Reseña – Dying Light 2: Stay Human, survival horror clásico que nos recuerda que las pandemias siempre pueden empeorar
Jugar videojuegos de zombis y pandemias después de todo el desastre ocasionado por el COVID-19 es cada vez más interesante. Desde el remake de Resident Evil 3, hasta The Last of Us 2 y, por qué no, Death Stranding, todos y cada uno de ellos nos han mostrado el máximo nivel de locura que puede alcanzar una enfermedad, un virus que colapsa al mundo entero y una sociedad que intenta escapar de la locura. Para llevar nuestros miedos pandémicos a un nuevo nivel, Techland regresa con la secuela de Dying Light, un título que logra combinar el frenetismo de Mirror’s Edge con el horror de un mundo post apocalíptico de Resident Evil.
Stay Human
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A pesar de tratarse de una secuela, Dying Light 2 propone un escenario completamente diferente para mostrar el avance de la devastación. En esta ocasión nos encontramos en el año 2036, 22 años después de los eventos del primer juego y 15 años después de la caída de todo el mundo a causa de una pandemia mucho más letal y contagiosa. A diferencia de lo que vimos en la primera entrega, el nuevo virus es inmune a las curas existentes y solo se puede controlar a través de luz ultravioleta. Sin embargo, la humanidad sucumbió casi por completo y los pequeños asentamientos que todavía se mantienen en pie son regidos por la locura o se encuentran divididos por diferentes facciones que buscan mantener el control.
Nosotros tomamos el papel de Aiden Caldwell, un joven que ha vivido toda su vida bajo los estragos de la pandemia y que no conoce nada más allá de la muerte. Aiden ha elegido el camino del peregrino, un oficio que lo lleva a enfrentar de primera mano a los muertos vivientes, mientras atraviesa ciudades devastadas con el fin de mantener conectada a la humanidad. Sin embargo, nuestro protagonista tiene una misión muy específica: encontrar a su hermana Mía. Ambos crecieron en los laboratorios que buscaban encontrar la cura a la primera pandemia, por lo que se convirtieron en ratas de laboratorio y en algún momento de su infancia fueron separados por culpa del Doctor Waltz, encargado de las investigaciones y experimentos con niños.
De regreso en 2036, Aiden consigue información sobre el paradero de Waltz, por lo que emprende camino a Villedor, una ciudad en Europa que logró sobrevivir a “La Caída” gracias a sus fuertes muros, pero que hoy en día se debate el poder entre tres grupos muy distintos: los Pacificadores, una fuerza paramilitar; la gente común que se atrinchera en un lugar conocido como El Bazar; y un grupo de violentos sobrevivientes conocidos como Los Renegados. Teniendo en cuenta que el fin del mundo ha aislado a los pocos sobrevivientes, la llegada de un peregrino no es vista con buenos ojos por los habitantes de Villedor. Por suerte, Aiden tiene un objeto bastante preciado que hará más interesante su travesía, al mismo tiempo que lo convertirá en una persona importante en la ciudad. Aiden comienza la búsqueda de Waltz y Mía bajo la incertidumbre de una sociedad que siempre está alerta y un montón de personajes que desean adquirir tanto poder como les sea posible.
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Tras un enorme tutorial y la presentación de varios de los personajes que nos acompañarán durante las más de 30 horas de juego, podemos comenzar a inmiscuirnos en Villedor para conocer más sobre sus habitantes, los riesgos que viven en su día a día y las preocupaciones que tienen en un mundo infestado por zombis. Sin embargo, lo interesante está en la conceptualización del mundo, tanto por la ya mencionada división de facciones, como por los eventos a su alrededor. Toda la atmósfera está inspirada en The Walking Dead, bajo la premisa de “nosotros somos los muertos vivientes”; o sea que el verdadero peligro está en los humanos.
Una vez que comprendemos que el verdadero peligro está en los vivos, la campaña se torna más interesante. De hecho, la estructura narrativa del juego nunca nos pone a los zombis como el gran peligro dentro de la historia. Claro, por las noches los muertos infestan la ciudad por completo y es casi imposible moverse con libertad, mientras que en el día los edificios están atascados de estas criaturas y no podemos explorar con tranquilidad. Estamos en un juego con zombis, así que debemos escapar de estos a toda costa y no podemos dejar que nos ataquen. Pero los conflictos de la historia apuntan a los personajes que vamos encontrando, personas que libran sus propias batallas y que están dispuestos a darlo todo por llegar hasta las últimas consecuencias. Algunos son malos por naturaleza, y otros han sido transformados por el mundo, pero cada uno de ellos con potencial suficiente para interesarnos en la travesía.
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Mientras que la propuesta es interesante, la dinámica final no es tan brillante. Dying Light 2 recurre constantemente a estirar las pequeñas historias que vamos encontrando con el fin de obligarnos a explorar todo el mundo que Techland ha creado. La extensión del mapa es considerable y entre más avancemos más lugares vamos descubriendo. Esta dinámica de escenarios nos presenta también nuevos personajes, por lo que para tener el panorama completo en la historia y el escenario, debemos jugar muchísimo. La mala noticia es que la forma en que nos acercamos a las diferentes historias se siente como un ciclo repetitivo en el que después de conocer al nuevo personaje de vital importancia tenemos que hacer unos cuantos mandados, recorrer una parte de la ciudad, aprender una habilidad nueva y llegar a otro punto de la ciudad para repetir el proceso. Un bucle agotador que se inspira en el ritmo de una serie de televisión, pero que no amarra por completo la idea.
Por otro lado, este ritmo en la campaña sufre de una gran cantidad de conversaciones que rompen el ritmo de la historia; llegar a un lugar para entregar un recado y completar una misión nos roba varios minutos de conversación que en muchas ocasiones no aporta nada importante a la historia. Además, muchas de estas conversaciones brindan la posibilidad de seleccionar entre varias respuestas, pero las consecuencias son nulas y no parece que la elección tenga un peso considerable en lo que sigue después. Sobre esta misma línea, las cinemáticas también frenan de golpe la acción, y aunque son cortas, son muy constantes y a veces parecen irrelevantes. Definitivamente hay una buena idea en la concepción de la historia, pero el resultado final no tiene un ritmo estable y le falta personalidad a la narración para sumergirnos por completo en las intenciones de cada uno de los eventos.
Dentro de este apartado también vale la pena resaltar el trabajo de doblaje, así como los enormes gráficos y animaciones faciales. Muchas de las conversaciones, al ser un juego en primera persona, dejan a nuestro interlocutor de frente, por lo que podemos observar de forma clara y precisa su gesticulación, movimiento de los ojos y gestos de dolor, indiferencia o burla. Además, los diseños de personajes tienen un trabajo igual de sobresaliente para completar la inmersión en este universo. Este último punto es importante, sobre todo porque no vemos mucho a nuestro protagonista, y necesitamos conectarnos con la poca humanidad que le queda a Villedor.
Parkour, Parkour, Parkour!
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Dying Light 2 mantiene el frenetismo del primer juego, pero con nuevos movimientos que nos permiten llegar más alto, correr por todos lados y explorar cualquier rincón de las locaciones disponibles. Tras unas cuantas horas tendremos acceso a las características básicas que ofrece el juego como los enormes saltos, la capacidad de escalar y saltar entre pequeños obstáculos, movimientos de pelea básicos y algunas características de corredor. El juego se rige bajo dos mecánicas clave: salud y resistencia, así como por un árbol de habilidades que expande nuestros movimientos.
Casi todo lo que hacemos nos da experiencia: rescatar gente, atrapar un delincuente, llevar un recado o encontrar un molino para ampliar nuestros horizontes. Estos puntos de experiencia se traducen en habilidades de parkour y batalla, las primeras para tener una mejor experiencia en el recorrido a pie en la ciudad; saltar más alto, esquivar obstáculos o movernos con más estilo mientras pateamos caras de zombis y enemigos. Por otro lado, los puntos de batalla nos permiten mejorar nuestros ataques, tener más opciones a la hora de usar armas y cosas así. El árbol no presenta grandes novedades, pero requiere de muchas horas de juego; pasando la campaña y algunas misiones extra conseguí apenas la mitad de todo.
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En cuanto a la salud y la resistencia la cosa es más compleja, para este par de características debemos conseguir un objeto especial dentro del juego que se abre con la llave súper tecnológica que rige parte de la historia. Es relativamente fácil encontrar estos objetos, dependiendo la hora del día y nuestras armas y habilidades podemos sortear enemigos, pero durante las primeras 10 horas podrías sufrir horrores. Dying Light 2 nos da la experiencia completa de survival, así que en ocasiones estamos limitados por culpa de nuestras características, lo que nos obliga a poner atención en todo momento para no perder de vista estos valiosos objetos. Una vez que abrimos la segunda parte del mapa podemos crecer con un mejor ritmo, y combinar de forma más sana la exploración con la historia para no quedar en desventaja con los enemigos. Importante señalar que debes mantener el equilibrio entre salud y resistencia, sobre todo con este último, pues el juego constantemente te pide cierto nivel para llegar a lugares tanto dentro de la historia como en la exploración.
Explorar es la clave de Dying Light 2, ya sea para conseguir más salud o para encontrar misiones, personajes secretos y conocer más sobre este mundo. Para explorar debemos correr, saltar azoteas y escalar enormes rascacielos que nos revuelven las entrañas por culpa del vértigo. A diferencia de la historia, la forma en que podemos explorar Villedor y sus alrededores es bastante satisfactoria, con suficiente reto para no parar hasta llegar a lo más alto o para explorar la vida que hay en las azoteas, que han servido como una suerte de refugio para los sobrevivientes. Todo el diseño de producción alrededor del escenario es de destacarse, sobre todo en lo relacionado a las pequeñas comunidades que habitan lo más alto de casas y edificios, así como en la construcción de la ciudad para que la idea del parkour tenga sentido… llega un punto en que se puede sentir exagerada, pero funciona a nivel jugable y eso es lo único que importa.
Ese pequeño detalle del vértigo no es una idea para adornar la reseña, Dying Light 2 consigue que las entrañas se estremezcan cuando caemos por accidente y andamos por el piso ciento y tantos de una televisora. Quizá sea yo, pero esos saltos imposibles a las afueras de un rascacielos en donde debemos combinar acrobacias y lances a la Spider-Man me hicieron cerrar los ojos en más de una ocasión. Tanto la presentación en primera persona, como el ritmo de los movimientos, las secuencias de acción y el escenario consiguen brindar una experiencia espectacular y, sobre todo, inmersiva.
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Uno de los últimos puntos a destacar en el terreno del gameplay tiene que ver con esta cuestión inmersiva. Aiden está infectado, y su inminente transformación solo puede ser detenida con luz ultravioleta. Por lo tanto, no podemos permanecer mucho tiempo en lugares oscuros, así que gran parte de nuestra aventura la enfrentamos junto a un medidor que nos indica el tiempo que tenemos antes de transformarnos. Este punto es de vital importancia en misiones donde estamos atrapados en lugares cerrados o cuando salimos a explorar por las noches, y es este evento el que no mantendrá a raya durante las primeras horas de juego, pues no tenemos tanto tiempo para explorar y nuestra resistencia y salud no son tan altas como para sortear con habilidad nuestra inminente muerte.
A este punto hay que sumar las persecuciones, eventos que ocurren cuando un grupo de zombis nos persigue durante la noche y que solo podemos concluir al llegar a un refugio con luz ultravioleta; si tienes mala suerte podrías enfrentar una persecución zombi con poca vida y con una resistencia que no te dejará llegar a un refugio. Esta dinámica nos invita a explorar y correr el mapa con el único objetivo de sobrevivir, así como de entender que los saltos imposibles son nuestra única forma de seguir con vida. Lamentablemente funciona muy bien al inicio, pero después de unas horas de juego, si exploras el mapa y activas refugios, se pierde el encanto al tener más zonas seguras disponibles. Aún así, es interesante que lo que vas haciendo eb relación a las misiones secundarias te ayuda en un futuro. Además, la presión de morir, más la persecución y la falta de refugios brindan momentos bastante agradables a nivel de survival horror.
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Dentro del gameplay mi única queja es la sincronización de los movimientos de Aiden con los visuales. Por ejemplo, un salto a una escalera puede sentirse preciso para el jugador, tanto por la distancia como por el momento en que presionamos el botón, pero en la pantalla vemos que las manos de Aiden tocan la escalera después de que ya nos sostenemos solos. Y entre más complicadas son las acrobacias en el aire, más evidentes son estos fallos. Esto nos puede sacar de la experiencia, sobre todo cuando estamos muy metidos en el juego y vemos que un salto en el que nuestra frente choca con con la superficie o que claramente no atinamos el juego lo cuenta como bueno.
Además de la inagotable exploración y el combate cuerpo a cuerpo, Dying Light 2 nos presenta algunos acertijos a la Resident Evil para sacarle provecho a los complejos más elaborados que presenta el mapa, nada espectacular, pero ayudan a sacarnos de la monotonía. Por otro lado, al ser los únicos que conviven entre las diferentes facciones, principalmente entre Pacificadores y los lugareños del bazar, tenemos la posibilidad de poner la balanza en favor de unos u otros. Durante varios momentos de la historia y la exploración, tenemos la posibilidad de mandar recursos a una de estas organizaciones. Puede que el impacto no parezca demasiado al inicio, pero conforme avanzamos las mejoras toman un rumbo con más sentido y podemos obtener beneficios. Al igual que la salud y la resistencia, hay que mantener el equilibrio en nuestras decisiones.
Dying Light puede sentirse como algo agotador, principalmente por la forma en que la historia y la exploración parecen repetirse en un ciclo sin fin. Recomiendo ampliamente sumergirse a este mundo como si fuera una serie de televisión, con espacios considerables entre sesiones para 1) cubrir lo mayor posible el juego y 2) no sentir que ya hiciste lo mismo hace unas 5 horas. Como punto a favor que combina gameplay e historia, Dying Light 2 juega con los grises de nuestras acciones, sin enfocarse en poner buenos y malos, sino personajes que reaccionan según las circunstancias. Mantener ese equilibrio o decantar por algún bando podría cambiar la forma en que asumimos la experiencia final.
El fin del mundo en la nueva generación
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Durante la reseña ya he tocado el apartado técnico de Dying Light 2 y no hay mucho más que decir: visualmente es un juego bastante increíble. Los ya mencionados diseños de personajes y escenarios, combinan perfecto con la atmósfera, los juegos de luces y las pequeñas partículas que nos ponen a pensar qué tanto está respirando Aiden y por qué no lleva un cubrebocas. Por otro lado, durante más de 30 horas de juego no recuerdo haber tenido algún problema de rendimiento, una tasa estable de cuadros por segundo, buen desempeño en las animaciones, nada de popping exagerado y en general todo bastante bien.
Respecto al sonido, encontramos un trabajo igual de espectacular que los visuales. De entrada, la ambientación consigue atraparnos a través de los rugidos de los zombis, los gritos de las facciones en guerra y las conversaciones de los NPC en relación a su vida como sobrevivientes. Dying Light 2 cuenta con una banda sonora discreta, pero que nos coloca en el ambiente adecuado para cada situación; de repente hubo una pista que sonaba como el tema principal de Halloween y debo admitir que me pareció muy adecuada. Las voces para el doblaje en español latino también aportan mucho a la experiencia, con actuaciones aceptables y un sonido que no se pierde entre el ambiente o la banda sonora, un equilibrio que en juegos como Uncharted hay que configurar de forma manual.
Lamentablemente hubo unas 3 ocasiones en las que el sonido se paralizó de la nada, tuve que reiniciar la partida. Un error que adjudicó al hecho de haber tenido acceso a una versión preliminar, pero que vale la pena tener en cuenta; en especial si estás en una misión, pues además de perder los diálogos, los subtítulos desaparecen de inmediato y perdí una buena conversación por este problema. Esto último y las animaciones en los saltos que mencioné más arriba son los únicos detalles que encontré en mi partida. Sin embargo, Techland ha buscado la forma de reparar casi cualquier inconveniente que se ha suscitado a través de sus más recientes actualizaciones.
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Lo bueno
- Propuesta interesante en cuanto a la historia y narrativa
- Gran mundo abierto, muchas misiones y contenido por descubrir
- Inmersión completa en la parte del parkour
- Nivel visual y sonoro (casi) impecable
- Personajes que importan, tanto en la historia principal como en algunas misiones secundarias
Lo malo
- La propuesta rápidamente se vuelve repetitiva en el sandbox y en la historia
- Demasiadas conversaciones sin importancia
- Inicio lento por culpa del extenso tutorial
Veredicto
Dying Light 2: Stay Human es un juego que propone cosas interesantes en una ambientación poco tradicional (teniendo en cuenta la combinación de Mirror’s Edge y The Walking Dead). Sin embargo, todavía hay muchos elementos que debe pulir el estudio para un producto final más contundente. Está claro que hay un enorme compromiso de los desarrolladores por entregar juegos que valgan esos $60 dólares, pero extender la historia de forma artificial y con mucha repetición no es la respuesta, en especial cuando tienes un mundo abierto que se puede prestar a misiones secundarias con mayor relevancia que simples recados. Si le vas a entrar a Dying Light 2 tómalo con calma y no quieras devorar su mundo de inmediato, combina la historia con el mundo abierto, y sácale provecho al crecimiento del personaje. Dying Light 2 puede ser un gran juego, pero hay que poner un poco de nuestra parte para que funcione como, supongo, lo pensaron los desarrolladores.