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Ciencia antigua: La clonación

Después de que se clonó exitosamente una oveja, las repercusiones morales de dicha práctica saltaron de inmediato. Ahora nos proponemos clonar animales extintos hace milenios, como los mamuts, pero la...

Después de que se clonó exitosamente una oveja, las repercusiones morales de dicha práctica saltaron de inmediato. Ahora nos proponemos clonar animales extintos hace milenios, como los mamuts, pero la clonación humana sigue siendo un tabú. Y no es casualidad, la idea de reproducir un ser humano de manera artificial ha rondado las cabezas de la humanidad desde hace mucho tiempo, y en pocas ocasiones el experimento ha acabado bien.

Homúnculos

Uno de los ejemplos más conocidos de historias sobre clonación humana antigua es el homúnculo. En latín, su nombre significa “hombrecillo”, y se refiere a una pequeña copia de un ser humano creado artificialmente. En teoría, los alquimistas y los magos creaban a estos hombrecillos para que les sirviera de ayudantes en sus trabajos, pero en muchas historias se narra que después de un tiempo el homúnculo se corrompe y puede llegar a huir de su creador o incluso atacarlo.

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Se supone que el primero en experimentar con estas creaciones fue el célebre alquimista y médico Paracelso. Algunos creían que este intrigante personaje había logrado transmutar el plomo en oro o había encontrado la piedra filosofal. También se le atribuye la receta original para crear a los homúnculos. Te presentamos tres recetas de cómo se suponía que se podría crear a este pequeño clon, algunas tienen una filiación mágica y otras una perspectiva química (o alquímica, para ser más exactos).

Receta para hacer un homúnculo I:

Se necesita: Una bolsa de carbón, mercurio, fragmentos de piel o pelo de cualquier humano o animal (escoja con cuidado, el homúnculo resultante será un pequeño clon del sujeto al que pertenece la muestra) y estiércol de caballo.

Modo de preparación: mezclar todos los ingredientes y enterrarlos rodeados del estiércol. El periodo de gestación será de 40 días, después de eso tendrá listo a su pequeño ayudante.

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Receta para hacer un homúnculo II:

Se necesita: Un alambique (se trata de un dispositivo antiguo que sirve para la destilación de líquidos, tradicionalmente se usa para destilar perfumes o alcohol), semen humano y sangre de menstruación humana.

Modo de preparación: Dejar reposar el semen hasta que se ponga putrefacto. Más tarde, mezclar vigorosamente con la sangre menstrual. Vierta el contenido de la mezcla en el alambique y, después del proceso de destilación, tendrá a su homúnculo listo para usarse.

Receta para hacer un homúnculo III:

Se necesita: Un ahorcado, tierra para sembrar, raíz de mandrágora, un perro negro, una pala de jardín, leche, miel y sangre al gusto.

Modo de preparación: Antes de incubar a su homúnculo, debe sembrar una planta de mandrágora. Un procedimiento conocido para sembrar una de estas plantas consiste en ahorcar a alguien sobre tierra fértil. Se necesita que el semen del ahorcado caiga sobre la tierra, así que antes de ahorcarlo procure que esté desnudo. Trate de que el ahorcado muera lentamente, para que en sus últimos estertores eyacule sobre el suelo.Deje crecer la planta durante un tiempo prudente, para extraerla y aprovechar su raíz. Lleve a su perro negro una noche de viernes a desenterrar la raíz, una vez que esté en su punto. Se supone que esta raíz tiene un vago parecido a una figura humana, si no es así, tendrá que repetir la receta desde el principio. Una vez que ya tiene en su poder la raíz de mandrágora, límpiela y cuídela. Críela con leche y miel, ocasionalmente puede ser útil agregar un poco de sangre para acelerar el proceso. Si cuida bien de la raíz, pronto tendrá a un humano en miniatura especialmente fiel y protector.

 

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Raíz de mandrágora.

Uno de los homúnculos más célebres de la literatura y el cine es Pinocho. Al fin y al cabo, se trata de un hombre en miniatura creado artificialmente. Por otro lado, su afán por convertirse en un “niño de verdad” no es ajeno a los deseos que se supone los homúnculos han expresado en el pasado. Tal vez el mismo Chucky, el muñeco diabólico, entraría en esta categoría, pero no podríamos asegurarlo.

El Golem

Otra figuración antigua de un clon, es el Golem, el cual pertenece fundamentalmente a la mitología judía. El Golem es un ser humano hecho de barro cocido, sin alma y frecuentemente sin el don del habla. Los kabalistas antiguos consideraban que era posible darle vida a una figura de barro y dirigir su voluntad. Algunos testimonios de época sugieren que existieron algunos rabinos que poseían sus Golems.

Sin embargo, de acuerdo a los antiguos rabinos, para crear un Golem se requiere un alto grado de santidad y sabiduría. Si alguien logra crearlo sin la preparación necesaria, no podrá controlarlo y se volverá contra él. Por ejemplo, es conocida la historia de la esposa de un rabino que intentó dar órdenes a un Golem sin ser sabia. En pocas palabras, le pidió que “sacara agua del río” y el humanoide no descansó hasta secar el río e inundar la villa del rabino.

 

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Fotograma de Der Golem (El Golem), 1920.

La clave para crear un Golem se encuentra en uno de los relatos del Génesis, en el cual se puede leer: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gen, 2:7). Aquí está la receta básica para crear un Golem. Los antiguos kabalalistas creían que las palabras del Talmud (el equivalente a lo que los cristianos conocen como “Pentateuco”: los cinco primeros libros de la Biblia) eran “mágicas”. En ese sentido, consideraban que los libros sagrados no eran un relato de la creación, sino que literalmente las palabras contenidas en ese libro eran la creación. De manera que el universo entero estaba contenido en esas palabras.

El hebreo antiguo en su forma escrita no tiene vocales, sólo representa las consonantes. A partir de esa característica, se consideraba que cada palabra escrita en el Talmud tenía una multiplicidad de pronunciaciones y sentidos casi infinitos. Un kabalista antiguo estaba convencido de que si pronunciaba esas palabras en el sentido correcto, podría manipular, cambiar o recrear la creación de Dios. La historia de los kabalistas que llegaron demasiado lejos refleja el hambre excesiva de conocimiento y el pecado de comer del árbol de la ciencia. Pero otro día hablaremos con más calma de la Kábala.

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Por ahora conformémonos con saber que las palabras del Talmud (y por lo tanto las del Génesis) no representan la creación, son la creación en sí mismas. A partir de ello, y con una figura humana de barro y usando la combinación adecuada del pasaje citado del Génesis, se puede crear un Golem. Sin embargo, las creaciones del hombre jamás serán tan perfectas como las de Dios. Se puede recrear el proceso completo de la creación del ser humano, pero es imposible insuflarle “el soplo divino”. Por lo que el Golem siempre será una especie de “Adán sin alma y sin voluntad”.

Para algunos el Golem no es más que un monigote al que le puedes ordenar todo lo desees. Pero al menos existe una historia en donde el Golem pasó a representar la resistencia judía. El Golem más famoso de la historia surgió en Praga, en el siglo XIV. Se supone que fue creado por el rabino Judah Loew ben Bezalel, conocido como el Maharal de Praga. Algunos aseguran que este Golem fue creado para detener la violencia en contra de los judíos, y que un día regresará de su sueño de piedra para volver a defenderlos.

Otra de las leyendas más populares dice que para darle vida a su escultura de barro, el rabino escribió en su frente la palabra “emet” (אמת), que en hebreo antiguo significa “verdad”. No obstante, su creación aprendió a hacer daño y a matar, y atormentando a la comunidad judía de Praga. Debido a esto el rabino, para regresar la paz a la comarca, borró la primera letra de la combinación que le había puesto en la frente. Con lo cual resultó “met” (מת), “muerte” en hebreo, y el Golem dejó de moverse para siempre.

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Una de las versiones más extendidas y mejor contadas es la del novelista Gustav Meyrink. La película muda de 1920 está basada en este libro precisamente. También Jorge Luis Borges tiene una versión de El Golem, un poema que pone en juego los problemas de la creación y el libre albedrío, algo parecido a lo que ocurre con el tabú de la clonación humana.

Aunque la tecnología para clonar a un ser vivo es relativamente reciente, el asunto ha estado en las imágenes de mucha gente a lo largo de la historia. La relación entre la ciencia y la creación irresponsable de un ser humano también se explora en Frankenstein. Por lo pronto, nos quedamos con las imágenes del Golem y de los homúnculos que nos enseñan los peligros del uso excesivo e irreflexivo de la tecnología y el conocimiento en general.

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