logo-codigo-espagueti

The Dark Knight: Así vivimos el estreno de la película hace 10 años

Recordar, es volver a vivir.
tres pósters de Batman The Dark Knight
(Imagen: Warner)

En el 2008, hace lejanos 10 años, el cine de superhéroes ya era un éxito entre el público, con taquillas asombrosas de la mano de la trilogía de X-Men de Fox, y la no menos importante trilogía de Spider-Man de Sony. Pero la crítica seguía tratando mal a este tipo de adaptaciones, y no era para menos, en los 10 años anteriores se habían lanzado porquerías de la talla de Nick Fury: Agent of S.H.I.E.L.D. (con David Hasselhoff), Steel (protagonizada por Shaquille O’Neal ), Daredevil (con el infumable Ben Affleck), Elektra, Catwoman, Ghost Rider, o Los 4 Fantásticos y Silver Surfer, todas ellas grandes bodrios.

Tuvo que llegar Christopher Nolan para darle reconocimiento a un género que todavía lucha por dejar de ser únicamente un subproducto del cine de acción. Aun así, el mismo Nolan se las vio negras con su primer intento, Batman Begins,  a la que no le fue mal en taquilla ni en crítica, pero tampoco fue un suceso. Tuvimos que esperar a la secuela, The Dark Knight, para unificar a todo el mundo sobre la cinta: era, y para muchos sigue siendo, la mejor película de superhéroes de todos los tiempos.

Aun así, hace 10 años, nadie esperaba el furor que creó la cinta, aquí recordamos cómo vimos y vivimos la película en su momento.

¿Te parece que tengo un plan?

(Imagen: Warner)

Por: Edgar Olivares (@robotdice)

“Soy el perro que persigue un auto. No sabría qué hacer si alcanzara alguno. Sólo hago cosas”. Ese era yo en 2008, un tipo que realmente no tenía un plan ni intenciones de tenerlo. Sigo siéndolo. No soy una hoja al viento, pero no tengo realmente ningún interés de seguir a nadie hacia ninguna parte. Por eso es que el Joker de The Dark Knight fue tan definitivo en mi vida. Era tan punk. Tan aquí y ahora. Por eso también es que The Dark Knight es una de las pocas películas en mi vida que he visto más de cinco veces en el cine. Y sí, yo como muchos otros entendió mal la película de Nolan, pero es que tampoco es que me importe mucho.

Si fui tantas veces al cine fue para ver al Joker de Heath Ledger, no al Batman de Christian Bale con esa voz de perro enfermo y sipisapo que tanto me da risa.

La primera vez que vi la película me quedé atónito, no recuerdo siquiera haber parpadeado. Intentaba nutrirme de todo lo que veía en pantalla, memorizar, aprender. La segunda vez fue en una función nocturna en el Palacio Chino.

En la primera fila de aquella vieja sala de cine estaba tambaleándose un borracho. Como yo estaba hasta atrás -pero no en el mismo sentido que él- no podía olerlo; pero su tambaleante cabeceo lo delataba. El cabrón peleaba consigo mismo, balbuceaba incoherencias que se escuchaban en la sala y me distraía mucho.

Avanzada la película, su esquizofrénica pelea llego a un punto que se paró decidido a marcharse. Recorrió la hilera de sillas y subió un par de escalera. Pero se paró en seco y se fue en reversa, rápido, rápido, rápido; hasta que se estrelló con la pared que sostenía la pantalla y se desmayó.

Primero me paré de mi asiento, más para ver mejor el accidente que con intenciones de ayudarlo. Luego alguien gritó “¡Ahí quédate cabrón!” y me senté de nuevo. No dejé de verlo allí tirado. Me preocupe, hasta que comenzó a pelear consigo mismo otra vez, tirado. Luego se acomodó sobre sí mismo y se volvió a dormir.

La risa eterna

(Imagen: Warner)

Por: Sergio Hidalgo (@zerxhidalgo)

Hace 10 años el internet ya era el pan nuestro de cada día, pero no tenía tanta presencia como ahora. Por eso, a pesar de que se corrían infinidad de rumores en la red, difícilmente un espectador se podía arruinar las sorpresas de una película con spoilers, a menos que ese fuera su objetivo. Eso sí, en la era de oro de los foros de discusión se vivían linchamientos cibernéticos similares a los que ahora se ven en las redes sociales.

En los incontables, y ahora prácticamente extintos, foros de discusión sobre cine, cómics y cultura pop de 2008 una opinión era casi unánime, todos odiaban la decisión de Christopher Nolan de otorgar el icónico papel de Joker a Heath Ledger, un actor que merecía su fama por una comedia romántica para adolescente y una cinta que, para las pirañas cibernéticas de los años dosmiles, perdía toda valides simplemente por presentar como protagonistas a una pareja gay. Sí, cuesta creerlo, pero los foros de cómics y cine de género estaban llenos de intolerantes y homofóbicos que presumían su machismo exacerbado a la menor provocación, nerds que buscaban resaltar su hombría de maneras exageradas y ridículas.

Así, mientras el ambiente geek de la época era hostil con The Dark Knight, muchos fuimos a ver la cinta con la esperanza de ver un suceso. En lo personal confiaba en Nolan por Memento e Insomnia, dos películas que unos años antes me habían vuelto loco. Pero, aun más que en Nolan, yo fui al estreno con completa confianza de ver algo grande por un nombre menos llamativo en el cártel de la película: David S. Goyer. Goyer, el co-guionista de la cinta, era uno de mis escritores favoritos de cómics de ese momento, junto con los británicos locos Grant Morrison, Warren Ellis y Garth Ennis. Goyer escribió algunas de las mejores aventuras de superhéroes en los 51 números de la JSA que estuvieron a su cargo, modernizando para un nuevo público al equipo de bienhechores más añejo de DC Comics. No en balde, mientras estuvo escribiendo esos cómics, eran el referente de lo que una buena historieta de aventuras debía ser. Justo por es, para mí, nada malo podía salir de la mancuerna Nolan-Goyer.

Recuerdo con cariño como, acompañado de mi hermano menor, entré al cine convencido de que vería una buena película. Y como, junto con mi bro, salimos de la sala vueltos locos, convencidos de que acabábamos de ver un clásico instantáneo. Pasamos toda la tarde y la noche conversando sobre las ideas anarquistas del Joker, que a mí remitían a Max Stirner y a él a Alex DeLarge, el personaje de la novela La Naranja Mecánica de Anthony Burgess, que en ese tiempo era uno de los textos favoritos de mi carnal. Fueron horas de hablar de todo a lo que nos generó la cinta, de Tyler Durden, a Carl Schmitt, de Bill Finger a la teoría de juegos, incluso recordamos Crímenes y Pecados, la obra maestra de Woody Allen sobre la intrascendencia de la ética. Eso sí, en la madrugada me conecté a internet, y descubrí con una sonrisa que regresa y se vuelve eterna ahora que recuerdo el momento, que los miles de enemigos de Ledger habían sido convertidos al Nolan-Goyerismo.

Un viaje inesperado y la perversión de lo bueno

(Imagen: Warner)

Por: José Pulido (@RigoMortiz)

Dice Byung Chul-Han –filósofo coreano– que “de la obra de arte viene una sacudida que derrumba al espectador”. Recuerdo que en 2008 YouTube era una plataforma que apenas sumaba tres años de edad y las grandes productoras no se decantaban por tener canales oficiales y estrenar ahí sus tráilers. Para ese propósito existían distintas páginas web. Mi preferida, era la página de Apple que tenía una sección dedicada exclusivamente a los nuevos avances cinematográficos. Ahí vi, por primera vez, el tráiler de The Dark Knight y quedé fascinado.

Si Batman Begins ya me había cautivado, esta nueva entrega de Christopher Nolan prometía ser –por lo menos– igual de buena que la anterior. Después, investigando un poco descubrí que era una de las primeras (si no es que la primera) película de ficción en incluir escenas totalmente grabadas para IMAX, toda una novedad para 2008. Así que emprendí un viaje al entonces Distrito Federal en compañía de un amigo, un par de días antes para ver El caballero de la Noche en la pantalla IMAX de Cinépolis en Plaza Universidad.

Llegamos al otro día de la función de estreno de medianoche. Nunca supusimos que estaría tan atascado de gente, aun así conseguimos lugares. Dos. Hasta el frente y en la esquina inferior izquierda. En cuanto apareció la escena del asalto al banco y el Joker se quitó la máscara supe que me encontraba ante una sacudida que, como menciona Han, me derrumbaría. No me equivoqué. The Dark Knight demostró ser una película de cine noir y trajo hasta nosotros los conflictos internos profundos donde los conceptos del bien y el mal se tambaleaban con mucha facilidad, pero, sobre todo, demostraban la fragilidad con la que el espíritu humano puede llegar a pervertirse.

El Joker era un psicópata que sólo quería ver el mundo arder y que no ambicionaba nada más que poner a prueba los límites entre el bien y mal. Lo más sorprendente es que en esta película no gana Batman, triunfa la vulnerabilidad del espíritu humano que se interpone frente al bien. Harvey Dent, deja de ser el buen fiscal de distrito para convertirse en Dos Caras. Porque al final, uno “muere siendo un héroe o vive lo suficiente para ser un villano”.

Una cosa más, la gente de Cinépolis consiguió traer la Batimoto que utilizaron durante la filmación de la película. No te podías subir, sólo estaba en exhibición. Lo mejor fue descubrirla cuando salimos de ver la película y no antes, porque el vehículo cobró totalmente otro sentido, no en ese momento, sino después. La película descolocó por completo el género de cine de superhéroes e hizo de él otra cosa, y, tal vez, esa es una herida –que hace el arte sino doler–, que todavía no podemos cerrar.

ANUNCIO