¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir!
Paul Valéry, El cementerio marino
Poco después de que se estrenara esta película, la gran leyenda viva de la animación, Hayao Miyazaki, anunció su retiro de las pantallas de cine. Ante la sorpresa de sus miles de fanáticos alrededor del mundo, el maestro de 73 años, decidió ponerle fin a su carrera como director básicamente porque con los años se ha hecho mucho más difícil para él terminar una película: “Tras Ponyo en el acantilado empleé cinco años para realizar The Wind Rises. Realizar otra película me llevaría mucho más tiempo debido a mi edad. En cuatro meses tendré 73 años, significando que estaría cerca de los 80 cuando la película se estrenara. Sería estúpido si dijera que quisiera continuar”.
Para cerrar una carrera plena de belleza, Miyazaki optó por una obra extraña, difícil de discernir para sus fanáticos de toda la vida y temáticamente más compleja que las anteriores. Existe una línea bastante clara entre las películas de este autor, normalmente enfocadas al crecimiento de la niñez a la edad adulta, la naturaleza y la paz. Sin embargo, como última obra decidió presentar una cinta enmarcada en los albores de la Segunda Guerra Mundial que narra la vida del ingeniero en aviación Jiro Horikoshi.
Para muchos críticos y seguidores del cineasta ha sido difícil entender este último filme dentro de su obra. Es decir, en él encontramos la animación magistral, los diseños delicados y la música perfecta que acompañan todas las obras del autor; pero extraña la elección de un tema histórico enmarcado en fuertes referencias a la literatura europea. Sin embargo, y a pesar del escepticismo de muchos, Se levanta el viento es una obra maestra dentro de la animación contemporánea y un perfecto canto de cisne para el veterano Miyazaki.
¡Se alza el viento!
Parte del guion de esta película está basado en la novela corta homónima de Tatsuo Hori. A su vez, este autor japonés de la primera mitad del siglo tomó el nombre de los versos finales de El cementerio marino de Paul Valéry: “¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir! / ¡Cierra y abre mi libro el aire inmenso, / brota audaz la ola en polvo de las rocas! / ¡Volad páginas todas deslumbradas! / ¡Olas, romped con vuestra agua gozosa / calmo techo que foques merodean!”.
En su obra más importante Valéry se suma a la idea de que la belleza es una suerte de valor supremo que garantiza el sentido del espíritu humano en la tierra. Pero está lejos de considerarla un valor absoluto. Por el contrario, el acceso a lo bello está marcado por contingencias humanas: el tiempo, la falibilidad, el olvido y la muerte. La belleza existe en nosotros en la medida en que somos capaces de crearla, y en su desarrollo somos nosotros mismos los que crecemos a su lado. En otras palabras, el poema de Valéry es al mismo tiempo una introspección que una iniciación. La belleza “sucede” dentro del poema en la medida que lo leemos y crecemos con él, pero llega un punto en que el poema termina, la experiencia se agota y la belleza nos abandona: “se levanta el viento”.
Jiro Horikoshi, el protagonista de esta película, es un personaje histórico que diseñó los aviones Zero utilizados por Japón en el ataque a Pearl Harbor en 1941. En la versión de Miyazaki, seguimos a Jiro desde su niñez en su obsesión por la construcción y diseño de aviones. Desde su infancia, Jiro tiene constantes sueños en los que se encuentra con el también ingeniero histórico Giovanni Caproni. Los encuentros entre estos dos personajes en los momentos más intensos de la trama son casi recordatorios de la belleza y la obsesión de Jiro por recrearla en los aviones que diseña.
Caproni es el mentor de Jiro a través de su viaje, el constante recordatorio de que la belleza pasa, el arte es falible y está sujeto a los rigores del tiempo. Como espectadores, es fácil pasar por alto este recordatorio y ver la trayectoria de Jiro como una suma de fracasos hasta llegar al éxito al diseñar un avión. Pero justamente son los sueños con Caprioni los que nos previenen contra la simplicidad: esto es el arte, no el éxito, sino el crecimiento de sentido que podemos experimentar con él.

Un Mitsubhisi Zero en el ataque a Pearl Harbor
Más adelante, el mismo Caproni claramente le advierte a Jiro “los aviones son un sueño maldito”, un sueño hecho para perderse, para esparcir la muerte y destruirse (no es casualidad que los Mitsubishi Zero que Jiro diseña en la vida real hayan sido utilizados por la unidad japonesa de ataques suicida o “kamikaze”). Y aun así la experiencia estética permanece porque no importa su falibilidad si son capaces de crear sentido a la vida humana. De manera que el propio Caproni asegura: “prefiero vivir en un mundo en donde hay pirámides que en un mundo en donde no las hay”.
En una nota audaz e inteligente, Miyazaki hace una retrospectiva de su obra hasta llegar al momento culminante de la película. Pero en lugar de darnos una nota trágica como final de la experiencia estética, se suma a Valéry y nos anuncia: “se levanta el viento”, la belleza se esfuma, ahora “tratemos de vivir”. La belleza encontrada y perdida por parte de Jiro y sus aviones ulteriormente es capaz de engendrar un sentido trascendente, aunque sea dentro de una sola vida humana. Lo mismo ocurre con el propio Miyazaki ante su obra, y probablemente también suceda entre nosotros, sus espectadores, y Se levanta el viento.
Tratemos de vivir
El otro referente básico para esta película es la novela cumbre de Thomas Mann, escrita también en el periodo de entreguerras. La montaña mágica recoge las experiencias de Hans Castorp en un sanatorio de Davos. En muchos sentidos, se trata de una novela de iniciación en la que el personaje pasa de ser un perfecto burgués a un soldado hundido en el “vacío” de la Primera Guerra Mundial, merced al aprendizaje de diversas posturas políticas, estéticas y éticas que pasan del diletantismo al compromiso social.
Hay un relación estrecha entre esta novela de Mann y la película de Miyazaki. El hecho de que Nahoko, la enamorada de Jiro, esté enferma de tuberculosis y se encuentre recluida en un sanatorio en la punta de una montaña es ya un indicador poderoso. Adicionalmente, la novela es mencionada y el personaje alemán que media entre los amores de Jiro y Nahoko se apellida Castorp. No obstante, aunque Se levanta el viento es también en cierto sentido un relato de iniciación, deriva por caminos muy diferentes.
Mientras la novela de Thommas Mann hace sucumbir posturas esteticistas como la del propio Valéry ante el sinsentido de la guerra, la película de Miyazaki se esfuerza por rescatar el sentido de la belleza (“tratemos de vivir”) a pesar de la misma. Las referencias de los lectores de Mann en la película son perfectamente disfrutables, pero tienen sus límites. Para muchos críticos, la película ha sido no más que una versión ligera y melodramática de la novela alemana, pero eso no pasa de ser una apreciación demasiado apresurada.
Los amores entre Jiro y Nahoko distan mucho de los de Hans y madame Chawchat. En este caso el referente no es la obra de Mann, sino la novela de Tatsuo Hori en la que declaradamente se basa el guion. Escrita diez años después de La montaña mágica, esta novela corta narra los avatares de una mujer enferma de tuberculosis en un sanatorio de Nagato, y del esposo que sube a visitarla. Lejos del efecto melodramático, el relato cuenta el valor del amor para enfrentarse a la muerte. Es decir, el amor perece, su destino es siempre morir, pero aun así los personajes deciden enfrentarlo aunque la mujer con tuberculosis morirá en poco tiempo.
La valentía de Jiro y Nahoko tiene el mismo signo que el sueño de los aviones, pero su expresión corporal la hace más cercana y sensible. Su amor está maldito porque sólo producirá muerte, soledad y abandono; pero se entregan a él porque les aporta un sentido que permanecerá. El doble sueño de belleza (arte y amor) de Jiro tiene la misma duración fugaz, pero el personaje se entrega a él porque la vida necesita sentido antes que perdurabilidad. Es importante considerar la historia de Nahoko en el marco general de la película y no sólo como un melodrama episódico, porque su presencia es la otra cara de la moneda del sueño maldito.
El mundo pasa, el arte y el amor se terminan, al final Jiro y Miyazaki eligen el camino del sueño maldito; después “hay que intentar vivir”. Ya sea en clave de pérdida, de fracaso o de abandono, el final de la película es conmovedor porque nos pone no ante la resignación, sino ante el sentido trascendente capaz de rescatar la experiencia humana incluso de la muerte o la guerra.
En la escena del compromiso entre Jiro y Nahoko, Castorp, el simpático alemán que los acompaña en el sanatorio les canta:
“Das gibt’s nur einmal, das kommt nicht wieder. Das ist zu schön um wahr zu sein”
“Esto sólo sucede una vez, y no volverá a pasar. Es demasiado hermoso para ser verdad”*
*La traducción se la debo a @Filosofastrillo y su reseña.

Título: Kaze Tachino
Duración: 125 min.
Fecha de estreno: 24 de julio de 2014
Director: Hayao Miyazaki
País: Japón