Termina la era Jackman, termina la trilogía de Wolverine y tenemos, con Logan, una de las mejores cintas de Marvel a la fecha.
La expectativa era grande por ver Logan. Esos tráilers con Johnny Cash sonando en el fondo, esos pósters que mezclaban algo de The Last of Us con la idea de ver a X-23 reunida con los genes que le dieron vida, terminaban de hacer la espera casi insoportable.
Mientras veía película pensaba en todas las cosas que podían salir mal y todos mis miedos se derrumbaban, uno a uno, con la enorme presencia escénica de los actores, la brutalidad única y el cuento profundamente humano de redención que se desarrollaba ante mis ojos.
Logan es, junto a Days of Future Past, la mejor adaptación que se ha hecho del universo de los X-Men. Y es, de calle, la mejor película de Wolverine. Más allá de las referencias comiqueras, más allá de las comparaciones que podemos hacer con otras adaptaciones, más allá del juicio público que, desde hace 17 años, se le hace a Hugh Jackman, ésta no es nada más una excelente película de superhéroes, sino que es una tremenda cinta en su propio derecho.
Es difícil no quemar ciertos detalles al escribir sobre esta película. Sin embargo, mantendré los spoilers al mínimo y no voy a revelar nada (por más que me quemen las entrañas) del gran final de la película. Espero que compartan mi emoción y que estas líneas sirvan de homenaje al gran momento que acabo de pasar, como chamaco en dulcería, en una sala de cine.
Familia y road movie
Todo empieza con Logan borracho en una limusina Y si esa primera frase no les parece ya maravillosa es que no tienen alma. Es el 2029, y un evento cataclísmico parece haber acabado con los X-Men. Pero eso no es lo más grave: en este mundo futuro, decadente, lleno de refrescos azucarados y coches autónomos, no ha habido un nacimiento mutante en 25 años.
Así, este mundo hostil nos muestra que los mutantes son ahora cuestión de historietas y leyenda. Y Logan trabaja como conductor de limusinas de día y es niñera, junto a Caliban (el matrimonio, sin duda, más extraño del multiverso) de un anciano Charles Xavier. Toda la vida de Logan gira entonces alrededor de conseguir las medicinas para un Profesor X inestable, con una enfermedad cerebral crónica que le causa ataques psíquicos de furia descomunal.
Lo único que quiere un adolorido, edulcorado y cansado ex Wolverine, es juntar suficiente dinero para comprar un yate y perderse en alta mar, en la bahía de Vallarta, con Xavier; irse lejos de toda la humanidad decadente y vivir, en relativa paz, el resto de sus días. Pero, de pronto, aparece una mujer con una niña que le ofrece una enorme cantidad de dinero para llevarlas, protegidas, al norte del país.
Cuando Logan acepta, a regañadientes, por necesidad, la misión que le encomiendan, se desatará una carrera frenética entre quienes quieren recuperar a la niña que resulta ser, como habrán visto en los trailers, el pequeño clon destructivo de Logan, X-23.
Con esta premisa inicia una película que es una mezcla peculiar de cinta de superhéroes con nostalgia, de humanidad cruel, de redención sin trascendencias; una cinta que es también una road movie paternal y tierna, que es violencia descarnada y que tiene, en el corazón mismo de su trama, una ternura única.
El mundo vecino
El mundo que Mangold creó para esta película toma entonces elementos de la historia de origen de X-23 (como la conocimos en la publicación de 2005), con rasgos esenciales de la trama del Old Man Logan de Mark Millar y Steve McNiven. Claro, todo con su debida distancia.
A pesar de que, como en la historia de Millar, los mutantes han dejado de nacer (como lo señala Emma Frost en su momento), los paisajes son más cálidos y desérticos, el mundo sólo reconoce a los mutantes como leyenda. Pero también es evidente que aquí no se trata del mismo universo de los cómics: no tenemos a un Logan con familia, que mató a todos los X-Men por equivocación, redimiéndose con Hawkeye en los nuevos estados desunidos de los clanes Banner, Von Doom, el nuevo Kingpin y Red Skull. No, esta adaptación tomó elementos generales de la trama de Old Man Logan en cuanto a la creación compleja de un personaje atormentado y la idea de una Road Movie de elementos distópicos. Pero el mundo que crea es otra cosa.
Uno de los más grandes logros de esta película está, entonces, en representar un futuro lo suficientemente extraño para que reconozcamos que se trata del futuro y lo suficientemente cercano para verlo como una consecuencia cruda, natural y hasta lógica de la realidad que hoy conocemos. De la misma forma que Christopher Nolan logró crear un porvenir cercanamente terrible en Interstellar, aquí vemos pequeños detalles de la decadencia común que ahora vivimos.
Todo es más o menos lo mismo pero los detalles revelan mucho. Por ejemplo, en cuestiones de transporte. Los coches particulares todavía son conducidos por personas, los celulares tienen aplicaciones parecidas a Uber con interfaces más complejas, pero hay una enorme industria comercial que utiliza camiones autónomos, cosechadoras autónomos, sistemas automatizados con los que se comercian enormes superficies de maíz transgénico. Este maíz, detalle importante e intrigante, ya no se usa para alimentar a la gente (o esa es la menor de sus aplicaciones) sino para paliar la demanda creciente de jarabe de maíz en bebidas alcohólicas, energizantes, tranquilizantes, refrescos, chatarra, etc.

En Logan vemos un futuro lo suficientemente extraño para que reconozcamos que se trata del futuro y lo suficientemente cercano para verlo como una consecuencia cruda, natural y hasta lógica de la realidad que hoy conocemos
Este mundo sólo es un mundo distópico para una especie en peligro de extinción: los mutantes. Así, vemos este futuro como algo absolutamente hostil porque lo vemos desde la perspectiva de Logan; cuando, en realidad, este universo es nuestro vecino: sin héroes, sin elementos extraordinarios, dirigido por enormes coorporaciones, de sutil decadencia en la comodidad.
Logan nos muestra, entonces, una distopía para mutantes que tiene, además, el oscuro elemento del pasado. En ningún momento nos explican la situación política ni nos cuentan qué sucedió con los X-Men. Esta cinta logra así sumergirnos en un mundo lleno de dudas, de huecos en la trama, de cosas por intuir. Y eso hace de su contexto algo fascinante.
El futuro distópico, a gran escala, de Days of Future Past se explica por sí mismo; este futuro, en cambio, se explica a cuentagotas, discreto y sutil, evitando las típicas líneas de exposición sencilla en el guión. Conforme vamos comprendiendo la razón de la extinción mutante, lo que está detrás del fin de los X-Men, de las torturas de Logan y de Xavier, de la persecución de X-23 y de la venganza de Zander Rice, comprendemos un panorama devastador que redondea, perfectamente, esta saga.
Los miedos de Magneto se han cumplido aquí, la humanidad ganó la lucha evolutiva y los métodos salvajes de Stryker se han convertido, por la balanza comercial del mundo, en cuestiones mucho más eficaces y sutiles. Logan es la historia del fin de los mutantes y de la victoria de la humanidad (en los términos que ya ustedes verán), de la conquista final del hombre capitalista, ambicioso, violento, sobre la evolución natural.
Una clase de violencia
La importancia de la cercanía de este mundo con el mundo que vivimos ahora es esencial para la trama. Y es ahí, justamente, en donde importa un enorme gesto de Hugh Jackman. El actor australiano pidió que la película fuera clasificación R en Estados Unidos y, como era de esperarse, los productores saltaron de sus asientos. Para lograr, entonces, que esta cinta se filmara con todo su esplendor violento, Jackman aceptó que le redujeran el sueldo.
Así, junto a la historia de redención de Logan, tenemos la historia de redención de Jackman. Porque el actor quiso despedirse de este personaje con un propósito final: mostrar la crudeza necesaria de este mundo que se derrumba. Porque la violencia enorme, sádica, de esta película tiene un punto narrativo y no nada más es una excusa del gore por el gore. Claro, tampoco es la violencia desparpajada en humor negro de Deadpool.
Ésta es una cinta bastante seria y comprometida con su seriedad. La tremenda violencia de Logan –que es sencillamente apabullante– muestra algo que no se había mostrado antes en ninguna representación cinemática del universo Marvel: que el mundo duele, que la gente se enferma, que el mundo es cruel y las personas heridas sangran y mueren. La idea de esta violencia descarnada se acopla así, perfectamente, al tono que quiso imprimir el director en Logan: se acabaron los leotardos amarillos, se acabaron los disfraces y los ejercicios, se acabó el humor para liberar tensión.
El mundo de los X-Men se convirtió en algo real y horrendo, un mundo decadente de ambición humana y crueldad sádica, un mundo en donde se experimenta con niños, se entrenan soldados sin alma y se gratifica la violencia; un mundo en donde un padre tiene que luchar con su pasado mientras le enseña a su hija cómo sobrellevar el hecho de asesinar.

La idea de esta violencia descarnada se acopla así, perfectamente, al tono que quiso imprimir el director en Logan: se acabaron los leotardos amarillos, se acabaron los disfraces y los ejercicios, se acabó el humor para liberar tensión.
La dirección de Mangold lleva todo este propósito de manera perfectamente consciente y logra un tono que es sentimental sin ser cursi, que es tierno sin volverse banal. Además, las actuaciones que logra el maravilloso elenco sostienen un guión muy bien escrito bajo una narrativa sólida que sorprende después de los bodrios anteriores en la historia de Wolverine.
También, hay dos elementos técnicos que logran dar fuerza al tono de la cinta y justifican toda la crueldad y la violencia con una singular belleza: el maravilloso score de Marco Beltrami (responsable también de la increíble música de The Hurt Locker) y la cuidada fotografía de John Mathieson. Este fotógrafo, en sus constantes colaboraciones con Ridley Scott tiene una capacidad única para lograr escenas espectaculares de acción con momentos de gran belleza fija (vean, si no, una de las pocas cosas buenas que tiene Gladiator).
Ahí, también se juegan los colores. Porque es muy distinto el universo desértico del principio de la cinta, ese lugar sin esperanza, abandonado, polvoriento de los mutantes parias, al mundo de neón de los hombres que desemboca, finalmente, a los tonos verdes de los bosques que marcan el camino hacia la redención y la esperanza.
Este camino hacia la redención, que vuelve a trazar el trayecto de Old Man Logan en vertical (no se atraviesa Estados Unidos de costa a costa sino de sur a norte), queda entonces enmarcado perfectamente por los logros técnicos de la cinta. Y es en este marco que podemos sentir, a flor de piel, que cuando las garras hieren, los personajes también sufren; que cuando la gente muere, regresa el aspecto más animal de un Logan que busca, finalmente, reencontrarse con su humanidad.
Redención sin disculpas
Logan es, antes que nada, una historia de redención. Como buena parte de la trama detrás de los X-Men, esta cinta está muy anclada en la idea de la familia construida, extendida, de la convivencia que uno crea con las personas que quiere proteger, con la gente que uno elige en el camino, con la compañía de personas con las que alguien puede, finalmente, sentirse en casa y seguro. El sueño de Westchester County era justamente ese: Xavier no nada más creaba una escuela, sino que forjaba lazos de compañerismo que construían, en niños abandonados, la sensación de pertenecer, de tener un lugar en el mundo, de vivir, finalmente, con la familia que nunca pudieron tener.
En 2029, la Escuela Xavier para Jóvenes Superdotados es un recuerdo lejano y los mutantes que quedan son familia no por elección, no por cercanía, ideales o el carisma de un líder, sino por necesidad. Es por eso que Logan forma tan extraña relación hogareña con el Profesor X y Caliban. Vemos, incluso, una escena genial en la que Caliban y Logan tienen una pelea marital de lo más extraña y natural.
Así, en la idea de la desintegración familiar de los mutantes, de estos seres que, después de tantas luchas por unirse en pleno derecho al mundo, regresaron a ser parias, está el meollo de la película. Xavier es miserable, dopado permanentemente para que su enfermedad degenerativa no ponga en riesgo la vida de otros. Logan está perdiendo su capacidad regenerativa, vive con dolor, envenenado por el adamantium como cáncer, soportando el día a día con el reemplazo de la cerveza y los habanos por bourbon barato de gasolineras. Caliban se esconde en las pequeñas sombras de una guarida en el desierto, siempre amenazado por el sol.
Cuando llega X-23 a sus vidas, no nada más nace la esperanza de ver a un mutante joven, la esperanza de un futuro para el gen que les dio vida, sino que nace la esperanza de otra convivencia posible. La excelsa actuación de Patrick Stewart lo muestra perfectamente: su actitud cambia con la niña, vuelve a sentirse útil, vuelve a nacer en él el propósito olvidado de proteger a los suyos; de pronto, deja de ser el viejito que deben cuidar los enfermeros Logan y Caliban para convertirse, otra vez, en guía, maestro y líder.

De pronto, Xavier deja de ser el viejito que deben cuidar los enfermeros Logan y Caliban para convertirse, otra vez, en guía, maestro y líder.
Las discusiones que tiene Xavier con Logan giran siempre en torno al sentido de un propósito olvidado. No importa que X-23 sea un clon, en ella vive la esperanza de cambiar como alguna vez cambió Logan: no es un animal, un prototipo o una patente, sino un alma más, atormentada, a la que los X-Men pueden ayudar en su último suspiro sobre la t ierra.
Y la ternura burda y violenta con la que se complementan Logan y su clon/hija es algo fenomenal. La química en pantalla de los actores es única en las secuencias de pelea, como en las escasas discusiones que mantienen, en las miradas, los regaños físicos, el contacto mínimo. Aquí se crea una relación paternal, de cuidado y complicidad que redime, finalmente, a un Logan que ha perdido todas las esperanzas.
La historia de Logan es la historia de un hombre que nunca pudo ser vulnerable, que cada vez que abandona la brutalidad de su lado animal, acaba siendo herido, un ser invulnerable que ve la vulnerabilidad de todos los que lo rodean. Porque todos los seres que ha querido Logan terminan muriendo… y de manera horrible. Aquí, el máximo sacrificio de este personaje es volver a ser vulnerable, escapar de su alma animal para darle esperanza a una niña que fue creada como arma. Su legado es el de transmitir a una hija que, a pesar de la dureza de su vida, ella puede ser mejor que los hombres que la crearon. A través de Logan, X-23 podría finalmente, como él, redimirse en un propósito propio, en el compañerismo, la ternura y la protección de los débiles.
Aquí el elemento metaficcional que aparece en la película es esencial. La misión que le encomiendan a Logan es llevar a la niña a un refugio, a Edén, ese nuevo lugar mítico de santuario mutante. Pero las coordenadas de ese lugar fueron tomadas, como descubre Logan, de una historieta. La reacción del mutante es evidente: se desespera de la irracionalidad de todo, de saber que todo es ficción, de darse cuenta que se ha estado engañando porque ya no existen los santuarios.

Aquí, el máximo sacrificio de este personaje es volver a ser vulnerable, escapar de su alma animal para darle esperanza a una niña que fue creada como arma.
Finalmente, lo que comprende Logan con estos cómics que cuentan, novelada, su propia historia, es que la leyenda de lo que hicieron pervive, que la escuela de Xavier no se extinguió en vano, que lo que ellos iniciaron es un propósito eterno. No importa que el fin del viaje que emprende lleve a un lugar real, no importa que las coordenadas sean reales, no importa que Edén sea real, sino que exista la esperanza de que un edén pueda existir.
Los cómics aparecen aquí como la transmisión del heroísmo cuando los héroes no existen, la esperanza de que no todo tiene que seguir la curva progresiva e imparable de la decadencia de nuestra civilización humana. Así, Xavier se redime con la transmisión de sus ideales y, siguiéndolos, Logan se redime con un gesto de amor. La culpa de un mundo que termina, de un universo del que fueron responsables y que ahora se derrumba, termina transformándose en la esperanza de los símbolos, de la X, de las leyendas en los cómics, de la evolución que sigue su curso.
Lo bueno
- La fotografía cuidadosa y, por momentos, espectacular
- El increíble score original
- Las actuaciones de Stewart, Jackman y Boyd Holbrook
- La revelación silenciosa y expresiva que es Dafne Keen en el papel de X-23
- El increíble guión que adapta historias de los cómics creando su propia narrativa
- La maravillosa manera de crear un mundo futuro cercano
- La dirección de Mangold que crea un tono sensible sin cursilerías y violento sin gratuidad
- La historia de redención que hace honor y cierra con gloria la historia de Wolverine
Lo malo
- Que cuando, por fin hicieron honor a un gran personaje como Wolverine, la saga concluya
- Que no es seguro que volveremos a ver a X-23 y eso sería una lástima
- Que la cinta le puede parecer larga a algunos
- Que tuve que escribir esta reseña sin spoilers y me muerto por ñoñear sobre el gran final de la película
Veredicto
Logan es una increíble manera de terminar una saga con demasiados altibajos. Por fin tenemos un golpe certero de maestría cinemática en este universo, una película redonda, bien escrita, bien realizada y excelsamente actuada que rinde justo honor a sus personajes. Después de esto, está bien que no quede nada más porque esta historia de redención nos muestra que los personajes del universo desolado que vemos trascienden los finales para vivir siempre, como bellos horizontes de humanidad excepcional, en las páginas y las pantallas.
Cuando termina la maravillosa escena final de Logan, dándole todo el peso a la historia de redención y a la derrota de la culpa, escuchamos sobre los créditos The Man Comes Around de Johnny Cash. Si Hurt fue una increíble manera de recordar, en el tráiler, las torturas autoinflingidas de X-23, esta canción final le da todo el peso de expiación a una impresionante película.
“Y miré, y he aquí: un caballo pálido./ Y el nombre de quien lo montaba, era Muerte./ Y el infierno le seguía” dice la estrofa final de la canción mostrando así que todos en esta cinta esperaban el juicio final. A llegar a un final tan espectacular para una saga tan desigual podemos unirnos al coro de Cash y decir, con gusto, que la balanza finalmente se inclinó y que todos los pecados, pasados y futuros, quedan perdonados.

Título: Logan.
Duración: 137 min.
Director: James Mangold.
Elenco: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen, Boyd Holbrook, Richard E. Grant, Stephen Merchant.
País: Estados Unidos.
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