Los últimos dos años se ha generado el 90% de datos que existen en el mundo, mientras que en lo que va del 2013 se han generado alrededor de 1,000 exabytes (1 exabyte equivale a un trillón de bytes). Con esta cantidad de información producida, parece que el mundo es más asequible, que tenemos los datos suficientes como para mejorar la relación ser humano-entorno… No obstante, esta recopilación de datos puede ser un detonante muy peligroso para controlar las conductas y los pensamientos de las personas si no se usa responsablemente.
Los datos y las ciudades
Ya en nuestros días, muchas ciudades del mundo usan los recursos electrónicos y los datos obtenidos para mejorar su funcionamiento. En Noruega, más de 40 mil paradas de autobús permiten que los usuarios generen tuits sobre su servicio; mientras que en Londres, les colocaron tags a algunos árboles para que los usuarios aprendan más de la historia de la ciudad.
También han sido implantados algunos sensores para saber los movimientos ocultos de las ciudades. En Seattle se colocaron sensores a 5 mil objetos de plástico para monitorear hacia donde van por tres meses. El objetivo de este experimento era averiguar si los servicios de recolección y reciclaje estaban funcionando adecuadamente. Los resultados mostraron que el reciclaje en la ciudad era un caos, había objetos que se alejaban kilómetros del lugar en el que debían estar. El proyecto se llevó a cabo en el MIT’s Senseable City Lab, en donde les ocurrió un accidente bastante memorable. Al parecer un ladrón robó algunos de los sensores… Sobra decir que lo atraparon en menos de quince minutos.
La compañía Autodesk diseñó para ciudades como San Francisco, Vancouver y Bamberg (al sur de Alemania) un modelo 3D de las ciudades en las que podrían verterse los datos obtenidos por semáforos, cámaras de video, antenas, etc. para conocer el tráfico, el clima, el funcionamiento de los servicios gubernamentales, entre otras muchas cosas. Estos modelos tienen la ventaja de ser accesibles para los ciudadanos, por lo que pueden sugerir ideas para resolver problemas específicos aunque no posean conocimientos especializados.
Medición de la felicidad
Ciudades que funcionan más eficientemente sin duda mejoran la calidad de vida de sus habitantes. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de medir el desempeño de los servicios públicos, nos proponemos medir a las personas? Con la increíble cantidad de datos que se generan día a día es posible medir índices de “felicidad”, “depresión”, “salud”, etc.
El Hedonometer (“Hedonómetro”) es un proyecto que se propone medir la “felicidad” de las personas en EU de acuerdo a los tuits que producen minuto a minuto. La idea es contar la reiteración de palabras que aparecen en los tuits de los usuarios. Gracias a estas mediciones, surgió un “índice de felicidad” que muestras las horas y los días en los que la gente tuitea con alegría o con amargura. Con estos datos podríamos verificar qué sucesos hacen felices o infelices a las personas. Por ejemplo, el día más triste de los últimos cinco años fue el 15 de abril de 2013 (el día de la explosión de dos bombas en Boston); y el más feliz, la navidad del 2008, donde se destacaron palabras como “familia”, “cena” y “regalos”.
Con datos como estos, se podrían generar estrategias para provocar que las personas fueran más felices. No obstante, una recopilación tan extensa de información sobre las actitudes y comportamientos de los habitantes de una sociedad puede ser el primer factor del control autoritario y la manipulación social. ¿Hasta dónde es ético indagar sobre la información de los usuarios en internet?, ¿hasta dónde se puede usar esa información para manipular a la gente? Después de todo, aumentar los factores que producen felicidad y disminuir los que producen infelicidad es una forma de manipulación, no importa si los fines son nobles o no.
Demasiados datos, ¿demasiado control?
En este punto, hemos naturalizado perfectamente el hecho de que corporaciones como Facebook, Twitter o Google almacenan y usan nuestra información personal para ofrecernos bienes y servicios especialmente diseñados para gente como nosotros. Día tras día, estas corporaciones se enteran de lo que hacemos en línea y crean estrategias de mercado personalizadas. Ésta también podría ser una forma de manipulación: revisan nuestros gustos y debilidades para empujarnos a comprar.
La información de lo que ocurre en nuestra ciudad es muy distinta a la información sobre las personas que la habitamos. Cada vez que publicamos un tuit, lo hacemos con la conciencia implícita de que cualquiera podría verlo; por lo que es nuestra responsabilidad si compartimos información sensible. Pero, ¿debería estar permitido que nuestros tuits se recopilen y analicen junto con los de millones de usuarios para diseñar estrategias para manipularnos?
El control de nuestro estado de ánimo no parece tan grave, incluso la de nuestros hábitos de consumo puede parecer inofensiva. Pero qué tal que los datos que se recopilan pueden ser usados para controlar nuestra opinión política, nuestra forma de pensar acerca de temas polémicos como la guerra, o nos empuja a elegir un estilo de vida tranquilo en el que proferiríamos no enterarnos de las decisiones del gobierno.
La manipulación no es absoluta. Una mente inteligente siempre podrá resistirse a ser controlada. No porque tengamos anuncios constantes de un producto en nuestro muro de Facebook, eso querrá decir que necesariamente lo vamos a comprar. Con todo, no podemos dejar de reconocer que la recopilación excesiva de datos tiende a controlar todos los aspectos de nuestra vida; desde un entorno más sano, hasta la forma que pensamos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a permitirlo?