Varios estudios han demostrado que el ejercicio puede modificar el cerebro provocando la creación de nuevas células cerebrales pero, hasta ahora, no existía un estudio que demostrara que el miso proceso fuera generado por la inactividad.
Hasta hace unos 20 años, la mayoría de los neurólogos creían que la estructura del cerebro llegaba a su madurez al mismo tiempo que los humanos llegaban a la edad adulta, es decir que no se podía crear nuevas células cerebrales después de ese proceso. Sin embargo, en los años posteriores nuevos estudios neurológicos han demostrado que el cerebro retiene la plasticidad a todo lo largo de nuestras vidas. Estudios han demostrado que el ejercicio parece ser particularmente útil para remodelar el cerebro después de la edad adulta.
Poco se sabía acerca de la manera en que la inactividad podía alterar la estructura del cerebro y, de ser así, de qué manera lo hacía.
Un estudio recién publicado, realizado por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal Wayne, investigó el comportamiento de la vida sedentaria en las ratas. Para realizarlo, los investigadores colocaron la mitad de sus roedores en jaulas con ruedas de ejercicios y dejaron que los animales las usaran a su antojo. Las ratas pronto promediaron tres kilómetros recorridos al día. Mientras tanto, la otra mitad del grupo de animales se alojaron en jaulas sin ruedas y permanecieron casi sin realizar actividades físicas.
Probablemente así se veían las ratas sedentarias
Después de tres meses, se les realizaron pruebas para determinar si las neuronas de médula ventrolateral habían cambiado de alguna forma en los dos grupos de animales. Esta neurona controla la respiración, la presión arterial, la construcción de vasos sanguíneos y otras actividades inconscientes, muy importantes para nuestra existencia.
Las pruebas demostraron que las neuronas en los cerebros de las ratas deportistas estaban funcionando normalmente. Pero en el caso de las neuronas de los cerebros de los ratones sedentarios se habían modificado, en ellas habían brotado muchas ramas neuronales. Dichas formaciones sirven para conectar las neuronas sanas con el sistema nervioso, pero en el caso de las ratas sedentarias estas neuronas ramificadas masivamente provocaban más sensibilidad a los estímulos externos, mortificando a los animales, y dejando muy sensible su sistema nervioso. Además, la presión arterial y las enfermedades del corazón aumentaron en el grupo de ratas sedentarias con tan solo cambiar tres meses sus hábitos de vida.
Los especialistas sostienen que, a pesar de que tenemos diferencias enormes con las ratas, lo mismo ocurre con nuestros cerebros cuando mantenemos un estilo de vida alejado del ejercicio.