Frank Miller nació en Olney, Maryland. Su padre era carpintero, su madre enfermera. Cuando el pequeño Frank tenía alrededor de 6 años tuvo la suficiente pasión y constancia para llenar un puñado de hojas de máquina de escribir con dibujos (con diálogos), y unirlas para enseñárselas a su madre. “Esto es lo que voy a hacer el resto de mi vida” dijo Frank, quien había creado su primera historieta. No es una leyenda, es una historia de origen tan buena como cualquier otra. El propio Frank Miller se ha encargado de difundirla, aunque siempre modificando la edad de su protagonista, de los 5 a los 10 años según se necesite.
“Los cómics realmente fueron mi primer amor”, sostiene Miller y nosotros podemos decir que fue el único y verdadero. Ese que se queda contigo toda la vida y te muestra el mundo tal cual es y, a veces, hasta mejor. Los cómics, como medio y forma de arte, también amaron a Frank. Su perspicacia para hacerlos madurar a través del drama sin perder todo aquello que les había hecho grandes: Los colores vibrantes, las historias extraordinarias y los personajes increíbles.
El Hombre sin Miedo

Frank Miller en 1982 (Alan Light)
Si al llegar a esta parte del texto no conoces a Frank Miller, permíteme contarte que a él le debes el Batman oscuro y perfecto en todo que conoces, puso a Wolverine en el mapa, salvó de la cancelación a Daredevil décadas antes de que tuviera una serie de televisión y, con Sin City, puso de moda los cómics noir, cuando al mundo ya no le importaba el género.
Miller es un storyteller, palabra que no tiene una definición real en español, pues va más allá del “narrador”. Es un autor completo (Escritor, dibujante, entintador, guionista, inventor y director de cine) que ha hecho todo lo necesario para contar una buena historia sin importar género o medio.
“Creo que la forma más cruda de decir como he ordenado mi carrera es: he sido dirigido por mi pene”, dijo Miller en una entrevista y, pese a lo mal que pueda ser tomado este comentario en esta década, tiene un punto.
“Despiertas una mañana y tu mamá te pregunta por qué estas de mal humor, y tu estas pasando por todas estas cosas que pasan por tus venas. Se llaman hormonas y hacen que tus fantasías se vuelvan un poco más violentas y veas a las chicas de forma diferente. Y tus fantasías cambian. Jack Kirby es dueño de esa era, de ese momento en la vida de los hombres”, afirma Miller.
Miller creció leyendo las historias comerciales de Stan Lee y Jack Kirby, pero también a autores underground como Robert Crumb y a viejos maestros como Will Eisner, de quien asegura aprendió que los personajes de un cómic podían ser “humanos”. La adolescencia le siguió hasta entrados sus 20 y, decidido a ser el historietista que se prometió ser cuando era un niño, comenzó el largo asenso hasta los restiradores de Marvel y DC, las dos editoriales de cómics más importantes del mundo. Pero había un problema, no era un buen narrador y tampoco era tan buen dibujante, sobre todo de “chicas y coches”
A los 19 años Miller se muda a Nueva York con muchas expectativas, pero sin dinero. Era un muchacho de rancho que quería hacer cómics y ningún contacto de por medio.
Año Uno (en la industria)

Frank Miller en la Comic Con de San Diego en 1982 (Alan Light)
En 1981 declaró The Comics Journal que, en aquellos primeros meses en Nueva York, pasó días sin comer y que no tenía un lugar para vivir. “Hubo meses de casi inanición”, afirmó.
“Dibujar ha sido parte de quien soy y Nueva York siempre ha sido una inspiración desde que vivía en el campo y siempre supe que esta sería mi casa. No podía esperar a dibujarla de verdad. Cuando llegué aquí no podía permitirme ir al cine, no podría permitirme muchas cosas, así que subía a la cima del Empire State y no había pantallas arriba así que podía sentarme en el borde de la sima del Empire State y dibujar (…). Dedique mucho tiempo de mi trabajo a capturar eso, porque cada pulgada (de la ciudad) está viva”.
Miller mandó material a los editores para conseguir trabajo sin mucho éxito. “Las críticas más duras que he recibido en mi vida fueron las de Neal Adams y la de Will Eisner. El primero me dijo que no sabía dibujar. El segundo, que no sabía contar historias. Gracias a ellos mejoré en ambos campos”, dijo Miller durante un evento en Madrid en 2017.
De hecho, Adams hizo algo más que sólo decirle que no sabía dibujar, literalmente lo mandó de vuelta a su pueblo, en Vermont. ¿Qué hizo Miller? Regresar una y otra vez al estudio de Neal a mostrarle sus dibujos, hasta que aceptó publicarle algo en la revista de Twilight Zone de Gold Key Comics. Probablemente más para que lo dejara de molestar, que por creer que había mejorado. Su primer trabajo –una historia sobre un sheikh árabe glotón– apareció con fecha de portada de junio de 1978. Poco después publicó su segundo trabajo formal, una historia de fantasmas titulada Deliver Me From D-Day en Weird War Tales, el cómic de guerra de DC Comics.

“Royal Feast” publicada en Twilight Zone por Gold Key Comics
De allí paso a Marvel para dibujar algunas páginas en John Carter: Warlord of Mars y Spectacular Spider-Man. La historia del arácnido es definitiva para el narrador, ya que en ella Spider-Man pierde la vista y tiene que hacer equipo con Daredevil, el abogado ciego de Hell´s Kitchen.
Por aquel tiempo el cómic de Daredevil estaba moribundo y al borde de ser cancelado. Sus pocas ventas obligaban a Marvel a publicarlo bimensualmente y, cuando el dibujante oficial del título, Gene Colan, pidió que lo quitaran de ese cómic de bajas ventas, decidieron dárselo al novato Miller. Total, ya iban a cancelar el título.

Spectacular Spider-Man #27 (1978).
En la primera página de Daredevil No. 158, debajo del dibujo de la Viuda Negra limpiándose la sangre de la boca y preparándose para atacar, se presentaba a “Lanky” Frank Miller. “Larguirucho” fue el apodo -al nivel de los apodos del Perro Bermúdez- que recibió Frank de parte del editor de Marvel, el legendario por Stan Lee.
Durante los siguientes cuatro años Miller pasó de ser un tímido dibujante que quería copiar el trazo de Neil Adamas a tener un nombre y estilo propio. Y no sólo como artista, una vez que se encargó de los guiones de Daredevil no hizo más que subir y subir en popularidad y reconocimiento dentro de Marvel.

Daredevil No. 158, dibujado por Lanky Frank Miller
Miller no sólo salvó el título, puso a Diabólico de nuevo en el mapa creándole un universo del que pudiera sostenerse con grandes personajes de soporte, como Ben Urich y Melvin Potter, modernizando villanos clásicos e incluyéndolos a su galería, como Kingping, pero, sobre todo, dándole razones a Matt Murdock para sufrir en serio.
El Daredevil de Miller fue un éxito por tres razones, que a futuro fueron esenciales en todos los proyectos del artista. Primero, Miller conocía Nueva York. Todo ese tiempo en el que Miller fue un vago, que solo se dedicaba a dibujar la ciudad en sus ratos libres (que eran todos), le sirvieron para darle realismo a sus escenarios. No había una calle, bote de basura o tanque de agua que no existiera realmente. Además, tenía una maestría narrativa que le permitía hacer que los lectores se tomaran su tiempo para leer la historia, en lugar de pasar página tras página sin preocuparse de nada. Algunos de sus cómics pasan en cámara lenta, por así decirlo.
Drama es el segundo elemento. Miller sabía que si quería salvar su trabajo tenía que darle a los lectores algo por lo cual regresar mes a mes y así lo hizo. Puso a Matt Murdock en situaciones de peligro constante, llenó todo de ninjas asesinos y trajo de vuelta a su ex novia Elektra, que también era una ninja asesina. Elektra aparece en la vida de Daredevil para matarlo, pero descubre que su alter ego, Matt Murdock, es su ex amante y renace el amor, luego el odio, luego el amor otra vez, hasta que el enemigo mortal y demente del superhéroe, Bullseye, la asesina. Drama.

Daredevil No. 181.
El tercer elemento fue la confianza de los editores para dejarlo hacer su trabajo hasta los límites más insospechados para la época, como lo cuenta en una entrevista sobre lo que iba a ocurrir entre los números 179 y 181 de Daredevil:
“Estaba haciendo Daredevil cuando fui con mi editor (Dennis O’Neil) a decirle que uno de los personajes que yo había creado, Elektra, tenía que morir y él dijo que nunca podría ir por ese camino, porque ella era bastante popular. Le dije `Dennis, Jim Shooter (el editor en jefe de Marvel) está al fondo del pasillo, déjame ir a hablar con él´. Y fui a su oficina y Jim estaba sentado mirándome con un gesto muy severo, y le dije`Jim tengo que matarla´ y el bajo la cabeza y luego la subió (consternado), intentando tranquilizarse y diciendo`cuéntame la historia Frank´ y le dije exactamente lo que iba a hacer, y dijo`esta genial´, hazlo. Tuve poderosos aliados en la cima de la compañía”.
Comenzó a dar, entonces, indicios de genialidad a la hora de escoger historias y personajes. Durante un viaje con Chris Claremont en 1982, tomó a uno de los personajes secundarios de Uncanny X-Men y le inventó un background histórico que lo orillo a reinventarse y resurgir como el mutante más popular de la compañía: sí, hablamos de Wolverine. Ya no sería un canadiense enano y patán, sino un solitario cazador rechazado, samurái sin maestro.
Dame la libertad o dame la muerte

Chris Claremont y Frank Miller
Luego, algo realmente mágico pasó en la industria del cómic. Del pasado, casi retirado, resurgió Will Eisner y publicó Contrato con Dios, la primera novela gráfica oficial de la historia (título que está a discusión, pero que no vamos a discutir aquí). El mundo se cimbró, el cómic de “autor” había nacido y Miller quería ser uno de ellos.
“Cuando llegó Contrato con Dios dije, por aquí es por donde irá todo, no es algo temporal, es algo que va a permanecer vivo por generaciones”
Miller había ganado suficiente reconocimiento en la industria para hacer su propia serie y DC Comics le ofreció la oportunidad de hacerla sin restricciones. Así nació Ronin, como una respuesta a Contrato con Dios.
“Para mí fue la introducción a la sensibilidad del novelista- admitió en una entrevista. En ese tiempo estaba interiorizando la idea de que puedes tirar el panfleto sobre tu hombro y decir adiós. Y si tu historia es de 200 páginas está bien, si dura 48 paginas está bien y si es de 500 páginas ¿A quién le importa? Es tu historia”.
Ronin fue el gran proyecto de DC para 1983, por el cual Miller lo recibió todo: Autoría completa y sin restricciones para contar una historia de 288 páginas, por la que le pagarían el contrato más grande jamás firmado en la industria del cómic estadounidense hasta ese momento. No era para menos, Ronin era un cómic como ningún otro de su tiempo. Originalmente se iba a publicar en Marvel, pero la editora en jefe de DC, Jenette Kahn, le prometió que el cómic sería publicado en el papel que Miller quisiera y sin cambiar los colores.
“Tome influencias de Japón, Francia y de lugares que creí prudentes para crear una imprudente pieza de trabajo de la que aún estoy muy orgulloso, porque en ella puedes verme rompiendo las esposas”.
Aquí habría que hacer una pausa para destacar el trabajo de la colorista de cabecera de Miller, Lynn Varley, quien también fue su esposa. El trabajo de Varley elevó los lápices de Frank a niveles pocas veces vistas. En el caso de Ronin, le dio el toque de retro futuro (samuráis en mundos post apocalípticos) que, de no haberlos tenido, seguramente la obra no se hubiera entendido en su magnitud. Posteriormente, cuando llegó The Dark Knight Returns, Varley uso el color para guiar a los lectores por la historia, incluso en las viñetas sumergidas en negro.
El Regreso del Señor de la noche

Lynn Varley y Frank Miller en Forbidden Planet (1986)
La autoría lo satisfizo tanto, que quiso hacer lo mismo con un viejo personaje. Al igual que pasó con Daredevil, le dieron Batman. El personaje no había sido revitalizado desde la década de los 60 y sus ventas estaban por los suelos, así que a DC no le importaba mucho lo que hicieran con él. Así nació su obra más conocida: The Dark Knigth Returns.
“Me estaba aproximando a los 30, entonces estaba a punto de pasar de edad a Batman lo cual me aterrorizó. Atrás de eso DC Comics me pidió hacer una nueva interpretación, me dieron mucha libertad de lo que debía hacer así que tome todos estos hermosos juguetes y los reinterpreté porque el personaje había sido el mismo desde los 60. Descubrí que todos los personajes y villanos funcionaban pero necesitaban algo más que cirugía cosmética. Tenía que hacer temible al Joker de nuevo, se había convertido en un chistoso con un traje de payaso y debía convertirlo en un asesino serial, alguien que se ríe con la muerte en vez de un personaje que se ríe de estupideces”.
Pero Miller quería hacer más que contar una historia del Batman viejo y gordo, quería hacer que el personaje durara por siempre. Conservó las bases del personaje y, al igual que con Daredevil, le dio razones para existir en un mundo muy parecido al real, haciendo de Batman un vigilante que aplicaba la verdadera ley, por encima del poder de cualquier dios como Superman.
“Para mí fue una verdadera ruptura hacer exactamente lo que quería hacer y que la gente respondiera tan positivamente como lo hizo. Fue una afirmación tremenda y sentirme realmente bien en este trabajo”
Ahora hablamos de The Dark Knight Returns (TDKR) con una familiaridad imprudente, pero el cambio que representó para el mundo occidental de 1986 fue radical. Junto con Watchmen, de Alan Moore, fueron la base sobre la cual se cimentó la nueva narrativa gráfica. Por desgracia, en los años posteriores a su publicación decenas de autores medianos (o mediocres) se dieron a la tarea de copiar las obras citadas hasta el cansancio, sin lograr el impacto de Miller y Moore. Aun a la fecha, las películas basadas en los cómics son una copia infantilizada de estas dos historias.
“Cuando Watchmen y The Dark Knight Returns salieron la gente dijo ¡wow esto es muy aterrador, ya no es el mundo de Superman! Ahora entras a una tienda de cómics y ves 70 años de historia, antes de ello (la salida de ambas novelas) sólo veías 3 semanas de historia”
Frank Miller salvó al mundo (de los cómics)

The Dark Knight Returns (DC Comics)
1986 fue un año definitorio para Frank Miller, no sólo por la salida de The Dark Knight Returns, sino por la cantidad de trabajo que publicó y la excelsa calidad de sus historias. Mientras la historia de Batman llegaba a las tiendas de cómics, Miller entregaba en Marvel el guión de Daredevil: Born Again, la historia definitoria del personaje hasta la fecha. Meses después saldría Elektra: Assassin, con dibujo de Bill Sienkiewicz, luego Love and War junto al mismo artista y, finalmente, apareció en DC el primer libro de Batman: Year One ¿Si ya había definido la muerte del caballero de la noche, por qué no iba a replantear su origen?
La fama le pegó de lleno en la cara y, tras ella, Hollywood llegó a ofrecerle otro mundo. A finales de los 80 Miller probó suerte en el cine sin muy buenos resultados. Usaron los conceptos que presentó en TDKR para la primera película de Robocop, lo contrataron para escribir la segunda parte y mutilaron su trabajo (de hecho reescribieron su guión) aunque le dieron un cameo. No debió enojarse mucho, porque lo contrataron para escribir la tercera parte, que es la peor de la saga.
Miller Born Again

(Max Nash)
Regresó a los cómics a principios de los 90, en Marvel entregó Elektra Lives Again y The Man Without Fear, pero las grandes editoriales ya no satisfacían su vena de autor, así que se fue a lugares más pequeños y creó Hard Boiled, junto a Geof Darrow, y Give Me Liberty, al lado del consagrado Dave Gibbons. Ambos trabajos soberbios, pero en colaboración.
Ahora que era autor quería ser libre. Se fue de Nueva York, se alejó de los superhéroes y volteó hacia donde nadie estaba mirando: la novela negra. Y creó Sin City.
“Coches y chicas. Mis dos némesis. Fueron las cosas más difíciles de dibujar en el mundo y esa es la razón por la que llegué a Sin City. Decidí hacer una historia completamente llena de chicas y autos, porque tenía que resolver ese problema tarde o temprano”, dijo en una entrevista el año pasado.
El público amo Sin City, esta versión hiperviolenta de Los Ángeles noir de Raymond Chandler y el Spirit de Will Eisner. Cada capítulo de Sin City es una pequeña obra maestra. Se nota que Miller se tomó su tiempo parta hacer lo que le diera su regalada gana y llevar la violencia hasta donde creía prudente, limpiándose el mainstream del cuerpo a cada gota de lluvia dibujada en la ropa de sus personajes.

Sin City (Dark Horse)
“Realmente no puedo dibujar Los Ángeles sin dibujar autos. Un montón de coches, los coches antiguos, muchos coches hermosos. Los personajes se definen por tres cosas realmente: el trabajo, su secreto culpable y su automóvil. Y así tuve que saber cómo dibujar coches y la única manera de aprender a dibujar cosas es tener modelos tridimensionales. Tener fotografías no es bueno. Una fotografía le dice algo desde un ángulo, debe poder girarlo en su mano y ver la luz en él y obtener la forma real”.
Le tomó 10 años contar la historia de Sin City, pero no fue lo único que hizo durante los 90. Su novela sobre la Batalla de las Termopilas, 300, fue celebrada por el público, sobre todo por su novedosa (para los gringos) narrativa gráfica.
“La ciudad es un lugar vertical y como caricaturista (cartoonist) te puedes permitir jugar con las formas. Los tinacos de agua y todo descansa en lugares muy altos. Las personas viven unas sobre otras. Las historias mitológicas toman lugar en zonas horizontales, por eso escogí ese formato para 300” explicó en un documental.
Entrado el siglo XXI, Miller regresó al cine. La primera adaptación Sin City (2005) que realizó Robert Rodríguez fue muy bien recibida por la crítica. Miller colaboró en el guión de la película, tuvo un cameo en ella y la presencia de su cómic fue tan fuerte en todas las escenas de la película que Rodríguez le dio el título de co-director. La segunda parte llegó hasta 2014 (Sin City: A dame for kill her) y pasó sin pena ni gloria. Luego, Miller dirigió su homenaje a Will Eisner, The Spirit, y aunque visualmente es impactante, la falta de una historia coherente hizo que la película se hundiera en el fango.
El duro adiós

(Ferran Cornellà)
¿Qué pasó con Miller en los dos miles? A inicios del siglo XXI regresó a vivir a Nueva York, justo para sufrir los atentados del 11 de septiembre del 2001. Este evento despertó algo oscuro en el narrador. Sentimientos muy cercanos al odio. El primer signo se dio en las páginas de su colaboración en el proyecto de los artistas de cómic en beneficio de los afectados por los atentados. Contrario a sus camaradas, que se lamían las heridas y llamaban a la unidad, Miller llama a derrotar el poder de las banderas, de dios y la fe ¡Pum!

Holy Terror, Batman
Luego, en 2006 anunció Holy Terror, Batman!, una aventura ultra violenta en la que el Hombre Murciélago se enfrenta a un grupo de terroristas islámicos, pero el cómic terminó siendo un panfleto político contra el islam y, evidentemente, DC Comics se negó a publicarlo. Por eso, Miller llevó su polémico cuento a Legendary Comics, que lo publicó sustituyendo al caballero de la noche por una copia, llamada The Fixer. La crítica catalogó a Holy Terror como “uno de los cómics más espantosos, ofensivos y vengativos de todos los tiempos”, y Miller fue catalogado como un fascista, y se realizó toda una relectura de su obra, buscando cualquier elemento presente en ella para fortalecer las acusaciones que lo catalogaban como un hombre de derecha.
Para sorpresa de todo el mundo, Miller se sintió a gusto con esas críticas y, de golpe, se convirtió en un personaje a favor de la derecha política. Criticó a los musulmanes y a los manifestantes de Wall Street por igual.
“Occupy Wall Street es un grupo de locos, ladrones y violadores … Despierta, escoria de estanque. América está en guerra contra un enemigo despiadado. Tal vez, entre los ataques de autocompasión y todos los otros sabrosos tragos del narcisismo que te han servido en tu pequeño mundo protegido y cómodo, has escuchado términos como al-Qaida y el islamismo”, escribió en su blog hace un par de años.
Años después se disculpó, pero el mal ya estaba hecho. En un acto de ecuanimidad afirmó: “No quiero volver y comenzar a borrar los libros que hice. No quiero borrar capítulos de mi propia biografía. Pero no soy capaz de borrar esas líneas otra vez”.
Los grandes creadores de la humanidad suelen ser personas complicadas, Miller no tendría por qué ser diferente. Pero, para su fortuna, la obra que ha hecho es más grande que su nombre. Evidentemente, su trabajo es amplio y abarca muchos medios, a todos ellos los ha llevado al siguiente nivel: una nueva narrativa, un nuevo método de impresión, el uso de pantallas verdes en el cine para generar un universo plano en blanco y negro. Su grandeza radica en el riesgo que corre con el fin de contar una historia, su debilidad es cuando deja de hacerlo.
Miller es uno de los grandes narradores de nuestro tiempo. La historia deberá tratarlo como se merece.