de la escena (presuntamente un inquisidor interpretado por Carlos East) es dueño de un amuleto que es capaz de matar a la bruja, y también descubrimos que los poderes de la hechicera provienen de una muñeca a la que el ejecutor advierte que “ya no podrá ayudar a su señora”. Si la gente del pasado ya sabía que la muñeca era la mala, ¿no era mejor quemar a la muñeca que a la señora? En fin. La turba iracunda, contra toda lógica posible, decide enterrar en un pozo las pertenencias malditas de la bruja que los acaba de maldecir, en lugar de quemarlas o simplemente destruirlas.
Sí, la historia PECA de inocente con la enorme cantidad de coincidencias que existen en la trama.
Ya en el presente, la turbulenta década de los 80, nos enteramos de que toda la historia de la bruja era un cuento de Nicasio, un hombre del campo que es amigo de Pedrito Fernández (que ya sabemos que en realidad se llama Julio en la historia, pero eso la verdad no le importa a nadie), que ahora posee el amuleto del inquisidor. Sus poderes son:
- Brillar cuando el mal está cerca.
- Evitar que la muñeca haga cosas malas.
- Estar culero.
Pedrito Fernández le ofrece a Nicasio 20 mil pesos por el amuleto, pero el campesino se lo termina cambiando por un walkman Sony. Hasta aquí, yo creo que fue un trato justo (hasta que se le acaben las pilas, porque se ve que no hay un lugar cercano para comprarlas).
¿Qué hacía Pedrito en una pirámide en medio del campo? Ah, nuestro ídolo juvenil parece andar por los pueblos haciendo amigos, cantando Coqueta y Delincuente Soy, mientras recolecta piezas relacionadas a misterios, porque es un fanático de lo oculto y asegura que no quiere trabajar.
Convenientemente, la otra parte de la historia recae en la familia de Paulina, la novia de Pedrito. Ella vive en casa de su tío sin que sepamos bien por qué. No sabemos tampoco qué hace de su vida, pero es buena persona y es la verdadera protagonista de la historia. ¿Cómo es que la conquistó Pedrito? Al parecer aplicó las arcanas técnicas de ligue del mexicanlover.
Su tío es Julio Alemán, (sí, ya sé que se llama Fernando, pero le voy a decir Julio Alemán) que es un arquitecto que tiene tanto amor por lo prehispánico que lo demuestra comiendo tacos de cabeza directamente de la cabeza puesta en la mesa, en finos platos de talavera. Además, sugiere que el nombre de su próximo hijo sea Xicaltepec.
A don Julio se le murió una tía a la que sólo vio una vez y que no le importaba de nada, además, ni se enteró de la muerte. Aun así, en una de estas situaciones que sólo le pasa a la gente que ya tiene una casa y dinero, le heredaron una casa en el campo. Peeeeeeero, como es mexicano y no puede escapar a la nacionalidad, lo heredado resultará más un problema que algo chido. Por cierto, tiene unos hijos gemelos obsesionados con He-Man, una hija a la que estos bullean y una esposa que está esperando un hijo más.
Hasta aquí, lo verdaderamente aterrador de la película es la cantidad de hijos que pretende tener esta familia. Está bien que cojan, amigos, pero estaría mejor que lo hicieran por diversión o deporte, no sólo para procrear. Esa clase de actitud ultraderechista de los ochentas es la que provocó todos los problemas que tenemos ahora.
“No me deja bajar del árbol”
Como todo está convenientemente acomodado en el universo, la familia se va de vacaciones (desde entonces a dos días de descanso ya se le llamaba “vacaciones”) a la casa heredada e invitan a Pedrito Fernández porque “es un buen muchacho”, aunque todos sabemos lo que se trae entre las piernas y sus intenciones con la Paulina.
Aquí es donde la historia propone cosas interesantes, como el hecho de que la casa no es la maldita sino toda la zona. Antes de que aparezca la muñeca, la maldad es una presencia que no deja bajar a los niños de los árboles, hace alucinar a la hija menor con la bruja, explota los blanquillos y prende y apaga las luces de la casa mientras la familia cena sus ricos huevitos con Pan Bimbo. Todo gira en torno al árbol en donde fue ejecutada la bruja: la mamá pide que lo corten.
El hacha hace sangrar al árbol maldito sin que – convenientemente- nadie lo note, porque la niña se cae al agujero donde enterraron todas las cosas de la bruja. Allí encuentra a la muñeca maldita y entonces sí, ¡agárrense porque a ese guajolote ya le llegó su navidad!
La muñeca toma de rehén a la niña y ya no la suelta. La dupla de niña y muñeca no pierde el tiempo e inmediatamente comienzan con la maldad provocando un aborto a la madre (sólo porque a la mamá no le gustó la muñeca). Esta es una de las mejores escenas de la película: el vientre de la madre se mueve como mapache en basurero.
Mientras tanto, Pedrito Fernández hace lo que cualquier adolescente que invitan a pasar el fin de semana haría: se pone a pistear con los niños de la casa y busca tesoros con ellos, hasta que la muñeca lo ataca porque “tiene cara de menso”.
Total, que cuando los adolescentes y los niños se quedan solos en la casa todo se pone muy, muy violento y para prueba de eso hay tomas de la cámara girando en torno a Paulina, que se esta volviendo loca por todas las alucinaciones que le provoca la muñeca. Los problemas eléctricos siguen, los árboles y las paredes sangran y las alimañas se comen la comida del refri. Los santos no son poderosos para contener la maldad y se queman. Las cosas se mueven por el capricho de los ojitos pispiretos y malévolos de la muñeca, quien es tan celosa que asesina a otros juguetes y convierte en sus esclavos a los gemelos.
Todo va creciendo hasta que unos cuchillos vuelan y se entierran en la pierna de Pedrito. ¡Pedrito, nooooooooooooooooooo! Pero eso no es todo: Pedrito termina volando (colgado de unos hilos que casi no se notan) y lo envían a un universo paralelo dentro de un espejo.
“Después de un buen taco…”
No quiero ser grosero, pero siempre he creído que Pedro Fernández todo el tiempo está sudando. Que a su alrededor hay una ligera capa protectora de sudor que lo protege de la maldad del mundo y cuyo origen es su voluminoso trasero. No es algo que tenga que ver con Vacaciones de Terror, pero es una creencia personal y lo quería decir. En fin, pese a que tiene decenas de películas en su filmografía, pocas son buenas (aunque muchas son muy disfrutables), y su obsesión de querer ser el nuevo Pedro Infante es hasta molesta. Sin embargo, en Vacaciones de terror funciona a la perfección.
Esa mezcla de héroe despreocupado, vago, presuntamente vegetariano y, al mismo tiempo, alivio cómico funcionan muy bien entre tanta sobriedad. Además, es de los pocos héroes adolescentes del cine que gusta de El Tri, el ocultismo y el sexo premarital. De hecho se avienta una de las frases más honestas en la historia del cine mexicano:
“Ya te acostumbraste a la camioneta, pero ahora tenemos camita mi amor”,
Eso le dice a su novia para convencerla de practicar el amasiato. ¿Así cómo no iba a caer?
Digo esto porque creo que su personaje expresa toda la intención de la película. Convierten una historia seria en algo muy entretenido, en donde el público colabora para entender muchas cosas (como que Julio Alemán es descendiente directo de la bruja y que su hija, al ser mujer, es la única que puede ser conducto para el poder demoniaco de la muñeca).
https://www.youtube.com/watch?v=JLZcEfhOEZ4
Cuando pones de ti para divertirte pasas por alto que a Nuria Bages a veces se le nota el embarazo y a veces no, que pese a estar en un mar de polvo Julio Alemán viste de blanco y nunca se ensucia, que una niña cae dos metros a un pozo de rocas puntiagudas y no le pasa nada, que los gemelos son más inútiles que un semáforo en Grand Theft Auto, que haya latas de conservas cerradas dentro del refrigerador y que mezclaron una historia de brujas con vudú tecnológico, viajes dimensionales y posesiones satánicas en Valle de Bravo (donde es de sobra conocido que le queman las patas al maligno) para que al final no se resolviera nada.
Aparte del concepto de humor macabro, dos cosas rescato de esta película sobre todas las demás. La primera es la música de Eugenio Castillo, que mantiene el suspenso en los momentos clave y que nos habla de una época muy específica del cine nacional. Castillo se enamoró de los sintetizadores y se nota en la cinta. En segundo lugar, contar con algunos muy buenos efectos especiales prácticos, de la vieja escuela, que, aún a la fecha, me producen ñáñaras, como el movimiento del nonato en el vientre de Nuria Bages.
Algunas escenas, como la de los niños frente al árbol, el incendio o las de Gabriela Hassel en el cuarto con las alimañas son muy bien logradas y te meten de lleno al caos de la historia. Al menos lo suficiente para quedarte hasta el final y terminar de ver la película con una sonrisa en el rostro y el recuerdo de un buen susto.