Habían pasado cerca de 14 años desde que Pinochet llegara al poder e instaurara su dictadura. Era 1987, y al año siguiente, el militar buscaría reelegirse como gobernante de dicho país. Por lo mismo, los canales de televisión, los programas de radio y la prensa impresa se veían más sometidos que nunca, no se diga ya de todas aquellas personas que dedicaban su existencia al arte, pues hombres y mujeres fueron amenazados con huir del país o morir a manos de la dictadura.
Los actores fueron quienes recibieron el ultimátum: huir o morir en su propia tierra. Coronas mortuorias aparecían afuera de sus casas, y misteriosos coches los acosaban sin ningún tipo de recato. Pero decididos a alzar la voz, un grupo de 78 actores, entre los que se encontraba Jaime Celedón y Rose Styron, decidieron a plantarle cara a las fuerzas de la dictadura y denunciar los abusos cometidos hacia sus personas. En este contexto, fue Superman quien apareció para salvar el día.
Como si se tratase de la historia de un cómic, Lois Lane (en realidad, Margot Kidder) llamó a Superman (Christopher Reeve) y le comunicó la situación que se vivía en Chile. Muchos actores, entre los que se encontraban personalidades como Robert De Niro, Meryl Streep o Robert Redford, ya habían firmado cartas de apoyo a los actores chilenos. Pero Reeeve quiso hacer algo distinto, algo superheroico.
El actor, por supuesto, no lo estaba pasando bien: Superman 4 había sido un fracaso en taquilla y Reeve se acababa de divorciar de Gae Exton, con quien había tenido 2 hijos. Pero el golpe emocional no supuso un tope para el actor, quien al conocer la situación que vivían sus colegas chilenos, se lanzó de inmediato a la tierra de Nicanor y Violeta Parra.
El ultimátum indicaba que el 30 de noviembre de 1987 los actores debían dejar Chile o sufrir las consecuencias, no obstante, gracias a la mediática presencia de Reeve en El Garage Matukana (quien, al igual que sus compañeros, corría el riesgo de morir asesinado), en donde los actores organizaron un evento para plantarle cara a las fuerzas de Pinochet, la amenaza pronto se convirtió en no otra cosa que palabras hueras.
Y tú, ¿ya conocías esta conmovedora historia de Christopher Reeve?
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