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Reseña: Attack on Titan

| 4 de septiembre de 2015
Hace unas semanas se estrenó en Japón la adaptación live-action de Attack on Titan (Shingeki no Kyojin) causando una enorme polémica entre fanáticos, críticos y los propios creadores de la cinta.

Como no pudimos aguantarnos para reseñar esta controversial película, buscamos la manera de verla y les traemos unas cuantas opiniones sobre el asunto. Pero, antes que nada, tengo que disculparme porque no hay manera de hacer esta reseña sin echar algunos spoilers. Y les explico por qué: la película es tan radicalmente distinta del material original que sería imposible comentarla sin quemar nada. En efecto, esa es una de las grandes razones detrás de la polémica que ha rodeado su estreno y es uno de los temas centrales de esta reseña. Así que si todavía quieren guardar la sorpresa intacta, les recomiendo echarle un ojo a la película y regresar por acá a leer nuestras divididas opiniones.

Una adaptación irrespetuosamente libre

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Después de apenas tres minutos, cualquier fanático del manga o del anime se dará cuenta de que esta adaptación de Attack on Titan no tiene absolutamente nada que ver con la historia original. La película empieza con un Armin bastante peculiar que, en vez de ser un gran lector y un estratega nato, parece más bien un sonriente inventor de gadgets. Y luego vemos a un Eren semi-adolescente con problemas de adaptación social jugando a saltar sobre una bomba cebada después de perder su empleo; y a una Mikasa completamente vestida de blanco, alegre y frágil, corriendo por un campo de flores mientras suena una extraña música folklórica de alegre tono bucólico. Así, de golpe, uno se da cuenta de que ésta es una adaptación completamente libre del manga que quiere, además, separarse violentamente desde los primeros minutos del material original.

Aquí, claro, la humanidad también está confinada tras un muro desde hace 100 años, hay titanes afuera de las tres barreras de dura roca que protegen a la civilización y hay un ejército constituido para proteger la muralla que vive embriagándose en vez de hacer su trabajo. Pero párenle de contar: en esta adaptación, la humanidad lleva tanto tiempo encerrada que ha dejado de creer en la existencia de los titanes y esto muestra, evidentemente, que no existe la Legión de Reconocimiento y que los hombres no han asomado ni una ceja fuera del muro en más de un siglo. Agréguenle además que Eren aquí es huérfano, que Mikasa nunca ha vivido con él –y es medio su novia–, que el Capitán Levi no existe, que no hay Titán Blindado, que Annie no aparece, que no hay pistas de la monarquía sino que todo parece una extraña dictadura militar –con tintes que recuerdan de forma bastante directa al régimen Nazi– y, claro, que todo pasa en Japón.

Todas estas diferencias, que ya veremos con más detalle, muestran bien que la adaptación de Shinji Higuchi no tiene absolutamente nada que ver con la creación de Hajime Isayama. Ésta es una reelaboración del mito de Attack on Titan que toma algunos pequeños detalles de la premisa original y que cambia completamente todo el trasfondo de las personas que habitan el universo entre muros. Salvo los personajes de la chica patatas y de Hange, básicamente todos los demás protagonistas cambian completamente de personalidad. Eren no ve a su madre ser devorada por ese titán espeluznante, Mikasa no ve a sus padres ser violentamente asesinados a cuchillo y hacha a los 9 años, Armin no pierde a su familia en la terrible deportación forzada después de la brecha en el Muro María. Y así, al no tener las mismas historias de origen, no tienen las mismas pasiones: Eren no es ese fanático impulsivo que quiere matar titanes a toda costa, sino un bravucón medio perdido y torpe que carga con la tristeza de haber abandonado a Mikasa en medio de la invasión titánica; Armin es simplemente su amigo sin ninguna de las características de su contraparte animado; Levi se transforma en el Capitán Shikishima cambiando completamente de personalidad (aunque manteniendo su neurótica obsesión con la limpieza y esa legendaria habilidad con las cuchillas); y Mikasa se transforma tanto que incomoda su presencia.

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En esta adaptación Mikasa es completamente distinta al personaje del manga y anime.

En efecto, es este personaje central el que, sin duda, cambia de manera más dramática… y de mal modo. Mikasa siempre apareció como el personaje más fuerte del manga: una mujer superdotada en todo lo militar, fría, absolutamente equilibrada y que, sin embargo, tiene una ternura agradecida y profunda hacia Eren. En esta adaptación Mikasa es completamente distinta: vive un trauma pero no perdió trágicamente a sus padres y no se convierte en la mujer estoica y decidida del manga. Por el contrario, en esta película aparece como una adolescente frágil, dotada para la lucha contra los gigantes pero completamente subyugada; una mujer maltrecha que, a pesar de estar enamorada de Eren, acaba extrañamente sometida –sexualmente– por el nefasto capitán Shikishima. Digamos, para ser amables, que este cambio no le ayuda, en lo absoluto, a la historia y que, definitivamente, destruye por completo uno de los personajes más queridos en la trama original.

Si a esto le añadimos que por momentos los diálogos son bastante pobres y que las actuaciones resultan acartonadas, podemos entender la decepción de muchos fanáticos. Higuchi puede ser un gran maestro de los efectos visuales pero no tiene verdadera experiencia en la dirección de actores y eso se nota: en muchos momentos todos parecen estar perdidos en la confusión de la escritura y los paisajes de pantalla verde. Además, como contraparte a las actuaciones deficientes, la música abarata el tono melodramático y francamente ridículo de algunas escenas.

Sin embargo, a pesar de sus penurias y con todos los cambios al universo de Attack on Titan, Higuchi trató, evidentemente, de lograr adaptar lo inadaptable. Y parte de eso incluye acelerar una trama que sería imposible resumir en dos películas de hora y media. Por eso, a pesar de las sentidas quejas de todos los fanáticos, los cambios radicales a la trama no son completamente malos. En realidad no estoy en contra de que se adapte libremente un cómic: al tratar de ser demasiado fieles al material original, muchas películas han tasajeado terriblemente lo que querían replicar. La libertad creativa entre medios es esencial para una traducción que parece mucho más fácil de lo que es. Así que, fuera de las deformaciones grotescas de los personajes y de la terrible transformación de Levi, fuera de los errores en la realización y la música poco atinada, buena parte de la adaptación parece tener una cierta razón de ser.

Una película de horror-kaiju

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Como bien explicó Hope Chapman para Anime News Network, esta recreación cambia completamente el género del material original: ésta ya no es una historia de fantasía-ciencia ficción sino que entra plenamente en el campo del horror mezclado con la estética Kaiju y Tokusatsu. Buena parte de esto tiene que ver con la procedencia de su director. Higuchi, aparte de ser un fanático del manga en todos sus aspectos, fue uno de los mayores propulsores de la cultura popular japonesa desde los años ochenta. Es uno de los fundadores del estudio de anime que nos trajo Neon Genesis Evangelion y fue una pieza central importantísima en el éxito crítico y taquillero de la notable trilogía de Gamera dirigida por Shusuke Kaneko en los noventa (en particular como el encargado de los increíbles efectos visuales de la tercera parte).

Y bueno, lo más notable de esta película está en el enorme logro de diseño de los titanes y en la transmisión esencial del horror que provocan. Digo, es una cosa por la otra: Higuchi pudo haber tasajeado buena parte del material original pero, si en algo fue fiel a la historia de Attack on Titan, es en la representación brutal del terror de una muerte a mano de los colosales humanoides. Es aquí en donde entra el verdadero lujo de esta adaptación con todos los recuerdos de la estética Tokusatsu y el llamado suitmation: los titanes son, en esta película, actores maquillados y solamente retocados con algunos efectos por computadora. Así, utilizando las viejas técnicas de Ishiro Honda con su viejo Godzilla, Higuchi trae a la vida unos titanes completamente terroríficos que no pierden nada del aspecto ridículo, burlón y torpe que se representa en el manga y el anime.

Además, a diferencia de cualquier tipo de adaptación Hollywoodense, aquí el gore original se respeta. ¡Qué digo se respeta, se sublima! En esta cinta sí tenemos ríos de sangre, tripas cayéndole encima a la multitud despavorida, una excelente mezcla de sonido para darle todo el crunch a los humanos masticados, miembros volando, cabezas cercenadas y gente aplastada a lo salvaje. Y claro, esto tiene un efecto decisivo en la forma final de la película. La ambientación en un futuro cercano (aquí reconocemos tecnología militar que no está presente en el manga, como helicópteros abandonados y coches tuneados a lo Mad Max), las locaciones reconocibles de recuerdo industrial (como la de la mítica isla del Acorazado –Gunkanjima– en las costas de Nagasaki) y el concreto gris que da el tono de color a toda la película, toman completa relevancia en el universo oscuro que habitan las espantosas criaturas titánicas. Todo el ambiente se plantea como una mezcla exacta del terror japonés y de la locura kaiju: las locaciones oscuras y la claustrofobia urbana del horror se convierten en los escenarios perfectos para llevar a cabo un enfrentamiento épico entre titanes.

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Todo el ambiente se plantea como una mezcla exacta del terror japonés y de la locura kaiju.

Porque no nada más se ven increíbles las batallas de los humanos con el famoso armamento de maniobra omnidireccional, sino que la transformación de Eren y su desquite con los demás humanoides gigante (que es la parte más fiel al manga) es verdaderamente espectacular. Si resistieron todos los cambios, si llegan a soportar las actuaciones acartonadas, el guión por momentos torpe y la comedia mal emplazada, cuando vean el final de la cinta se van a dar un completo desquite.

El titán de Eren tiene rasgos similares al manga pero no se diseñó con la musculatura pulcra de los dibujos de Isayama. No, aquí tenemos un ser de cuerpo desfigurado y poderoso, de movimientos brutales y musculatura caótica. Y el resultado de su encuentro con los demás titanes es, sin duda, lo mejor de la cinta: la destrucción gozosa de edificios, los gigantes lanzados de un lado al otro, las cabezas cercenadas por golpes secos, incluso las patadas voladoras a 15 metros de altura, desquitan completamente todos los enojos anteriores. Porque finalmente se nota que eso es a lo que quería llegar Higuchi: lo suyo, más que la profundidad política, los dilemas morales o los melodramas, es el combate entre criaturas gigantes.

En realidad, no podemos intentar dilucidar el mensaje final de la cinta sin ver la segunda parte (que se estrena en Japón en septiembre) y todavía nos queda mucha especulación en el manga sobre el verdadero origen de los titanes (¿qué nos revelarás ¡oh! mentado sótano?). Así que por el momento podemos suspender nuestras críticas hacia la dictadura militar que parece gobernar el universo de la adaptación, hacia el aparente mensaje anti-tecnológico y ambiental de los soldados en el poder, hacia la tensión sexual que sale de la nada y que sustenta la extraña relación que se avecina entre Eren y Mikasa. Así, la adaptación live-action de Attack on Titan nos deja solamente dos opciones: abandonar toda esperanza por sus defectos, su adaptación irrespetuosa y su mensaje confuso; o bien, veta por la que yo me inclino, disfrutar la locura Kaiju que nos entregó sin preguntarnos mucho sobre el resto y esperar a que la segunda parte asegure, de una vez por todas, el logro original o el terrible fracaso de esta polémica adaptación.

Lo bueno
  • Los efectos especiales que, sin el lujo monetario de Hollywood, son espectaculares.
  • El diseño de los titanes que es minucioso y perfecto (y, en particular, el diseño del titán de Eren).
  • Las escenas de acción en peleas de equipo tridimensional y de Eren contra los titanes.
  • La mezcla de sonido que le agrega bastante a las secuencias de acción y a la brutalidad sanguinaria.
  • El gore desenfrenado.
Lo malo
  • Las sospechas que levanta el mensaje ambiguo de la cinta.
  • El innecesario trasfondo sexual que introdujeron de la nada.
  • Las actuaciones acartonadas.
  • La dirección que es, por momentos, bastante torpe.
  • Algunos cambios a la historia original que no tienen ton ni son (en particular lo de Levi y Mikasa que es terrible).
  • Las escenas mal emplazadas de alivio cómico.
  • Que Armin no existe… o bueno, ahí está, pero es como una sombra.
  • Que no podemos dar una opinión final hasta ver la segunda parte.
Veredicto

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En un momento encontramos a Mikasa tocando The End of the World en un piano entre las ruinas. La escena muestra que Hoguchi quiere centrar su trama en el futuro desecho de nuestro mundo relacionándolo con algún tipo de mensaje moral sobre el pasado. Y esto es una diferencia mayor frente a la trama original que no tiene una relación evidente con nuestro universo (cuestión que le da fuerza a la fantasía decimonónica). En cualquier caso, algo aquí suena extrañamente cercano a las raíces del mito de Godzilla: hay referencias apenas veladas a la guerra nuclear, monstruos gigantes que se desarrollaron de la nada y una franca desconfianza por la ciencia y la tecnología… supongo que tendremos que esperar la siguiente entrega para dar un veredicto definitivo sobre este peculiar mensaje. Lo único que podemos decir por ahora es que esta película es igualmente decepcionante y sorprendente, trepidante y torpe, excéntrica y conservadora. Lo que nos queda de todo esto es la parte que más queremos de Godzilla: la estética y el terror que provoca. Fuera de eso, le tocará a los fanáticos decidir si valió la pena transformar completamente la premisa original y aniquilar a todos esos queridos personajes a cambio de una película de horror tokusatsu; de una película cuyo único logro certero es, en realidad, la recreación vistosa de los gigantes del manga.

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Título: Shingeki no Kyojin (Attack on Titan)

Duración: 98 min.

Fecha de estreno: 01 de agosto de 2015 (Japón)

Director: Shinji Higuchi

Elenco: Haruma Miura, Kanata Hongo, Kiko Mizuhara, Jun Kunimura

País: Japón

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