Quentin Tarantino ha logrado convertirse en una figura icónica dentro de la industria cinematográfica gracias a su peculiar y controvertido estilo de hacer películas, mezclando altas dosis de violencia con humor negro. Sin embargo, hoy en día, Tarantino también es conocido por su fetiche de pies.
Así es: en cada uno de sus proyectos, desde sus obras menores y hasta las mejores películas del director, Tarantino ha hecho de los pies, específicamente los femeninos, un tema recurrente. Este detalle ha despertado la curiosidad tanto de los fanáticos como de los críticos, creando un ambiente de opiniones divididas en el que podemos escuchar argumentos que defienden o atacan este particular gusto del director de Pulp Fiction.

Pies, ¿deseo sexual o buen cine?
Pero, ¿por qué una persona puede desarrollar un fetiche con esta parte del cuerpo humano? Existen diversas teorías al respecto. En la Época Medieval, y hasta bien entrado el siglo diecinueve, los pies eran vistos como una parte íntima u objeto de deseo, y estas es una visión que, aún permeada, ha llegado hasta nuestros días. En tiempos más actuales, el neurólogo Vilayanur S. Ramachandran señala que los pies y los genitales ocupan áreas contiguas en el cerebro y puede que existan enlaces entre estos órganos. Freud, por ejemplo, lo relaciona con experiencias vividas durante la infancia
Lejos de los planos-detalle que aparecen prácticamente en Pulp Fiction, Jackie Brown, Kill Bill, Death Proof, Bastardos Sin Gloria y más recientemente en Érase Una Vez en Hollywood donde las patas de Margot Robbie y Margaret Qualley fueron el centro de atención, el director ha hablado de su amor por los pies. En una entrevista concedida a GQ, Tarantino, luego de hacer un gesto de decepción por haber sido cuestionado acerca de su obsesión, respondió:
“Hay un montón de pies en los buenos directores. Así es la buena dirección. […] Antes de mí, era Luis Buñuel. Y Hitchcok ha sido acusado de eso y Sofia Coppola también”.

Entonces, ¿mostrar pies con tal efusión es algo bueno o algo malo? La especulación general siempre apuntará a que el fetiche de los pies de Tarantino es una expresión de su propia locura y atracción sexual, mientras que otros argumentarán que dicho elemento funciona como símbolo o como un motivo visual más en su narración.
Para el cineasta, los pies representarían una forma de poder, vulnerabilidad o intimidad. Un símbolo de sensualidad, rebelión, incluso peligro y dolor como lo hemos visto en Kill Bill y en A Prueba de Muerte. Aunque innegablemente, también se representan como objetos de deseo, captando la atención tanto de los personajes en pantalla como de la audiencia. Pese a todo, hay quienes acusan a Tarantino de cosificar a las mujeres a través de su fetiche de pies, reduciendo los personajes femeninos a meros objetos sexuales.
Independientemente de la opinión sobre el fetiche de Quentin Tarantino, no se puede negar que se ha convertido en una parte integral de su identidad cinematográfica. Es un elemento característico que distingue sus películas y que despierta la curiosidad y el debate entre los espectadores. Por algo es memorable en Hollywood, reconocido, legendario. Claro que no solo por las patas, pero este elemento desafía la norma social traspasando los límites de la narración tradicional, y vaya, no es que me gusten los pies, de hecho me parecen en general espantosos, pero me encantan las películas de este director.
Quien se sienta demasiado incómodo con ello, pues quizá debería primero analizar de manera introspectiva qué es lo que lo lleva a detestar ver pies de forma tan explícita en la pantalla grande. ¿Un fetiche reprimido, tal vez? En fin.
El fetiche de pies de Quentin Tarantino en las películas es un aspecto único y controversial de su estilo a la hora de hacer cine. Es evidente su gusto personal por esta parte del cuerpo y por este recurso narrativo. Lo ames o lo odies, es un elemento distintivo en sus películas que sigue y seguirá intrigando al público de todo el mundo.
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