logo-codigo-espagueti
logo-codigo-espagueti-white

Reseña: The Lego Movie 2: The Second Part — La digna continuación de una franquicia brillante

| 15 de febrero de 2019
Lego Movie 2: The Second Part es una película ingeniosa y divertida a pesar de no tener el enorme encanto de la primera parte.

Cuando fui a ver la primera película de Lego tenía muchísimo recelo. Pensé que sería un comercial ridículo de dos horas —en el mejor de los casos— o una espantosa mezcla de géneros como Angry Birds o Emoji Movie. Cuando empezaron los primeros acordes de “Everything is Awesome” me sentí perdido… y estaba muy equivocado. El final de esa película me parece tan revelador, reflexivo, inteligente, original y propositivo que me dejó pasmado. En serio, considero que The Lego Movie es una maldita maravilla de reflexión literaria.

Ahora mis miedos se repetían. La secuela de The Lego Movie no tuvo gran ruido antes del estreno, y todo parecía indicar que sería una secuela forzada en una franquicia que parecía extenderse demasiado (ésta es la cuarta película de Lego). Y de nuevo, las locuras de Phil Lord y Christopher Miller me sorprendieron gratamente. The Lego Movie 2: The Second Part no llega a la altura de la primera cinta: ya no tiene la frescura, ni el elemento sorpresa. Y, sin embargo, continúa la textura de este mundo con enorme seguridad, creatividad y humor.

(Warner)

Todo es oscuro

Cinco años después de la derrota de Lord Business y la llegada de los temibles Duplo al mundo de Emmet y Wildstyle, todo parece más oscuro. Las canciones optimistas se han callado, la destrucción se ha asentado y todos habitan una meseta distópica llamada Apocalypseburg. Los lugareños de este páramo olvidado han aprendido a ser rudos, a pelearse a muerte en disputas por quién es el mejor James Bond y a tener de mascotas a gatitos con cola de hacha. Es un mundo sombrío y sin esperanza que mezcla lo peor de Planet of the Apes y Mad Max con la extraña creatividad alegre de un juego para armar; un mundo constantemente amenazado por las embestidas de los extraterrestres del sistema Systeria (Hermania), que no cesan de destruir toda construcción bella y brillante.

Por supuesto, como ya conocemos el trasfondo de todo este universo, como ya entendemos que todo pasa dentro de la mente de un adolescente llamado Finn, este paisaje distópico tiene un segundo sentido. Los invasores extraterrestres son los agentes del caos, tiernos e infantiles, de la hermana chica de Finn, Bianca. Todo lo bello y brilloso es el blanco de su curiosidad infantil y, después de cinco años, el mundo que creó Finn se ha transformado en algo impermeable a los constantes ataques de Bianca; algo que no le interesa, que es demasiado sombrío para sus ganas de juegos divertidos, llenos de sonrisas y chispas y brillo.

(Warner)

El paisaje distópico corresponde, entonces, en primer lugar a una defensa natural frente a los embates de curiosidad infantil de Bianca. En segundo lugar y de manera más importante, corresponde a la adolescencia de Finn; ese momento incómodo en donde un niño comienza a preocuparse de crear una representación “madura” de sí mismo. Y esta representación se hace a través de la cultura popular. En varios momentos de la cinta se cita a Matrix y a Back to the Future como “películas que ven los niños más maduros y duros”, por ejemplo.

En estos cinco años, también, las construcciones de Bianca se han refinado. La hermana de Finn ya no construye solamente figuras aleatorias con bloques infantiles, sino que ha comenzado a crear su propio universo lleno de otros colores y de otras formas de construcción. Este universo está separado, físicamente, en el mundo real, por todo lo que hay entre el sótano y la puerta del cuarto de Bianca. Ese espacio totalmente ajeno, se traduce, en el imaginario del juego en el que viven Emmet y Wildstyle, en un universo paralelo al que se accede por la “Stairgate” (un bello juego de palabras entre “Stair Gate”, es decir puerta de la escalera, y “Stargate”, la clásica película de ciencia ficción de Roland Emmerich).

(Warner)

Mientras que el universo allende la Stairgate es un misterio, en el mundo distópico de Apocalypseburg todos viven una vida sombría de rudeza y supervivencia. Todos, claro, salvo Emmet. Emmet sigue vistiendo su chaleco naranja de trabajador y sigue escuchando el mismo pop optimista y sigue creyendo que todo es increíble. Wildstyle se está hartando, progresivamente, de su actitud risueña: parece ser el único habitante de este páramo desierto que se niega a crecer y admitir la maldad, negatividad y destrucción que reinan el mundo.

En este contexto, llega un misterioso personaje, General Sweet Mayhem (Dulce Destrucción), en una imparable nave armada de corazoncitos explosivos y estrellitas tiernas que se incrustan en las paredes. Sweet Mayhem es, evidentemente, una enviada del reino paralelo, el Systar System (Sistema Hermania), en donde gobierna la reina Watevra Wa’Nabi (Lo-que-quiera-ser). La extraña invasora se enfrenta a los habitantes de Apocalypseburg y, tras derrotar todas sus defensas, rapta a todas las figuras de liderazgo: Wildstyle, Batman, Benny el astronauta, Princess Unikitty la gatita enojona y MetalBeard el pirata.

Emmet se queda sólo y abandonado, sin la confianza de ningún habitante de Apocalypseburg: ya nadie lo considera un líder por ese optimismo tan desplazado en tiempos de locura y crisis. Sin embargo, Emmet no se rinde y deja atrás la seguridad de su hogar para intentar rescatar a su querida Wildstyle. En el camino, se encontrará con un peculiar habitante de espacios intermedios y velociraptors espaciales… y tendrá que demostrar si es lo suficientemente maduro y rudo para derrotar a la Reina y rescatar a sus amigos.

(Warner)

Todo es divertido

En esta aventura entre dimensiones, el director Mike Mitchell (un viejo lobo de mar de la animación que ya fungía como asistente de historia en Antz de 1998), logra mantener el tono divertido e irreverente de la primera parte. Y logra hacerlo sin pasar por encima de la complejidad de la historia. Mucho del humor en esta cinta, como en la primera, está en sus referencias metanarrativas sobre grandes hitos de la cultura pop.

En ese sentido, Lego tiene un enorme imperio de franquicias aliadas y lo sabe aprovechar. Incluso las alianzas que no pudo conseguir (como fue el caso de Harry Potter) las transforma de manera creativa: vemos por ahí menciones a que nadie en Marvel les contestó y a la única versión sin licencia que les alcanzó de Mary Poppins (algo totalmente ridículo y divertido). Y, en las franquicias que sí consigue, se da cuerda.

Encima de todos sigue estando el enorme Batman de Will Arnett y los divertidos Superman y Green Lantern de Channing Tatum y Jonah Hill. Además de momentos totalmente sorpresivos en donde nos encontramos a Bruce Willis (en una gran broma sobre los ductos de Nakatomi Plaza) y a toda una maravillosa mezcla histórica de máquinas del tiempo: el Delorean, la cabina de Dr. Who, la máquina imprecisa de Skynet, la máquina de H.G. Wells e, incluso, el jacuzzi de Hot Tub Time Machine.

(Warner)

Entre todo este mar de referencias metanarrativas y autorreferentes, los dos personajes que interpreta Chris Pratt son gloriosos. Sobre todo, el increíble alter ego de Emmet, el temerario Rex Dangervest con sus velociraptors del espacio. Ese personaje hace eco al maravilloso papel que llevó a Pratt al estrellato, el del despistado niño-hombre Andy Dwyer de Parks and Recreations; al personaje de Pratt en Jurassic World; a los rumores que ponen a Pratt como Indiana Jones; y a Joshua Faraday del horrendo remake de Magnificent Seven.

Las intromisiones de cultura popular sirven, entonces, como alivio cómico. Pero también son esenciales para relacionar estos dos planos de ficción, en animación y live action, a nuestro mundo. Estas referencias le dan una textura totalmente diferente y profunda a las voces que acompañan a Pratt en el maravilloso ensamble con sus compañeros de Parks and Recreations, Nick Offerman y Ben Schwartz; con las maravillosas comediantes Maya Rudolph, Alison Brie, Stephanie Beatriz, Cobie Smulders y Elizabeth Banks; con el tremendamente popular Jason Momoa (que no evita provocar burlas al antiguo Aquaman); con Charlie Day en un maravilloso papel de obsesión monotemática -como las que lo caracterizan en It’s Always Sunny in Philadelphia-; y, claro, un elegantísimo Ralph Fiennes como Alfred Pennyworth.

(Warner)

Podríamos seguir enumerando apariciones en este elenco de comedia que es simplemente espectacular. Pero es más interesante decir que, entre todas las referencias metanarrativas, los doblajes de voz dan ritmo y precisión al humor oportuno del guión de Lord y Miller. Y todo sirve para crear un universo totalmente delirante, rico en formas y colores, rico en risas y sabores, rico en música y amores. La bellísima animación de la primera cinta se amplía aquí con diferentes técnicas y la edición de Clare Knight (Kung Fu Panda) es gloriosa.

Más allá del enorme trabajo visual, encontramos en esta cinta una verdadera genialidad en las canciones del comediante canadiense Jon Lajoie. Las letras de Lajoie son oportunas, extrañamente autorreferentes y se acompañan de un ritmo pop asfixiante.

Así, esta cinta mantiene, en medio de todo el regocije de referencias, lo visual y lo musical, un nivel de humor y acción plenamente gozoso. Digo, al final tenemos una enorme pelea espacial entre pilotos velociraptors y un escuadrón de héroes heterogéneos en barcos piratas y platillos aleatorios. Y, a pesar de toda esta locura, lo que me parece más relevante de The Lego Movie 2 es que, junto a toda la diversión, junto a todo el esplendor visual, hay un aspecto reflexivo tan profundo como certero. Y es esta reflexión la que mantiene a la secuela como una digna continuación de la genialidad incomparable que fue la primera cinta.

(Warner)

No todo es increíble

La premisa de esta cinta es sencilla y a la vez convulsa. Es necesario comprender la división del universo narrativo, diegético, del juego y separarlo del mundo “real” de la ficción en live action. Es necesario, por eso, tener en mente el final de la primera película y preguntarse, a cada paso de la cinta, qué pasa en la cabeza de Bianca, qué pasa en la cabeza de Finn, qué sucede en el juego y qué sucede fuera del juego. Todos estos niveles de comprensión podrían dificultar seriamente el desarrollo de la trama, pero nunca lo hacen.

El excelente guión de esta película fue escrito por los también productores, Phil Lord (Spider-Man: Into the Spider-Verse) y Christopher Miller (Cloudy with a Chance of Meatballs) y, a pesar de que no dirigieron la cinta, se siente en todas partes su huella. Siempre creativos, siempre buscando reventar barreras, Lord y Miller quisieron continuar la premisa de la primera cinta con el balance entre los mundos de la imaginación y la realidad en espejo. Esta vez, sin embargo, era imposible repetir la sorpresa de la primera película.

The Lego Movie fue un ensayo sobre cómo las formas narrativas forjan nuestra visión del mundo; una apología de la inventividad y el desparpajo; una oda nostálgica a la manera en que comprendemos los juguetes y, en particular, los inmortales Legos. Si hay un acrónimo que desenterrar aquí es el de “Let go” (“Deja ir”) en Lego: entre el padre que pega sus construcciones, los neuróticos que siguen instrucciones y la forma caótica en que muchos de nosotros entendimos la creación de figuras con Legos heredados, desordenados, encontrados en cajas aleatorias.

(Warner)

The Lego Movie 2: The Second Part pierde mucho de la frescura de The Lego Movie: ya no es una sorpresiva y reveladora reflexión sobre el poder de la narración en nuestras vidas. Pero eso no desalentó a Lord y Miller para perseguir la continuación de una gran idea a través de un renovado conflicto. Esta vez no se trata de enfrentar la creatividad espontánea con a regularidad neurótica, sino de oponer dos tipos de juego en dos tipos de edades y de construcciones de género. Aquí el mundo imaginario de una niña de ocho años se enfrenta al mundo imaginario de un hombre adolescente en el contexto de un suburbio blanco americano.

Por una parte, el imaginario de Bianca está lleno de todos los estereotipos femeninos de construcción de género que nos podemos imaginar: figuras caprichosas y tiernas, unicornios, vampiros de Twilight, música pop, colores rosas y fucsia, brillantina, mucha brillantina y luces estridentes. En este mundo, incluso, la animación cambia de objeto y no todo se construye con Legos: por primera vez en las cuatro cintas de esta franquicia se entrometen otros materiales en la animación (telas, hilo, cartón…) para mostrar los nuevos caprichos creativos de una niña.

Por el otro lado, en un contraste marcado de técnicas y texturas, está el universo construido por un hombre adolescente. Y este imaginario tiene los mismos estereotipos de construcción de género: idea de “rudeza” opuesta a la idea de “pusilanimidad” y de “sentimentalismo”; idea de “valentía” opuesta a la idea de “cobardía”; ideas de “fuerza” y “debilidad”, de “madurez” frente al abandono de todas las “cuestiones infantiles”. El imaginario apocalíptico del adolescente no nada más está informado por la cultura popular (por Mad Max y Matrix y Back to the Future y Planet of the Apes), sino que también es un acto de rechazo al mundo. El fin de la infancia y el principio de la adolescencia es el fin de una euforia: ya no todo es increíble y los temas adultos también incluyen tragedia, violencia y un mundo que ya nunca será ideal.

(Warner)

Todo el esfuerzo de la película está, entonces, en reconciliar estas dos construcciones genéricas etereotípicas, excluyentes y tóxicas. En la parte de la ficción, Wildstyle quiere que Emmet madure, que entienda las complejidades violentas de este mundo apocalíptico, que sea rudo y nostálgico. En la parte de la realidad, Finn quiere construirse una personalidad desprendida de su infancia, en la que los juguetes sólo representan pedazos de plástico, en la que el pop es ridículo y en la que cualquier contacto con sentimentalismos o con el imaginario de su hermana pueden atentar con su frágil masculinidad en formación.

En ese sentido, el personaje de Rex es el resultado de lo que quiere Wildstyle: es Emmet convertido en rudo, nostálgico, imparable. El Emmet maduro que reclama resulta en este patán que representa todo lo contrario de lo que era: un destructor. Emmet es un constructor nato, el que ama -Eros- y Rex es el destructor nato, el que destruye -Tanatos-. El enfrentamiento aquí es tan claro que, incluso, Rex admite en la pelea contra Emmet: “Esto sólo es la manifestación de la pulsión de muerte en la mente problemática de un adolescente”. Emmet y Rex representan dos vertientes en la construcción de la masculinidad de Finn y es a través de sus juegos y de su imaginario que entendemos cómo se construye un adolescente blanco y privilegiado de suburbios americanos en un bully patán o una persona un poco más sensible.

La moraleja está entonces en la apertura y en la destrucción de esa masculinidad frágil que, rápidamente, se torna en agresividad destructiva. Claro, es mucho más divertido decir todo esto con Velociraptors en el espacio que godinean, toman café y odian los lunes… o con Superman tomando smoothies de mango veganos con Lex Luthor. En cualquier caso, la importancia de una perspectiva femenina es esencial en esta cinta.

(Warner)

En The Lego Movie, todo estaba bajo el imperio de dos hombres, padre e hijo, que se disputaban avenidas creativas. Pero aquí entra una voz distinta, una voz que quiere integrar otras voces. Por eso vemos pasar por ahí a figuras como Cleopatra, Vilma de Scooby Doo, Dorothy de The Wizard of Oz, tres formas distintas de Wonder Woman y, de forma mucho más impresionante, la jueza Ruth Bader Ginsburg, la dos veces ganadora del premio Nobel, Marie Curie y la legendaria basquetbolista con tres oros olímpicos, Sheryl Swoopes.

Al final, esta reflexión no escarba hondo dentro de los problemas de la construcción de géneros, ni sobre la violencia masculina, ni sobre las ideas de diferencia y mismidad. No tiene la misma frescura que la reflexión de la primera cinta y no tiene las mismas implicaciones generales. Aún así, es un intento loable por llevar a otro punto el juego entre realidad y ficción de estos bloques geniales para la libertad imaginativa. Y, de cualquier forma, podemos tomar esta película como una aventura divertida, llena de referencias culturales sin nostalgias que sobran y de intrigas ridículamente entretenidas; o podemos encontrar en ella el espejo de nuestras inseguridades en un mundo cada día más receptivo a los discursos de odio.

(Warner)

Por eso, la película es también una lección sobre lo que significa crecer y descubrir que el mundo apesta. Cuando se acaba la idealización infantil, empieza un camino que se va agravando, un mundo lleno de dolores y recelos y trabajo e impuestos. Es imposible seguir cantando que todo es increíble, pero eso no significa una derrota inmediata. La idea aquí es que, con el tiempo, entiendes a Radiohead y a Elliott Smith, te das cuenta de la miseria del mundo y de la fragilidad de la vida (como una barra de chocolate pensando en ser fondue), pero ese no es motivo para desesperarse, rendirse y entregarse a la apatía. El mensaje optimista de la primera cinta se transforma aquí en un optimismo realista. Puesto, con todas letras, en la genial canción final de Lajoie:

“No todo es increíble porque esas expectativas son completamente irreales, pero eso no quiere decir que no podemos intentar que todo sea increíble… al menos de una forma menos idealista.”

Todo apesta en este mundo, pero, por eso, todo es mejorable. Esta cinta está dirigida a un público más joven, menos nostálgico que la anterior película. Porque su mensaje va hacia aquellos que todavía no se sienten derrotados por el mundo, a los adolescentes que ven en su necesidad de violencia, un reflejo del mundo que los espera. Y la cinta quiere proponer otro mundo, un mundo en donde las construcciones de género no son castillos de granito infranqueables, en donde la fragilidad masculina no tiene que traducirse en violencia, en la que, finalmente, todos podemos crear algo colorido y nuevo con cualquier nuevo bloque que nos aviente esta fea vida.

(Warner)

Lo bueno
  • La increíble animación del estudio australiano Animal Logic.
  • El tremendo trabajo de doblaje encabezado por Chris Pratt y Elizabeth Banks.
  • El humor autorreferente y lleno de vivencias pop.
  • Los enormes cameos, en especial, Bruce Willis.
  • El guión de Lord y Miller que es impecable.
  • La buena dirección de Mike Mitchell.
  • La edición de Clare Knight.
  • La fluidez genial de las escenas de acción.
  • El imaginativo diseño de producción.
  • La reflexión de optimismo inocente.
  • La reflexión sobre la fragilidad masculina.
  • La pura diversión de sus sinsentidos.
  • La secuencia de créditos que es, simplemente, espectacular.
  • La música insolente.
  • Velociraptors en el espacio.
Lo malo
  • Que se pierde la sorpresa y la frescura de la primera cinta.
  • Que la historia puede ser algo convulsa.
  • Que se tiene que ver después de la primera cinta o es incomprensible.
  • Que no hay más salas con la cinta subtitulada: se pierde mucho en la traducción.
  • Que se puede agotar rápido la franquicia.
  • Que no hay más cameos de Bruce Willis.
Veredicto

(Warner)

The Lego Movie 2: The Second Part pierde mucho de la frescura de la primera película. Aún así, con un elenco impresionante, un guión sólido y una dirección segura, esta cinta es un tremendo espectáculo de humor y acción animada. Como fiel heredera de la primera parte, la cinta de Mitchell busca mantener una reflexión sobre las narraciones con las que crecemos y la forma en que nos forman. En ese sentido, a pesar de su inocencia, es un bello pensamiento sobre la fragilidad masculina y la necesidad de vernos en los sueños del otro.

ANUNCIO

Más reseñas

logo-menu-codigo-espagueti