Un estudio aplicado a un grupo de monos de las inmediaciones de Fukushima, Japón, mostró que la radiación pudo haberlos afectado de formas alarmantes. De ser así, el peligro potencial para los humanos y la fauna del lugar podría ser catastrófico.
Si alguno de ustedes sigue atorado en la ficción atómica de los cincuentas, deben saber que los animales expuestos a la radiación no se vuelven gigantes, más bien padecen enfermedades y se debilitan. Es el caso de los monos japoneses que habitan las montañas cerca de Fukushima, sitio del terremoto y el tsunami que pusieron en alerta radioactiva a todo el mundo hace tres años. Así que los habitantes de Tokio pueden relajarse porque ningún mono gigante asolará su ciudad, aunque por otro lado los habitantes de Fukushima tienen mucho de qué preocuparse.
Monos Japoneses (Macaca fuscata). Foto: SITS Girls
El estudio dirigido por Kazuhiko Ochiai comparó a monos cercanos a Fukushima y cercanos a Shimokita, lugar alejado de la crisis nuclear. Los primeros mostraron un bajo conteo de células en la sangre y altos niveles de radiación en comparación a sus parientes del norte. Los 61 monos del primer grupo viven a 70 kilómetros de la planta nuclear y presentan entre 78 y 1778 becquerels (unidades de radioactividad) por kilógramo en los músculos a tres años del desastre. El bajo conteo de células que también presentan podría poner en peligro su sistema inmunológico, lo que los hace vulnerables a diversas enfermedades.
El estudio tiene especial relevancia porque nos da una idea del impacto que podrían sufrir diversas formas de vida en la zona, sobre todo los seres humanos. Según Tim Mosseau, un biólogo de la Universidad de Carolina del Sur que no está relacionado con la investigación japonesa:
“Los descubrimientos son consistentes con lo que nosotros hemos encontrado en los glóbulos rojos y la hemoglobina contenidos en los niños que viven cerca de Chernobyl”
Mono japonés en el Santuario de monos en Iwatayama, Japón
En suma, la radioactividad encontrada entre los monos japoneses puede ser un indicador más o menos preciso de las afecciones humanas potenciales después de la catástrofe nuclear. Como vemos, las consecuencias reales de esta tragedia no han sido medidas exactamente y es muy probable que veamos más efectos negativos en un futuro.
A pesar de todo, existe una remota posibilidad de que la radiación contenida en los músculos de los monos no esté relacionada con el bajo conteo de células en su sangre. Es decir, es posible que esto último sea consecuencia de una variación aleatoria en la especie; lo cual representaría una rara pero no imposible coincidencia. Como sea, habrá que ampliar el estudio con más monos de la zona de Fukushima para concluir que las afecciones que sufren provienen de la radiación.
En suma, el panorama para estos monos no es alentador. Lo mismo ocurre con las miles de formas de vida que habitan las cercanías de Fukushima, incluyendo, por supuesto, a los humanos. Los monos radioactivos, contrario a lo que podría pensarse, no son divertidos.
Mono japonés en el Santuario de monos en Iwatayama, Japón