El término “agujero de gusano” para la física moderna se refiere a una suerte de “atajo” en el espacio-tiempo, postulado hipotéticamente por la teoría de la relatividad general. El término fue inventado en 1957, pero siglos antes el poeta por antonomasia de la lengua inglesa, el Bardo, el único William Shakespeare echó mano de la misma imagen para expresar la corrosión del tiempo.
Por alguna razón, la física siempre se ha sentido atraída hacia la literatura. Ya sea porque en un principio ambas eran casi lo mismo, o porque en ambas el pensamiento creativo siempre ha sido un elemento clave. Lo cierto es que a largo de los años hemos sido testigos de numerosos físicos que leen a Borges, y muchos literatos que repasan obsesivamente a Einstein. Como dato curioso, conviene también recordar el caso de la novela de ciencia ficción escrita por el famoso Carl Sagan, Contact, que explora la posibilidad de usar los agujeros de gusano como túneles del tiempo
La dimensión más notable del gusto de los físicos por la ficción se puede ver en el momento en que “nombran” cosas. En efecto, denominaciones como el “big bang”, la “materia oscura” o los “hoyos negros” son prueba de que para las mujeres y los hombres de ciencia, el universo y su funcionamiento son tan estimulantes que sólo pueden ser descritos poéticamente. Un caso especial lo constituyen los “agujeros de gusano”.

El retrato “Droeshout” de William Shakespeare
Este concepto fue acuñado por Albert Einstein y su discípulo Nathan Rosen, quienes en 1935 promulgaron la existencia teórica de unos “puentes” que unían dos regiones alejadas del espacio. Hasta 1957, este concepto fue conocido como “puente Einstein-Rosen”, pero ese año el imaginativo e inquieto profesor John Wheeler, quien también había bautizado los “hoyos negros”, propuso un cambio de nombre que resultó muy exitoso: worm-holes o “agujeros de gusano”.
La fábula para justificar el nombre es la siguiente: imagina una manzana y un gusano. Para que el animalito llegue al otro lado de la fruta tiene que recorrer toda su superficie. Pero, también existe otra posibilidad. El gusano podría hacer un hoyo que atraviese por dentro a la manzana, de esta manera recorrería mucho menos espacio y podría cruzar la fruta en menos tiempo. Ahora imagina que la piel de la manzana es el universo y la analogía estará completa.
En pocas palabras, un “agujero de gusano” sería una especie de pasadizo que permitiría viajar en el espacio-tiempo. De existir, estos agujeros sería más que un deporte extremo, los huesos de un ser humano se harían polvo al intentar pasar a través de él, su estómago daría más vueltas que una lavadora y estarían expuestos a una radiación mortífera. Pero digamos que una ingeniería imposible (hasta ahora) nos permite llegar a un agujero de gusano y cruzarlo, así llegaríamos de manera rápida a una parte lejana del universo.
Ahora bien, si aceleramos una de las bocas del agujero con una velocidad cercana a la luz y dejamos la otra fija, también podríamos viajar en el tiempo. El fenómeno se relacionaría con la dilatación del tiempo de la que habla Einstein en la teoría especial de la relatividad; es decir, que si nos acercamos a una velocidad cercana a la luz, los objetos comenzarán a ralentizarse. De manera que para la boca fija habrán pasado 100 años y para la boca acelerada sólo 1. Así, un viajero que entrara en la boca fija en el año de 2113 saldría de la boca acelerada en el 2014.
Tales postulaciones se encuentran en un artículo publicado por Kip Thorne, Michael Morris y Ulvi Yurtsever en 1988. Y, aunque al momento se encuentran sólo en el terreno de la física teórica no dejan de ser estimulantes, tanto para los científicos como para los literatos. Lo curioso de este caso, es que el nombre “agujero de gusano” viajó misteriosamente del pasado, desde la literatura, para instalarse en la mesa de los físicos. En 1594 el Bardo inglés, William Shakespeare utilizó esa misma imagen para hablar del paso del tiempo.
En La violación de Lucrecia, Shakespeare cuenta una de las leyendas más populares de la fundación de Roma, en donde la casta Lucrecia se suicida después de haber sido violada. En cierto momento de la primera parte se pueden leer los siguientes versos (la traducción es de Ramón García González y se puede encontrar en la Biblioteca Cervantes Virtual junto con una edición en inglés):
“Es la gloria del Tiempo calmar enemistades,/ revelar falsedades y a la verdad dar brillo,/ dar el sello del Tiempo a las cosas más viejas,/ ser celador de día y de noche guardián,/ maltratar al injusto hasta que entre en razón,/ arruinar los palacios reales con sus horas/ y cubrir con su polvo las torres más doradas.
Llenar los monumentos de carcoma y de ruina,/ alimentar olvidos con todos los ocasos,/ borrar antiguos textos y variar su lectura,/ desplumar a los cuervos de sus alas más viejas,/ secar al viejo roble y nutrir sus raíces,/ llenar de orín el hierro forjado más antiguo/ y hacer girar la rueda de la veloz Fortuna”
¿Lo vieron? Bueno, la verdad es que el caso se oscurece un poco con la traducción. Aquí lo ponemos en inglés para que se haga palpable:
“Time’s glory is to calm contending kings,/ To unmask falsehood and bring truth to light,/ To stamp the seal of mine in aged things,/ To wake the morn and sentinel the night,/ To wrong the wronger till render right,/ To ruinate proud buildings with thy hours,/ And smear with dust their glittering golden towers;
To fill with worm-holes stately monuments,/ To feed oblivion with decay of things,/ To blot old books and alter their contents,/ To pluck the quills from ancient ravens’ wings,/ To dry the old oak’s sap and cherish springs/ To spoil antiquities of hammer’d steel/ And turn the giddy round of Fortune’s wheel”
¡Ahí está! La traducción resumida de estas dos estrofas podría ser “La gloria del Tiempo es […] llenar con agujeros de gusano las estatuas […] y girar vertiginosamente la rueda de la Fortuna”. He aquí el término. Ciertamente que Wheeler no lo extrajo de Shakespeare aunque podría parecer que es así. En cambio, se trata de uno de esos casos extraordinarios que nos hace pensar que toda lo poesía del mundo, la literaria y la científica, se encuentra interconectada.
Probablemente los físicos responsables del artículo sobre los “agujeros de gusanos” como pasajes para viajar en el tiempo estarían sólo parcialmente de acuerdo con Shakespeare. Tal vez en su nombre dirían “La gloria de los agujeros de gusano es girar vertiginosamente la rueda del espacio-tiempo”. Quizá sepamos algo más de esto en el futuro.

Lucrecia cometiendo suicidio, estatua en mármol por Philippe Bertrand