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Reseña: Avengers: Age of Ultron

| 1 de mayo de 2015
La esperada secuela de los Avengers por fin llegó a salas de cine. Después de salir del cine mareado, con los ojos irritados y la cabeza inflamada de emociones y desenfreno, es hora de sentarse a decir un par de comentarios sobre la película. Por desgracia, para hablar de esta cinta no se puede evitar dar un mínimo de spoilers así que, con advertencia previa, aquí les dejo el relato de una grata experiencia que me recordó en esencia la vida entre recuadros de cómics y que me deja pensando sobre el futuro del cine espectacular en nuestra cultura.

Un completo barroco

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Con Avengers: Age of Ultron, la fase dos del universo cinemático Marvel (UCM) está llegando a su conclusión. Queda por ver, en los próximos meses, Ant-Man; y después esperar por guerras civiles, justicieros africanos y doctores de lo oculto. Pero la conclusión de esta fase marca también la conclusión de un legado breve pero intenso en la participación de Joss Whedon en el proyecto de adaptación de Avengers. Esta película es, sin duda, la expresión barroca de un doloroso, sentido y altisonante grito de adiós: Whedon no se fue sin dar una última pataleta pavimentando el piso para sus seguidores.

La historia comienza en donde quedaron las demás películas: después del desmantelamiento de S.H.I.E.L.D en Captain America 2: The Winter Soldier y de la trágica batalla de la ciudad de Nueva York en The Avengers. El preludio de la trama –que fue vendido por cómic digital– muestra al Baron Von Strucker tomando posesión del báculo de Loki y experimentando con él en mutantes. Dos de ellos sobreviven a los experimentos: Wanda y Pietro Maximoff, también conocidos como los queridos personajes de Scarlett Witch y Quicksilver.

La cinta comienza entonces con la pelea de los Vengadores por recuperar el báculo y la consiguiente celebración de su victoria. Sin embargo, la alegría no dura mucho porque Tony Stark empieza a hacer de las suyas con el misterioso báculo: al ver que contiene los gérmenes de una inteligencia artificial, Stark, ayudado por Banner, libera la personalidad de Ultron que se sobrepone a las defensas de Jarvis y toma plena conciencia de sí mismo. De ahí las cosas van de mal en peor para los Vengadores. Los héroes más poderosos del planeta tendrán que enfrentarse al psicótico robot y a sus planes de purificar evolutivamente la raza humana con la ayuda de los Maximoff, resentidos por los armamentos de Stark que destruyeron su hogar y su familia.

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El nuevo padre de Ultron en Tony Stark

Y bueno, lo voy a decir de una vez: Avengers: Age of Ultron es una completa locura. La película empieza con una escena de acción trepidante que finge no cortar cámaras pasando de un vengador a otro hasta unirlos a todos en un breve respiro antes de reanudar una acción alborotada, descontrolada y caótica. Uno llega a perderse entre los golpes –especialmente si van a verla en 3D–, las escenas son muy rápidas y los cortes bruscos, la acción se palpa en un ritmo trepidante que no para hasta el final de la cinta. En este sentido, ésta es tal vez la película más abarrotada de secuencias grandilocuentes de acción: Whedon se estaba quemando los últimos cuetes antes de abandonar la plaza.

Con todo, los estilos de pelea cada vez se definen más: Thor se complementa a la perfección con la agilidad atlética del Capitán América; Black Widow cada día es más sensual en sus movimientos fluidos y mortíferos; Iron Man sigue su pomposa destrucción a distancia con la ayuda de sus múltiples gadgets renovables y alguna que otra frase sarcástica; Hawkeye es simplemente espectacular con la acción continua de un arco que haría sonrojar a Orlando Bloom; y Hulk, bueno… Hulk aplasta. Nada que decir en esto, las secuencias de acción son lujosas y se toman el tiempo de gritar su desparpajo: tenemos peleas en el bosque, en interiores, con poderes o a puño limpio, en camiones, motocicletas y carreteras abarrotadas, en barcos abandonados de Wakanda –sí sí sí, lo oyeron bien, la casa de Black Panther– y en rascacielos en construcción en Corea del Sur; peleas con hombres armados, peleas con hombres desarmados, peleas entre seres poderosos, peleas familiares, peleas entre amigos y peleas con androides alucinados. Y, claro, en el centro de todas estas peleas está la épica pelea entre Hulk y el traje Hulkbuster de Iron Man que fue dibujada en storyboard aún antes de acabar el guión de la cinta y que es espectacular.

En una reseña de lo más pomposa del New Yorker, el articulista dice que todo esto no tiene ningún sentido y que la acción es completamente arbitraria. Yo digo que el muchacho no ha leído un cómic en su vida y que no tenía nada que hacer en esa sala de cine. Aquí salgo en defensa de algo que le criticarán a Whedon: que esta película se base más en sus efectos espectaculares –que lo son– que en todo el drama creciente de un equipo de Vengadores desintegrándose. Pero todo ese argumento suena, aquí, fuera de lugar. Cualquiera que haya leído una buena cantidad de páginas de Marvel sabe lo que son las complejas batallas que se alargan entre movimientos rápidos con frases simpáticas para el momento, aullidos de dolor, cambios bruscos de ventaja y narración de acciones en voz de los que las ejecutan.

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Y eso es exactamente lo que logró capturar esta cinta. En todo momento me sentí cercano al mundo en papel de Marvel, con esa cercanía que no da la simple traducción gráfica de un medio al otro –como siguió intentado hacer con pobres resultados Sin City: A Dame to Kill For sino un sentimiento, una atmósfera completa en la locura desparpajada de la acción imposible y la comunicación entre respiros y dolores de los héroes en la batalla. Todos hablan mientras pelean, todos exponen sus ideas con grandilocuencia, todos demuestran capacidades imposibles en tomas que parecen interminables. Y si eso no refleja el espíritu de estos cómics yo no sé qué lo puede hacer.

Por el otro lado, Whedon no descuida su parte favorita. Este director es un gustoso seguidor de los cómics que alimentan de vida a estos héroes y que dan suma complejidad a personajes que tienen, en algunos casos, más de sesenta años de vida. Whedon imprime su gusto por el teatro en ellos, las prepotencias de reyes locos, los desgarros personales y las fatalidades trágicas de Shakespeare en la grandilocuencia de Ultron, la altanería de Stark, la moralidad de Rogers o la confusión culposa de Banner. Todo rebajado sin solemnidad: sabemos que esto no es Shakespeare y así lo dice Hawkeye en un momento: “Estamos peleando contra robots en una ciudad voladora que va a destruir al mundo y yo estoy tirando flechas: créelo, es una locura.”

Y aquí los personajes se escarban hasta representaciones increíblemente montadas de sus miedos más profundos: el infierno de Thor que ya se anuncia para Ragnarok; la nostalgia de Rogers por su era perdida; la paranoia de Stark después de un enfrentamiento casi fatal con seres de otro mundo que se mostraron algo más problemáticos que el dudoso Mandarin; la historia trágica de Romanoff en su crecimiento como espía soviética de élite. Por el otro lado, regresa al centro el personaje más centrado y que se había despreciado en anteriores películas del UCM: Hawkeye, interpretado sensiblemente por Jeremy Renner, le da un toque de humanidad a un equipo extraordinario. Aquí le construyen todo un trasfondo familiar, alejado del mundo en la granja donde levantó su hogar con el permiso de S.H.I.E.L.D: tiene esposa (interpretada por nuestra querida Linda Cardellini de Freaks and Geeks), hijos, tractores y un pequeño montículo de madera para cortar leños.

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Hawkeye le da un toque de humanidad a un equipo extraordinario

La profundidad de los personajes se logra también con la costumbre. Aquí nadie tiene que especificar quién es, el UCM ya se ha encargado de ello por siete años: los actores se sienten cómodos en sus personajes y el director en sus indicaciones. Y esto se nota en la cinta. Hay momentos de convivialidad chusca entre los personajes, momentos de tensión romántica, momentos de abierto coqueteo –¿por qué no? entre Banner y Widow–; todo coronado por esa enorme escena central en donde los Avengers, fin de velada, cervezas y whiskeys asgardianos de 1,000 años en la mano, tienen una perfecta conversación de ñoños comiqueros: “¿Si alguien puede levantar el martillo de Thor entonces puede ocupar su lugar como Dios gobernante?” “¿Si se pone el martillo en el elevador y éste sube, se corona al elevador?”. Y demás cuestiones que ya todos hemos debatido acaloradamente para no llegar a nada.

Hasta los actores secundarios cumplen con creces sus funciones. La elegancia gitana de Scarlett Witch me pareció perfectamente acertada –a pesar de que no dudo que algunos puristas se quejen– y sus guiños con Vision fueron un detalle insinuador. Julie Delpy sale en un cameo torturando a Widow con rigidez terrorífica y Don Cheadle sigue derramando algo de su natural simpatía como War Machine; Idris Elba es terrorífico como un Heimdall poseído, Stellan Skarsgard y Samuel L. Jackson son, como bien se sabe, naturalmente empáticos. Con este derroche de talento sólo me puedo quejar amargamente por la tan pobre personificación que hace Aaron Taylor-Johnson de Quicksilver. Desde Godzilla lo sabíamos: éste hombre es demasiado tieso e inexpresivo para el personaje. Igual, después de ver la encarnación en una escena invaluable que hicieron en X-Men: Days of Future Past no nos quedaban muchas expectativas.

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Los contrastes: la elegancia gitana de Scarlett Witch y la pobre personificación de Quicksilver

En todo caso, a pesar de lo convulso del guión y de toda la locura que trata de compactar la película con cientos de implicaciones y personajes en poco más de dos horas, Whedon logra sacar adelante un proyecto demasiado ambicioso y barroco para ser creíble. Se estiran completamente las cuerdas de la resistencia del espectador en seguir la trama, las otras tramas implicadas y la oleada de nombres que caen como avalancha. Con todo, uno se divierte y siente todo esto a la ligera: algo hay de mérito en eso. Y claro, no todo se queda en la superficie. La implicación que exige esta película en el espectador no tiene precedentes: en esto es un hito cultural que no habíamos observado; el universo Marvel está desatado.

Ultron: el personaje que despide a Whedon

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La acción y todas las florituras emocionales de los personajes quedan un momento aparte frente a la figura central de la película que es, sin duda alguna, Ultron. Porque Ultron es uno de los villanos más importantes del universo Marvel desde su aparición con la capa escarlata –a la que se hace referencia con guiño en la película– y la narración de su creación por Hank Pym (que será interpretado por Michael Douglas en Ant-Man). Y porque Ultron es aquí la firma de despedida de Whedon. Como fanático, el director siempre quiso hacer una representación fílmica de Ultron pero sólo ahora, con las limitaciones de un formato para cine comercial, pudo lograrla en despedida. Y en serio es limitante el formato: Ultron y Vision solos dan para hacer dos películas más. Pero Whedon había pedido su última cena y se atascó en todos los platillos.

Primero que nada trajo a James Spader al asunto, barrió todos los añadidos de reencarnaciones sucesivas, cambió la historia de su nacimiento y resumió en estos 142 minutos todo lo que pudo de un personaje vastísimo. Y se guarda la esencia: el complejo edípico extraño para destruir a su padre como buen golem se transfiere de Pym a su nuevo creador, Tony Stark; los discursos sobre la salvación de la especie humana a través de su evolución son centrales; y la locura casi ebria del personaje se nota en gestos y palabras. Desde su primera aparición ominosa hasta su muerte, Ultron es, en verdad, el robot desquiciado de los cómics. Y bueno, detalle aparte con derechos de autor y todo: Ultron pasa algunos momentos de la película taratreando ominosamente estrofas del Pinocho animado: ¿Qué tan oportuno es eso? Ahora Serkis aparece en pantalla como un increíble Ulysses Klaue (que pierde el brazo derecho ahí mismo y anticipa, tal vez, a un Klaw que se enfrentará con Black Panther) y a otro actor le tocó ponerse el vestido computarizado. Y no fue cualquier actor sino el mítico seductor nihilista James Spader que imprime una personalidad titubeante, desquiciada y megalomaniaca a un Ultron que muere muy rápido pero que satisface todas las expectativas.

Tenemos ahí conjuntas todas las paranoias de la inteligencia artificial desde cuentos de anticipación sesenteros hasta Skynet: lo que debería ayudarnos terminará destruyéndonos. Pero todo esto tiene un giro peculiar que hay que reconocer: situando la responsabilidad tecnológica fuera del humano promedio, la culpa del despertar de Ultron recae en los seres de capacidades inconmensurables, de recursos y genialidad sin límites. Aquí no es el ser humano en su ambición por ver Twitter en el pecero lo que nos condena, sino el ego de un Stark que quiere salvar a todos aislándonos del universo y suponiendo que todo civil es inocente. Todas estas muertes están en manos de los superhéroes y eso se nota, a diferencia de Man of Steel, por el continuo cuidado frente a las bajas colaterales. La visión de un mundo con superhéroes se hace así más palpable, más cercana a nosotros, como pequeños peatones que somos (y sí no pregúntenle al Hell’s Kitchen de Daredevil). Los héroes ya no pueden andar sin consecuencias por el mundo porque los problemas que ya desataron los seguirán persiguiendo, son su responsabilidad: es el peso que están condenados a cargar. En ese sentido los Avengers están por encima de nuestras pequeñas vidas como el universo de fuerzas cósmicas está muy por encima de las suyas.

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Whedon incluyó en la película todos los elementos que pudo

¿Y por qué digo que Ultron fue la carta de despedida de Whedon? Porque ya se ve que las presiones de los productores fueron muchas para comenzar a hilar, de forma más inmediata, lo que serán las próximas películas de los Avengers en su lucha contra Thanos en Infinity Wars Part I y Part II. Es por eso también que hay muy pocos easter eggs (o pequeños guiños para fanáticos); esta película ya no guarda misterio sobre la continuación del UCM: se vislumbra el guante del infinito en varias ocasiones, las gemas están en todas partes y Thanos aparece proponiéndose su búsqueda en la escena entre créditos. Whedon sabía que ésta era su última película y que, también esta sería la última vez en que la acción de los Avengers se situaría únicamente en una problemática terrestre: el universo cósmico se anuncia con bombo y platillo y Ultron sólo hubiera podido vivir en pleno nacimiento y locura con su obsesión por la tierra en un último esfuerzo de drama local. A Thanos, se podría decir, ya le importan cuestiones más debrayadamente filosóficas.

Pero la muerte de Ultron no puede ser despachada simplemente como algo incidental que no logró su cometido en esta cinta. Whedon se tomó el tiempo, en una película convulsa que no para entre encuadres alocadamente apretados y barrocos, de hacer una toma espectacular al atardecer en la última discusión entre padre e hijo, entre Vision y Ultron. Ahí hablan del futuro de la raza humana, condenada ciertamente a la extinción pero, siguiendo la visión del hijo, que vale la pena salvar por sus bellos errores. Si Vision representa aquí la vida, vemos que Ultron finalmente consiguió evolucionarse a otro nivel, pervivir en una forma que no esperaba y que hará frente a otras nuevas fuerzas. Detrás de toda la destrucción con ciudades voladoras y planes de nivelar la Tierra en otra era glacial con el impacto de un meteorito, está la visión de Thanos que fue finalmente el que le dio el báculo a Loki y que fue propiciando, poco a poco, detrás de cámaras, eventos destructivos en nombre de la muerte: el hermano de Thor, Ronan o Ultron son meros títeres en su juego. Todo esto no fue más que un preludio.

La última discusión de Vision muestra que todo se encamina hacia un enfrentamiento más allá de los humanos: como especie no podemos entender la correlación entre orden y caos, entre vida y muerte que se mueve en esferas cósmicas. Con la escena de la muerte de Ultron, Whedon se despide de su legado pasando la antorcha a las guerras del universo, se despide de la Tierra con cariño entre árboles y la luz menguante del sol, pasa la antorcha de un ser con complejo de dios para la representación de los verdaderos dioses.

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Si Vision representa aquí la vida, vemos que Ultron finalmente consiguió evolucionarse a otro nivel

Se criticaba que en la película no hubiera una verdadera sensación de peligro: se espera la victoria inminente de unos Avengers que no enfrentan una amenaza tan terrible como la de la cinta anterior. De acuerdo, pero eso también tiene sentido. Para infundirle miedo a Stark, Wanda le hace alucinar más destrucción cósmica y eso es lo que comienza todo el asunto. El viento está cambiando y las amenazas de la Tierra ya no parecen tan preocupantes como las guerras cósmicas que se pueden desatar en una magnitud que todavía ninguno de los superhéroes puede prever. La Tierra ya sólo es un pequeño punto azul perdido en el esquema eterno de los hijos de titanes, de los dioses, de las entidades eternas.

Diciendo eso, Whedon se despidió cariñosamente y cimentó el futuro de una franquicia que, aunque parezca imposible, representará en futuras entregas complejidades narrativas de mayor alcance. No espero que nadie ajeno a estos gustos comiqueros, a estas películas, a estas series, se convierta –porque, con lo complejo que se está poniendo esto, ya es más cuestión de fe– y empiece a apreciar el cine de superhéroes después de Age of Ultron. De hecho, creo que lo contrario está ocurriendo y los espectadores se irán polarizando cada vez más. Así que si, desde el bando de los fieles, canto mi emoción divertida es porque, finalmente, esta película se anuncia como apenas el engranaje de un mundo con posibilidades infinitas que apenas comienza. Ésta no es una película, es un anuncio de conquista.

Lo bueno

Lo bueno:

  • El barroco completo de la película que mezcla una construcción más profunda de los personajes con una cantidad imposible de acción.
  • Todo Ultron es maravilloso.
  • Los actores secundarios que complementan con gracia la película.
  • El relevo que hace Paul Bettany de interpretar a Jarvis para convertirse en un pausado y seguro Vision.
  • Lograr sacar adelante un guión tan parchado y convulso con simpatía y diversión.
  • El adiós sentido de un verdadero fanático como Whedon. Se le extrañará.
  • El exceso completo que recuerda tanto a las locuras de los cómics de Marvel.
  • El fundamento sólido para el principio fuerte del delirio cósmico.
  • La complejidad creciente que aísla a los fanáticos y divide opiniones como potencia creativa.
Lo malo
  • El acento fingido de los Maximoff que resulta insoportable.
  • La pobreza del personaje de Quicksilver interpretado con apatía por Taylor-Johnson y disminuido en el guión.
  • Lo mismo que se le aprecia y que se le puede criticar: esta película puede ser muy barroca para ciertas susceptibilidades.
  • Que no pudiera extenderse más para ver más de Ultron, desarrollándose y siguiendo su locura.
  • La complejidad creciente que aísla a los fanáticos y divide opiniones como potencia destructiva. Sí, hay para los dos lados.
Veredicto

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Avengers: Age of Ultron es una digna continuación de la primera película pero corresponde completamente a otro momento. La primera enmarcaba la emoción de una creación reciente y flameante en dónde se entrecruzaban por primera vez personajes épicos. Aquí, el entrecruce de universos es más que una realidad en donde participan la televisión, los cómics, las campañas publicitarias y la pantalla grande: no hay tantas sorpresas ni exaltaciones, se acaban los guiños buscados, todo parece “normalizarse” (si se puede decir algo así de esta película). Aquí el espectador tiene que esforzarse por entender el panorama completo, tiene que luchar contra la incredulidad y dejarse llevar en un amplio universo de sentidos disparates. La secuencia final de los créditos muestra a la alineación de los Avengers como una escultura en mármol porque eso es exactamente en lo que se han convertido. Estos personajes son ahora parte detonante de una mitología que rebasa una película o un cómic o una serie y que perdurará como marca imborrable en la memoria colectiva. Esta cinta es entretenida, sí, pero mucho más allá, es el inicio de un panorama inagotable que está rompiendo los límites de los medios que adopta y de los géneros que violenta. Bienvenidos al punto medio de la locura Marvel: nos queda un largo camino que recorrer.

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Título: Avengers: Age of Ultron

Duración: 142 min.

Fecha de estreno: 1 de mayo 2015

Director: Joss Whedon

Elenco: Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Chris Evans, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Don Cheadle, Aaron Taylor-Johnson, Elizabeth Olsen, Paul Bettany, Cobie Smulders, Idris Elba, Stellan Skarsgård, James Spader, Samuel L. Jackson

País: Estados Unidos

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