No pasa un solo día sin que alguien que conozco comente algo sobre la vulnerabilidad de nuestra privacidad en la red. Que si el nuevo iPhone5 recoge nuestros datos personales, que si gobiernos de todo el mundo espían nuestras comunicaciones vía SMS, correo y demás, que si las grandes corporaciones del mundo de la tecnología han sido cómplices silentes, que si blah blah blah…
El asunto sería completamente irrelevante si no fuera porque en realidad a nadie – o para ser más justa, solo a unos pocos freaks – realmente les importa. Es decir, la gran mayoría de la gente se queda en un nivel reflexivo sobre el problema que frecuentemente solo se manifiesta a través de una queja aburrida y sinsentido, mientras que el asunto de la privacidad en la red se va haciendo cada vez más complejo.
En política – y creo que en la vida – hay una máxima: “todos los vacíos se llenan con algo”. En este caso es muy claro: la ausencia de acción ciudadana para contrarrestar todos aquellos abusos de compañías y gobiernos en internet se traduce directamente en violaciones sistemáticas a las leyes de los países y a la privacidad de sus ciudadanos. Poniéndolo en términos muy básicos: si nadie se toma la molestia de leer los “Avisos de privacidad” de las apps que confiadamente baja a su teléfono o las “Preferencias del sistema” del gadget que corre a comprar en el momento en que sale al mercado, las compañías no tienen ningún incentivo para detenerse y lucrar con todos los datos que vamos dejando inevitablemente ahí (nuestra huella digital, como se le ha llegado a conocer). Este es el problema de hablar casualmente sobre privacidad sin que realmente te importe.
Y sí, yo soy la primera a la que le da una flojera tremenda leer cada vez que salen estos avisos, y sí, muchas veces simplemente he dado “click” sin tener idea de qué consentí, pero lo que debemos entender es que ese vacío que nosotros dejamos lo van a utilizar con cada vez más intensidad otras entidades sin que nosotros ganemos absolutamente nada de ello. Aún más, si no reconocemos que el tema tiene muchos niveles -una cosa es que alguna compañía venda nuestros datos para hacer campañas publicitarias y otra muy diferente es que un gobierno decida espiar nuestras comunicaciones- jamás podremos ejercer nuestro derecho a un internet libre o a una experiencia tecnológica definida únicamente por nosotros, y no por los intereses de alguien más, sea quien sea.