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Reseña: Spider-Man: Far From Home – Un gran villano para un héroe estancado

| 13 de julio de 2019
Spider-Man: Far From Home es una cinta con un villano demasiado interesante para el desarrollo mediocre de un superhéroe icónico.

La fase tres del Universo Cinemático Marvel (MCU) por fin llega a su fin. Después de 11 películas, la fase tres del MCU fue casi tan larga como las dos anteriores. En esta fase conocimos una nueva representación de Dr. Strange, de Black Panther y de Captain Marvel; presenciamos una guerra civil; vimos un evento cataclísmico de consecuencias cósmicas; y, por supuesto, nos legaron una nueva versión de un vecino amigable de Queens llamado Peter Parker. Spider-Man es un superhéroe esencial para toda esta locura expansiva del universo Marvel y es, por esencia, el personaje que tenía que cerrar sus delirios cósmicos con algo de realidad terrenal. Tal vez Spider-Man viajó al espacio, pero es el héroe más anclado en este mundo entre tantos vengadores desproporcionados.

Esta versión tan joven, tan inocente, de Peter Parker está siempre confrontándose con su propia inmadurez. Es un héroe que no está listo para dejar su nido, que necesita de figuras paternas, que sabe la responsabilidad que conlleva el poder. Esta saga de crecimiento a cargo del director Jon Watts, se ancla en el concepto de “hogar” y de “casa” porque nos muestra el crecimiento de Spider-Man como figura que se extiende más allá de Queens. El héroe de un vecindario no quiere alejarse de casa, del cobijo de edificios que le permiten cobijarse, de la cercanía hogareña de sus amigos y lo que le queda de familia. En la primera cinta, la aventura lo sacó a los suburbios, incluso, a Washington. En esta segunda parte, la aventura se extenderá mucho más lejos.

Hablar de esta película con tantos logros y tantos otros desaciertos parece muy complicado si queremos evitar los spoilers. Por eso, decidimos esperar un poco para sacar esta reseña y retacarla, como se debe, de todos los elementos necesarios para su disección. Así, hablaremos a pata tendida de la película que clausura la etapa más ambiciosa del universo fílmico más ambicioso de la historia. Y, en esta plática, encontraremos los pecados y las lecciones a las que Marvel se aferra.

Lazo de Spoilers que sirve de advertencia

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(Foto: Marvel Studios)

Una historia de Spider-Man

Spider-Man: Far From Home empieza poco tiempo después del funeral de Tony Stark. En ese sentido, está fuertemente relacionada con la anterior cinta de Marvel, Avengers: Endgame, y sirve como engranaje cómico para terminar todo el aspecto cósmico de la tercera fase del MCU. Con una maravillosa introducción, la nueva cinta de Jon Watts nos mete de lleno en un mundo cotidiano después del llamado “Blip”. No se trata del “chasquido” de Thanos como tal, sino de la desaparición y reaparición, cinco años después, de la mitad de la población de la tierra.

Aquí, los realizadores de esta cinta se dieron el tiempo para desarrollar, sin nunca perder el humor, un contexto de consecuencias lógicas: los que blipearon tienen la misma edad (como Scott Lang a su regreso del universo cuántico); los que no blipearon han envejecido cinco traumáticos años; el mundo vive en agradecimiento a Tony Stark; los balances de poder son confusos; y la escala de importancia para los problemas de los Avengers ha aumentado considerablemente. Es por eso que, cuando un poblado en México es destruido por un huracán con rostro y aparece un guerrero de otra tierra, Nick Fury no tiene a quién recurrir…. y ahí entra nuestro amistoso vecino de Queens. Pero Peter Parker no quiere ser Spider-Man, no quiere ir a resolver otra vez los problemas del mundo, no quiere que le digan que es el heredero de Tony Stark ni sentirse responsable de los Avengers.

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(Foto: Marvel Studios)

Sin Iron Man, sin Captain America, sin Captain Marvel y sin Thor, ¿quién puede guiar a los héroes más poderosos de la tierra? Esta pregunta apremiante para Nick Fury no le interesa a Parker: está a punto de salir de vacaciones, se va a embarcar en un viaje a Europa con sus amigos ñoños y no puede esperar para declararle su amor a M.J. Así que deja el traje de superhéroe en Nueva York, parte hacia Venecia y se niega a contestar el teléfono insistente de Fury.

Todo marcha muy bien en el viaje del buen Peter Parker hasta que, de los canales de Venecia, surge una extrañísima amenaza. Se trata del tercer “Elemental” que ha aparecido en la tierra (después de la destrucción en México y Marruecos), un elemental de agua que se alimenta de las venas de la ciudad. Estos Elementales parecen ser imparables y Peter, desesperado, sin traje y con todos sus compañeros en peligro, no puede hacer gran cosa para detenerlos. Pero, para su fortuna, no está solo: Quentin Beck, un autoproclamado guerrero de otra dimensión, llega a nuestra tierra (atinada y tramposamente nombrada 616) para vengarse de los Elementales y asegurarse de que no acaben con ella como acabaron con la suya. Motivado por la muerte de su hija y su esposa, Beck mata a los primeros tres elementales. Pero el cuarto elemental, el más poderoso elemental de fuego, quiere arruinar sus planes de venganza y, de paso, terminar con las vacaciones de Peter y toda la vida en la tierra.

Con esta premisa, Spider-Man: Far From Home es una verdadera historia de Spider-Man: aquí vemos a Peter Parker confrontado con las responsabilidades del poder y con su deseo, muy comprensible, de sólo ser un adolescente más (y las citas shakesperianas que no son de Star Wars lo comprueban: “Uneasy lies the head that wears the crown”); aquí aparece, finalmente, el desaparecido sentido arácnido, la necesidad de terruño y una representación actualizada y genial de un gran villano mítico de las páginas dibujadas. Este último aspecto es esencial porque, como bien dice el cliché, una cinta de superhéroes siempre se mide por el villano. Tengo varios problemas con esta cinta y estas objeciones vendrán, al final de esta reseña, a matizar los otros entusiasmos. Pero, por ahora, tenemos que tomarnos cinco minutos para hablar de la gloria de Mysterio.

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(Foto: Marvel Studios)

La paranoia del segundo milenio

En Spider-Man: Far From Home, las referencias metanarrativas son nutridas y hablan de una consciencia del lugar de esta película en un universo vasto. En la primera cinta, Jon Watts ya había metido varios momentos autosconscientes, pero aquí las referencias meta tienen una fuerza trascendente y guían la película misma. No es en vano que la cinta empiece con un montaje escolar, con fotos de stock, sobre la muerte de los Avengers. Un momento absolutamente cómico, pero una burla también a la solemnidad de la anterior cinta de Marvel.

Sin embargo, la mayor fuerza metanarrativa en esta película es mucho más sutil y mucho más concreta. El personaje de Mysterio, sus ayudantes y sus ilusiones son un comentario que rebasa, por mucho, la trama de la cinta. Al mismo tiempo lectura política y reflexión sobre el medio, esta reimaginación de uno de los villanos predilectos del universo Marvel es, simplemente, fascinante.

Aquí Quentin Beck no es un productor de efectos especiales para Hollywood porque el origen del personaje no está ligado a una idealización de los grandes estudios de cine como en los años sesenta. No, en esta cinta, Beck es el diseñador las mismas simulaciones de altísima calidad que vimos demostrar a Tony Stark en el principio de Captain America: Civil War. Este Beck toma, entonces, el tropo del empleado frustrado; tropo que ya había sido utilizado, de algún modo, en la segunda película de Iron Man y que, también, ha impulsado la maldad de cientos de villanos de cómics.

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(Foto: Marvel Studios)

A pesar de la lejanía con el orígen cinéfilo del Mysterio original, el Quentin Beck de Jake Gyllenhaal es un director de cine y creador de efectos especiales. En efecto, todo el equipo de Beck (equipo que nos recuerda, constantemente, a otras películas del MCU relacionadas con Stark), es un equipo de filmación. Ahí hay un guionista que crea historias completamente fantásticas, pero verosímiles; un fotógrafo que crea la posibilidad de los hologramas con drones; una vestuarista que diseñó el ominoso traje de Mysterio; diseñadores de producción que entendieron cómo mimetizar los movimientos de Iron Man para volar con los poderes de Dr. Strange y las entradas dramáticas con atuendos histriónicos de Thor; etc. Aquí, Mysterio, a pesar de no ser un genio de los efectos especiales Hollywoodenses, está haciendo una labor de cineasta.

En este sentido, Beck es el pilar de una lectura metanarrativa del universo que habita. Al demostrar que los habitantes de esta ficción se creen cualquier estupidez fantástica; que todos los noticiarios reproducen cualquier línea alucinada sobre universos paralelos; que, después de tantos sucesos extraordinarios, este mundo está dispuesto a creerlo todo, Beck nos está dando una cachetada con guante blanco. Porque ésta es también una mofa a los espectadores acostumbrados a tragarse cualquier ficción que se justifica con una línea rápida de pseudo ciencia. Es por eso que la primera hora de la película transcurre mofándose de todos los tropos solemnes de otras películas de superhéroes.

Mysterio representa aquí a un director de cine, claro, pero también a un actor que destila, a través de su personaje increíble, todos los clichés aprendidos de las cintas de superhéroes. Por supuesto, el personaje no está imitando películas, sino las actitudes de los héroes que habitan su universo (esa mezcla extraña de Iron Man, Dr. Strange y Thor). Pero, mucho más allá, trascendiendo los límites de su ficción, Beck nos está engañando como espectadores y esto es un comentario a la costumbre creada, en diez largos años, por el universo fílmico de Marvel. Después de 23 películas, somos crédulos de es quemas repetitivos y no cuestionamos poderes inexplicables (como nadie cuestiona los poderes de Beck en la ficción), no cuestionamos la existencia de multiversos, ni siquiera cuestionamos la incompetencia repentina de Nick Fury o los malos rendereos de los elementales.

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(Foto: Marvel Studios)

Al mismo tiempo, burlándose y advirtiendo la capacidad hipnótica y uniformadora de estas películas, el personaje de Mysterio nos advierte sobre el uso del gran espectáculo ruidoso en política. Puedes ser el hombre más inteligente en un cuarto, pero si alguien aparece haciendo un gran escándalo, nadie te va a escuchar. Los ingenieros tras bambalinas de la vida de Stark podían ser brillantes, pero jamás llegarían al poder de showmanship del millonario. Stark no nada más era brillante: él era un espectáculo de la misma manera que Trump lo es. Pueden ponerle a cualquier oponente visiblemente más inteligente, visiblemente más preparado, visiblemente más confiable, Trump siempre gritará más fuerte, causará más polémica, armará más espectáculo.

Por supuesto, no estoy comparando a Tony Stark con Donald Trump, y la cercanía no es tan evidente. La idea, más bien, es que el mundo actual prefiere los gritos a la razón, el espectáculo vacío a la reflexión pausada, las locuras de acción a la digestión tranquila de los símbolos que recibimos. Eso es algo que entiende muy bien Beck y que destila en sus discursos: “Hoy en día la gente necesita creer en algo… y, por eso mismo, está dispuesta a creer en lo que sea”. En el mundo de Trump, de los terraplanistas, de la homeopatía insistente y los antivacunas, el comentario de Beck parece extenderse mucho más allá de su propio universo.

Mysterio sólo quiere que lo escuchen y, para lograrlo, quiere imitar el ruido que hacen los superhéroes; un ruido escandaloso que les permite tener la palabra, aunque no siempre tengan algo que decir. Este cuestionamiento político, de paso, habla del peligro de los medios masivos de comunicación y de la facilidad de manipularlos. Como se darán cuenta, aquí hay otro guiño a la época de Trump y a personajes nefastos como Alex Jones que se materializan en una reaparición fantasmagórica y fantástica del James Jonah Jameson de J.K. Simmons. Ésta es la época de las ilusiones holográficas, de la paranoia tecnológica y de los engaños mediáticos; ésta es la época de la verdad relativa; y ésta es la época en la que Mysterio puede ilusionas a la gente con engaños más allá de engañar a la gente con ilusiones.

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(Foto: Marvel Studios)

Spider-Man siempre niño

Los mejores momentos de esta película están, sin duda, en el recuerdo de The Amazing Spider-Man #13, #66 y #67. En la película, revivimos esas confrontaciones tan viejas entre Mysterio y Spider-Man; encontramos a un héroe que perdió -o que todavía no aprende- su poder arácnido en una pesadilla incesante que recuerda mucho la estética valiente de Spider-Man: Into the Spider-Verse, y hay un momento en el que, realmente, Mysterio parece absolutamente invencible. Este sentido de riesgo, tomado directamente de los cómics que dieron primera vida a este villano, nos muestran a un héroe vulnerable y a un antagonista sin poderes que no deja de demostrar su poder inmaterial. Muchas películas de superhéroes corren el riesgo de perder el sentido real del peligro y un ser invencible y moralmente intachable puede convertirse en algo verdaderamente aburrido. Aquí, por el contrario, como maestro de las ilusiones en un mundo crédulo, Mysterio llega a causar verdadero terror y a infligir verdaderas heridas.

Sin embargo, a pesar de estos fantásticos enfrentamientos y de la maravillosa construcción del personaje de Mysterio, hay algo que me molesta en esta cinta. Me tardé en darme cuenta de qué es y no, no es la dirección confusa de Jon Watts, ni el diseño de producción que convierte locaciones reales en impresiones de set falso. Lo que me acaba molestando es que, en esta saga de crecimiento, el personaje de Spider-Man parece no crecer. Éste es un coming of age estancado porque Watts es un director que sabe tratar muy bien con adolescentes, pero que parece no entender cómo se pueden convertir en adultos. Después de vencer al Buitre, de pasar por el enorme trauma de ser vencido por Thanos, de desintegrarse y de reaparecer en este mundo para ver morir a otra de sus figuras paternas (porque suponemos que el tío Ben le heredó esa maleta después de morir), Spider-Man parece ser exactamente el mismo niño de la primera película.

El hecho de que Parker regale con tal facilidad a EDITH no se justifica por su calentura, ni por sus ganas de librarse de la responsabilidad. Este guión está basado en la idea de que Spider-Man siempre será un niño… y eso me parece cuestionable en una trama de aprendizaje como la que quiere hacer, en una trilogía, el director Jon Watts. Al final, cuando se revela que Nick Fury era, en verdad, Talos y que el ex-jefe de S.H.I.E.L.D está ocupado en cosas más importantes, nos quedamos con que la destrucción de Europa, de México y del norte de África, son anecdóticas. Nada más lejano de las consecuencias que tuvo Sokovia para los Avengers. Aquí, todos los muertos que resultan de la estupidez de Spider-Man, no tendrán ninguna consecuencia real porque todo esto sólo sirvió como una lección más para nuestro superhéroe.

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(Foto: Marvel Studios)

El riesgo que sentimos en las confrontaciones con Mysterio se diluye, al final, con la levedad de una película que nunca encuentra su tono. Los temas solemnes que logra entablar este fabuloso villano se borran en el chascarrillo de una trama juvenil, una trama muy divertida que recuerda a tantas comedias adolescentes, pero que no puede encajar con el perfil político de preocupaciones reales que enarbola la cinta. De esta forma, frente a problemas globales mucho más amplios, las reacciones de Spider-Man parecen ser absolutamente egoístas y una película sobre un héroe que salva al mundo o que desenmascara un complot perverso, se convierte en una película sobre un eterno niño que se deja engañar y que repara todo para poder besar a una chica.

Entiendo la necesidad de alivio cómico que siente Marvel y entiendo las tramas típicas de Spider-Man. Lo que no entiendo es el contraste fallido entre lo cósmico y lo local, entre lo solemne y lo cómico en una casa productora que se especializaba lograr justamente eso. Esta película es frustrante porque todo en ella se siente como un ejercicio fútil para regresar, después de una promesa de trascendencia, al mismo lugar del que partimos. Lo único que puede salvar toda una experiencia desperdiciada es el último gesto de Mysterio y la aparición de Jonah Jameson. Pero, para entonces, esperamos lo que sucederá después y el romance de Spider-Man con la maravillosa M.J. de Zendaya es lo único que cambió en un personaje que debería aprender algo en cinco apariciones cinematográficas tan trágicas.

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(Foto: Marvel Studios)

Spider-Man: Far From Home no me parece una mala cinta de superhéroes. Y, por supuesto, no es ni de cerca la peor película jamás hecha de Spider-Man (gracias Spider-Man emo por seguir con el honor). Sin embargo, después de la intimidad cómica y fresca de Homecoming y de la genialidad transformativa de Into the Spider-Verse, esta cinta se siente como un ejercicio de tono mal logrado. Así, a pesar del excelso villano y de momentos verdaderamente memorables, Jon Watts se muestra, en esta película, como un director bastante limitado que no supo continuar la veta de sus personajes en un mundo que, cada vez más, exigirá que crezcan.

Las escenas de acción con Spider-Man siempre pueden ser espectaculares, pero no siempre están bien dirigidas; los finales de clímax y acción pueden ser entretenidos, pero ya no son siempre sorprendentes; la comedia a rajatabla para aliviar la solemnidad puede ser una herramienta poderosa, pero también puede resultar en un truco torpe; la necesidad de crear narrativas terrenales frente a la locura cósmica se entiende, pero puede dejar de lado la importancia de la vida humana en estas cintas. Con todo, Spider-Man: Far From Home quiere ser mucho más de lo que en verdad es y el director, Jon Watts, parece incapaz de trascender los esquemas pequeños de sus novelas de crecimiento. Spider-Man no puede ser eternamente un niño berrinchudo en un mundo que le perdona todo. Tal vez este personaje merece más, tal vez merece cambiar, tal vez merece el desarrollo que vimos en Miles Morales en apenas dos horas de animación; tal vez, finalmente lo que más extraña este personaje es poder regresar a casa y desarrollarse con la madurez que, desde hace tiempo, se ha ganado.

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(Foto: Marvel Studios)

Lo bueno
  • Tom Holland y su eterno carisma fresco.
  • Jake Gyllenhaal en papeles demasiado histriónicos que no acaban en una estupidez.
  • La presencia siempre intrigante de Zendaya.
  • El desarrollo contemporáneo del personaje de Mysterio y el mensaje político que implica.
  • Las escenas pesadillescas que este personaje permite.
  • Que reaparezca J.K. Simmons en un Jonah Jameson forjado como Alex Jones.
  • Toda la primera escena post-créditos que salva a la película de ser un ejercicio fútil.
  • Que salga cinco segundos Ben Mendelsohn.
  • Que ya podemos dar vuelta a la página a la fase tres del MCU y pasar al delirio cósmico.
  • Que, a pesar de todos los tropiezos de esta cinta, se está forjando una gran trilogía.
  • Que queda Spider-Man para rato.
Lo malo
  • El guión chapucero y mal planteado.
  • La dirección confusa de Jon Watts.
  • El alivio cómico que no acaba de cuajar y que desperdicia a Martin Starr y al elenco de reparto.
  • La seriedad del problema que plantea Mysterio y la vaguedad con la que se trata.
  • Las escenas torpes de acción.
  • El diseño de producción que hace ver locaciones reales como sets en Atlanta.
  • Que el personaje de Spider-Man parece estar atrapado en la eterna inmadurez.
  • Que todo lo que sucedió en esta cinta, fuera de la escena postcréditos, parece intrascendente.
  • Que las acciones de Spider-Man parecen no tener consecuencias reales.
  • Que, con el desapego de Nick Fury, la tierra parece ser la última preocupación del MCU.
Veredicto

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(Foto: Marvel Studios)

Después de Clown y Cop Car, parecía riesgosa, pero atinada, la elección de Jon Watts para dirigir la primera película en solitario del nuevo Spider-Man de Tom Holland. Riesgosa por la poca experiencia del director con presupuestos inflados y productores celosos; atinada por la capacidad del director de plasmar miedos infantiles y adolescentes en la pantalla. Y, sin duda, la elección fue atinada para el mejor reboot de Spider-Man antes de la maravilla de Into the Spider-Verse. El desarrollo de un Spider-Man muy joven, que no necesitaba repetir la historia de orígen y que encontraba, en su propia escuela, en sus propias amistades, en sus propios cariños, a un villano elocuente para su aprendizaje como superhéroe fue increíblemente atinada.

Sin embargo, Watts parece estarse estancado en una zona de confort y, a pesar de plasmar una interpretación genial de Mysterio en Far From Home, no hay mucho más que rescatar en una película que no se atreve a liberar a un personaje de sus propias inseguridades. Spider-Man no puede seguir siendo, eternamente, un escuincle berrinchudo en un mundo que no le cobra factura. Sus traumas deben mostrarse y su aprendizaje debe desarrollarse en tramas que trascienden las aventuras románticas juveniles. Esta cinta no llega a ser tan interesante como su predecesora porque, al mantener a un personaje siempre igual, deja de lado la importancia de sus aventuras para centrarse en las pequeñeces de su vida. Y eso parece una verdadera lástima. Igual es solamente mi amarga percepción ante el cansancio colectivo por el cine de superhéroes. Igual, pienso que una película que critica ese mismo cansancio de una forma tan inteligente pudo ser mucho más que una comedia de aventuras repetitiva y poco inspirada.

Título: Spider-Man: Far From Home.

Duración: 129 min.

Director: Jon Watts.

Elenco: Tom Holland, Jake Gyllenhaal, Samuel L. Jackson, Zendaya, Cobie Smulders, Jon Favreau, J. B. Smoove, Jacob Batalon, Martin Starr, Marisa Tomei.

País: Estados Unidos.

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