Desde que Deep Blue, la supercomputadora de IBM, derrotó a mediados de los noventa al campeón de ajedrez Gary Kaspárov, los encuentros deportivos en los que se enfrentan robots en contra de humanos han acaparado la mirada de todo el mundo.
Lo anterior se debe, por lo menos en parte, al temor que nos ha legado la ciencia ficción referente a la inminente rebelión de las máquinas. Cuando presenciamos una de estas justas y el ganador es el humano no podemos dejar de sentir un poco de jactancia al saber que los seres electrónicos siguen siendo imperfectos. Por el contrario, cuando son los robots los que triunfan, es inevitable sentirnos un poco más obsoletos y con la fecha de caducidad más próxima.
Por ello es que no podemos dejar de apoyar a Timo Boll, campeón alemán de ping-pong que en alguna ocasión ha ostentado el primer lugar en el ranking mundial de esta especialidad. Y es que, el próximo 11 de marzo, Boll se enfrentará en un partido a KR Agilus, un robot industrial que normalmente se encarga de trabajos pesados en una fabrica, pero sus ratos libres los dedica a la práctica de deportes.
El evento es patrocinado por KUKA, una empresa alemana centrada en la fabricación de robots industriales, que planea abrir en esa fecha una nueva planta en Shanghai, lugar donde se llevará a cabo el histórico encuentro.
La competición entre el privilegiado humano y el robot obrero, por más que estemos de acuerdo con Marx y sus ideas referentes a la lucha de clases, debe ser ganada por nuestro hermano de carne y hueso. Le deseamos la mejor de las suertes a Boll y un día malo a KR Agilus.