El 1 de octubre de 1968, la pantalla del Fulton Theater de Pittsburgh proyectó la primera película de un joven y entonces desconocido director llamado George A. Romero. Night of the Living Dead (La Noche de los Muertos Vivientes) se estrenó seis meses después del asesinato de Martin Luther King y un día antes de la matanza de Tlatelolco en México, en medio de una época convulsa en donde germinó la idea del zombie contemporáneo.
La película de Romero rompió con el exotismo del vudú haitiano que se había explotado en el cine desde la década de los treinta, para llevar el mito del zombie a un escenario completamente distinto. Aquí, los muertos no se levantan de la tumba por obra de la hechicería, sino a causa de la contaminación radioactiva. Aquí, los monstruos no son criaturas románticas que viven incomprendidas en lugares remotos, son una masa impersonal que simplemente trata de consumir todo a su paso.
George A. Romero demostró con Night of the Living Dead que era posible hacer un cine de terror diferente: un cine de terror reflexivo y al mismo tiempo de gran impacto visual; un cine de terror que hablaba más de nosotros mismos que de los monstruos que nos amenazaban; un cine de terror que era posible al margen de los grandes estudios de Hollywood.
Cincuenta años después, el legado de Romero puede encontrarse en medios tan diversos como el cine, la televisión, los cómics o los videojuegos. Porque Night of the Living Dead representó un punto de inflexión para el subgénero de los zombies, y lo transformó así en lo que conocemos hoy en día. Y todo esto sin siquiera mencionar una sola vez la palabra “zombie”.