Reseña Oscar 2022 – Licorice Pizza, la biográfica y refrencial historia de amor imposible de Paul Thomas Anderson
A modo de autobiografía, con varias anécdotas que marcan el ritmo de la historia y con dos protagonistas entrañables, Licorice Pizza llega a México para presentar una visión nostálgica y melancólica del amor, que probablemente no sea compatible con nuestros tiempos… pero vaya que nos hace suspirar. Paul Thomas Anderson regresa a la década de los setenta para contar una historia que tanto a nivel ficticio como en el plano de la realidad lleva el sello del director por todos lados.
Licorice Pizza nos lleva al San Francisco de los años setenta, una versión de esta ciudad que ha sido construida a través de los mejores recuerdos y sueños de Anderson. Ahí encontramos a Alana (Alana Haim) y Gary (Cooper Hoffman). Alana, una mujer de 25 años que sigue buscando la forma de sobrellevar la vida hasta que su gran oportunidad aparezca en el mapa. Gary un chico de 15 años lleno de sueños potenciado por su pequeña carrera como actor. Licorice Pizza es una historia de amor, donde el chico se enamora perdidamente de la mujer, mientras que ella repele cualquier intención romántica con una apatía que resulta encantadora.
Universal Pictures
Teniendo en cuenta que es la conveniente interpretación de Anderson sobre un romance de verano, Alana decide pasar tiempo con Gary y sus amigos, e incluso los ayuda en sus diferentes negocios como vendedora, modelo y representante. Sin embargo, lo verdaderamente importante está en la relación platónica de ambos, el rechazo, la incertidumbre y el miedo que tienen por encontrarse. Durante dos horas seguimos sus complicaciones, rabietas e intentos de seducción, situaciones que hoy en día podríamos señalar como parte de una relación tóxica, pero que en el cine se resuelven como eventos románticos.
Licorice Pizza parece ambientarse en un mundo fantástico, donde cualquier adolescente puede abrir un negocio con poca plata, al mismo tiempo que es recibido en bares y negocios como si fuera una estrella de Hollywood. Este escenario extraordinario nos invita a dejar atrás cualquier cuestionamiento en relación a la edad de los personajes, sus acciones y la forma en que se involucran con su propio universo, lo que nos ayuda a enfocarnos por completo en Alana y Gary. Y este punto se refuerza a través de la química que proyectan ambos actores durante toda la cinta.
Toda la historia es una fantasía adolescente, donde las conveniencias impulsan los momentos más emotivos para pegar directo en los sentimientos de la audiencia. Para Gary, Alana es inalcanzable, pero de algún modo consigue quedarse junto a ella en todo momento. Mientras que para Alana, Gary es solo un niño, sin nada que lo haga destacar, pero con un encanto natural que la hace regresar a él cada vez que se separan. Y como ninguno de los dos sabe qué quiere, la historia se complica a través de pequeñas historias que son tan extraordinarias como irrelevantes, un mero pretexto para complicar el final que todos en la sala están esperando.
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La mala noticia es que la historia se revuelve entre la fantasía y las anécdotas, y por la mitad se entorpece la narrativa para poner sobre la mesa otra historia que solo Paul Thomas Anderson entiende en su totalidad. A partir de ese punto, Licorice Pizza se divide para que podamos conocer mejor a los protagonistas de forma individual, lo que rompe el ritmo que la película había manejado hasta ese punto. Este cambio da profundidad a la historia, pero no es la mejor parte de toda la cinta… aunque resulta esencial para el desenlace.
Por otro lado, lo que Anderson nunca pierde es el estilo, y la cinta manifiesta por completo su amor por el cine, el cariño que le tiene a la época y la libertad que emana la década de los setenta. Cada una de las acciones de Gary y Alana responden a esa visión desenfadada del director en la que el amor lo tenía cautivado, y por consecuencia no importaba que el mundo se destruyera a su alrededor. Al mismo tiempo, fuera de la ficción y dentro de la concepción de la película, Anderson consigue clavar referencias contundentes sobre su estilo, desde la participación de Cooper Hoffman, hijo de Paul Seymour Hoffman, hasta la elección de Alana Haim, quien es hija de un viejo amor platónico del director… tal y como pasa en la cinta.
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Independientemente de su origen, tanto Hoffman como Haim consiguen una interpretación espectacular a lo largo de toda la película. Ambos se perfilan como grandes actores, y este primer acercamiento a su trabajo es toda una fantasía en la que vale la pena involucrarse. Sobre esa misma línea, el trabajo técnico de la cinta en el diseño de producción, la música que acompaña la puesta en escena y la fotografía, terminan por adentrarnos en la historia de amor… o desamor… o relación tóxica. Están enamorados, y se las creemos lo suficiente para que nos importe.
Lo bueno
- Las actuaciones de Copper Hoffman y Alana Haim
- El soundtrack y la fotografía
- Las pequeñas referencias al cine y la televisión de la época
- La libertad que proyectan todos los niños en la cinta
- La historia de amor
Lo malo
- La aparición de Sean Penn
- A la mitad el ritmo cambia de forma radical
- Ella tiene 25 y el 15… solo digo
- Sí parece algo tóxica la relación
Veredicto
Licorice Pizza juega entre el drama y la comedia para engancharnos con sus protagonistas e invitarnos a recordar nuestras mejores fantasías de verano y amores imposibles. Por momentos las vivencias del director y la pasión que emanan sus recuerdos nos apartan un poco de la historia principal, pero al final la historia tiene suficiente fuerza como para querer que esta versión del amor triunfe frente a nosotros. Paul Thomas Anderson no entrega su mejor película, pero puede ser la cinta ideal para adentrarse al estilo del director, y dejar que la vida siga fluyendo a través de nuestras fantasías.