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Los personajes infantiles más memorables del cine de ciencia ficción

Estos son los niños que nunca dejarán de ser niños en nuestros recuerdos frente a la pantalla grande.
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Para participar también de las muchas veces incómodas celebraciones del Día del Niño, pensamos en traerles una lista de nuestros personajes infantiles favoritos en el cine de ciencia ficción.

La función de estos personajes va mucho más allá de la película familiar o del ejemplo moralino de crecimiento adecuado: estos niños cumplen funciones esenciales en las películas que protagonizan y, con todo el cariño hacia estos grandes clásicos, aquí les rendimos un sentido homenaje.

Estos son los verdaderos Peter Pan, los niños que nunca dejarán de ser niños en nuestros recuerdos frente a la pantalla grande. Recordémoslos así, con infantil cariño, por la imaginación creativa que permitieron y que siguen cultivando.

15. Enola (Waterworld)

La pequeña Enola de Waterworld funciona como la contraparte perfecta de The Mariner, el personaje de Kevin Costner: ella es la originaria de la tierra, la extraña del agua, la que debe guiar a los hombres hacia un pasado en donde pisaban firme y recogían frutos; él es originario del agua, el visitante incómodo de la tierra, el que debe guiar, como punta de lanza, a los hombres hacia un nuevo desarrollo evolutivo.

El mapa tatuado en la espalda de Enola apunta al monte Everest, el único lugar mítico en que todavía existe tierra seca. Por este mapa su cuerpo, su vida, su piel, son una posesión valiosa. Todos la persiguen por eso, guiados por la locura y el parche de Dennis Hopper; todos, salvo uno: el hombre que la libera, aquél único hombre que no tiene ningún apego por la tierra. Entre Enola y The Mariner está todo el puente evolutivo de la película: la infancia es el pasado, las agallas serán el futuro.

 14. Ender (Ender’s Game)

Ender siempre ha sido un personaje enigmático. Nacido bajo el régimen de la International Fleet en su constante preparación para la invasión Bugger, este niño tuvo una infancia monitoreada, custodiada, medida. Aun así, sigue siendo su capacidad para aprender y tomar decisiones propias la que buscan los jefes militares. Ender es la esperanza de la raza humana porque mezcla las cualidades de sus hermanos: la compasión, la inteligencia estratégica y, claro, la frialdad homicida.

Este niño debe codearse con adolescentes, enfrentarse a provocadores y golpeadores, debe sufrir un entrenamiento despiadado sólo para convertirse en el asesino de una raza entera. La humanidad desesperada pone toda su fuerza homicida en manos de un niño: la culpa de Ender, entonces, es la salvación por nuestros pecados.

13. Anakin Skywalker (Star Wars: Episode I – The Phantom Menace)

A pesar de ser un personaje entrañable en el enorme imaginario de Star Wars, no podemos ponerlo más arriba en nuestra lista porque, bueno, el Episodio I es el Episodio I. La caracterización que de Anakin hace Jake Lloyd es sensible y tierna… tal vez demasiado tierna. Este Anakin es la inocencia completa, la abnegación total antes de convertirse en el adolescente caprichoso e insufrible que tendrá romances incómodos con Natalie Portman en la siguiente película.

Para todos los adoradores de la saga sigue siendo fascinante y nostálgico regresar a la infancia de Darth Vader y verlo abrazar a su madre o competir en carreras por su libertad. Aunque los tres últimos episodios que hizo Lucas de Star Wars siguen siendo más vacío que relleno, el producto del santo midicloriano es demasiado importante en nuestro imaginario para dejar que su creador lo arruine. Lo demás pertenece a la historia… y a las futuras posibilidades de Disney.

12. Sam Bell (Moon)

Es cierto que no podríamos decir que Sam Rockwell era un niño en 2007. Pero, de todas formas, hay que considerar que los múltiples clones de Sam Bell no tienen una vida útil de más de tres años. En ese sentido, todos son infantes.

Hijos de la avaricia corporativa, atrapados en la vuelta eterna de ciclos rotativos de Lunar Industries, los sucesivos clones de Sam Bell son los niños abandonados del mundo. Representan las manos pequeñas que fabrican balones de futbol y chamarras deportivas; son los hijos que el mundo olvida a su suerte por el bien del comercio equitativo; son los infantes sin lazos, sin contacto, sin tiempo que demanda la eficiencia productiva. Sam Bell es el trato oscuro de nuestro mundo hacia sus niños… y la consecuente rebeldía que se anuncia.

11. The Feral Kid (Mad Max 2: The Road Warrior)

Se conoce generalmente como “Feral Kid” a todos aquellos niños que sobrevivieron por su propia cuenta alejados de la civilización. Son casos únicos de estudio antropológico, en ellos está el misterio del habla como algo adquirido por la sociedad o dotado por la naturaleza. En todo caso, aquí, si el Feral Kid del terrible boomerang no puede hablar más que en gruñidos, entiende perfectamente lo que implican sus acciones: se encariña, defiende, comprende la pertenencia.

Éste es otro niño abandonado en nuestra lista, otro hijo del desierto en que convertimos los hombres al planeta: él es parte de esa última generación en la tierra que tanto cantan como advertencia los discursos ecológicos. Ternura, valentía, violencia e inocencia en gritos sin sentido: éste es el verdadero hijo del apocalipsis.

10. Kevin (Time Bandits)

Kevin es el vehículo para la locura de Terry Gilliam, el centro del delirio fantástico del autor, el pretexto de toda una construcción maravillosa que va de la comedia carnavalesca a la parodia aguda con todos los dejos de Monty Python en viajes en el tiempo. Kevin es también el espectador desprevenido, señala el vínculo con nuestro mundo y la capacidad de volver a sorprendernos con la historia fantástica del pasado cambiante.

Salvador de Agamenón (Sean Connery), compañero de Robin Hood (John Cleese) y Napoleón (Ian Holm), Kevin representa nuestros ojos maravillados y la capacidad de volver a soñar como escuincles. Y esto nunca lo abandonó Gilliam: de aquí a las alucinaciones de Fear and Loathing in Las Vegas, pasando los sueños de Brazil, y los delirios de The Fisher King hasta llegar a Tideland, el carismático director construyó un legado de posibilidades que nos muestran que podemos soñar como infantes, imaginar como niños y crear como si aún fuéramos libres.

9. Leeloo (The Fifth Element)

Leeloo podría ser el completo contrario a una figura infantil: es parte de un arma milenaria que desactiva al mal supremo en sus intentos por acabar con la tierra cada 5000 años; es más vieja que el hombre y más poderosa que toda fuerza terrestre. Pero es justamente en ese sentido que Leeloo representa tan perfectamente a la infancia.

En su eterna renovación, el personaje interpretado con creces por Milla Jovovich, despierta siempre inocente, asustada, curiosa del mundo y de sus posibilidades. Leeloo aprende rápido pero tiene que aprender, paso a paso, entre teoría y experiencia dura. Es juguetona e inocente y parece completamente ajena a todas las potencialidades que en ella se combinan.

Leeloo es la esperanza renovable de la humanidad, la infancia que crece rápido y desaparece para dejar lugar a otra generación –y otra y otra– mientras comprobamos lo poco dignos que somos de sobrevivir como especie. Leeloo es lo que vemos como trascendencia y seguridad en el nacimiento de todo nuevo infante: algo de esperanza sobre la posible dignidad del sombrío futuro humano.

8. Terr (La Planète Sauvage)

Terr es la punta de lanza en la revolución contra los Draags. Es el profeta elegido de los dominados Oms para su liberación, es el Prometeo que les trae el fuego del conocimiento y el valor para el ataque a los dioses. Pero antes de todo eso, Terr era un cachorro, una mascota para Tiva, un ser considerado inferior, sin derechos, con correa. Es el niño que crece en cadenas y que crece para escupir en el rostro de su amo.

Su nombre señala sonoramente en francés “tierra” lo cual muestra bien algo del sentido alegórico del enorme clásico de René Laloux: la tierra tiene también una infancia y en algún momento llegará a su madurez. ¿Podremos entonces nosotros, antes de la destrucción final, escuchar como Terr las amenazas de los dioses?

7. Denree y Miette (City of Lost Children)

Denree y Miette son dos opuestos en un mismo universo claustrofóbico, terrible y descompuesto. Ambos son niños perdidos, como todos, sin origen y sin futuro, abandonados a sus propios medios para crecer dentro de la escoria funcional de esos bajos puertos de bruma verde.

Denree es la inocencia absoluta, la de niveles inauditos, que llega hasta la completa despreocupación por los peligros del mundo que lo rodea: él piensa en comer y dormir, compañía silenciosa y testaruda. Miette, en cambio ha perdido toda la inocencia: es una ladronzuela común, cínica y desconfiada que conoce el funcionamiento de este mundo podrido y lo aprovecha para sobrevivir con más penas que gloria.

Ambos encuentran la salvación compartida en los brazos del gigante amoroso que es su hermano grande y su protector cariñoso, ese otro que junta las cualidades de ambos: el gigante inocente que vence con astucia infantil la podredumbre de su mundo.

6. Tim y Lex Murphy (Jurassic Park)

Los sobrinos del brillante y arrepentido John Hammond son la fuente principal de terror y alivio cómico en el gran clásico de ciencia ficción de Steven Spielberg. Tanto el entrañable Dr. Grant como la audaz Dra. Sattler, el excéntrico Dr. Malcolm y el despreciable abogado Donald Gennaro, son invitados al parque que vienen a cumplir una función evaluativa: su llegada a Isla Nublar es parte de un trabajo.

Por el contrario, Tim y Lex están más del lado de los espectadores: carecen del profundo conocimiento científico o vivencial de los otros personajes, son visitantes pasivos que simplemente están ahí para las sorpresas y el helado. Es por eso que las más terribles y memorables escenas con el T-Rex pasan a través del terror de los niños que se contagia hasta las butacas; es por eso que cumplen la función de encariñamiento con Grant y de alivio cómico entre estornudos de braquiosaurios y descargas eléctricas que crean peinados extravagantes.

Como en muchas películas de Spielberg, la niñez cumple aquí una función esencial: no nada más son el mecanismo de identificación con el espectador sino que señalan el nuevo cariño de Grant por un futuro humano en vez del nostálgico pasado de los velociraptors. El hombre ya juega a ser Dios dando vida en la reproducción natural: ¿Por qué tentar más allá al caos natural?

5. Caesar (Rise of the planet of the Apes)

Caesar cumple una función esencial en toda la mitología del planeta de los simios. Desde las terribles películas setenteras que siguieron al gran clásico de Charlton Heston, la figura de Ceasar había aparecido intermitentemente como el líder de la rebelión simiesca contra la humanidad. Sin embargo, en esta nueva encarnación del clásico distópico, la profundidad del personaje se construye con cariño y paciencia.

A través de su relación con Will Rodman (James Franco) vemos el crecimiento de Caesar y los primeros cuestionamientos que plantea frente a su relación con los hombres: lo visten pero no tienen la misma piel, lo pasean sin correa pero limitan sus movimientos, lo quieren como a un hijo pero no puede salir a correr en el vecindario o pasear por bicicleta en las soleadas banquetas.

La profundidad del personaje se escarba en la descripción de una niñez extraordinaria que no resiste los embates del mundo y que terminará ocasionando, en la secuela, la guerra entre especies. Caesar es el padre de los nuevos simios que dominarán al planeta por haber aprendido de nuestros errores, por haber sido, finalmente, el hijo privilegiado del hombre.

4. David (A.I. Artificial Inteligence)

No es la primera ni la última vez que encontraremos a Spielberg en los puestos de honor de nuestra lista: no por nada es el gran maestro de la ciencia ficción familiar. Sin embargo, la ternura habitual de Spielberg y la forma dramática de encariñamiento que logra en sus películas se encuentra aquí también con la oscuridad del planteamiento de Kubrick.

Queda todavía mucho por revalorar en esta película sobre los lazos crueles de los niños humanos frente a lo extranjero, germen de nuestro odio, sobre el miedo como respuesta natural de los hombres, sobre lo que nos constituye como especie. ¿Son nuestras memorias las que nos definen? ¿Es nuestra capacidad de sentir amor o de pedir clemencia? ¿Es la voluntad siempre activa, siempre imponente, de sobrevivir lo que nos caracteriza?

El cuento de Pinocho toma otra perspectiva: el muñeco creado por un anciano nostálgico de su soledad es un gesto más del egoísmo humano frente a la inevitable muerte, un gesto cruel que condena a la creación artificial a sentirse eternamente diferente, a sobrevivir a sus seres queridos, a convertirse en humano sin serlo del todo. No hay hadas azules en este mundo, sólo queda el registro eterno de nuestra capacidad de destrucción, del odio que cosecharemos hasta nuestra extinción y de la supervivencia del amor candoroso en el corazón de otro niño olvidado.

3. John Connor (Terminator 2: Judgment Day)

Es cierto que el personaje interpretado magistralmente por Edward Furlong en este tremendo clásico está ya más entrado en una adolescencia temprana que en plena niñez. Lo que nadie puede negar, sin embargo, es la importancia de su escondida inocencia. Connor es rebelde frente al mundo que le tocó vivir: sabe que su madre está presa en una institución mental, tiene padres adoptivos que detesta y sólo consigue liberarse en vandalismo banal y robos hormiga para jugar videojuegos. En medio de todo esto, John actúa como adolescente problemático siendo aún un niño.

En cuanto se establece el cariño con otra figura paterna más, ahora de hierro y carne, vemos a John jugando como chamaco chocando manos, riendo, llorando, compartiendo candorosamente experiencias. Y justamente ahí está la fuerza de este personaje. Como con muchos niños en planteamientos distópicos, John tendrá una responsabilidad más grande de lo que corresponde a su edad: es el futuro salvador de la humanidad y, como tal, Sarah jamás le dejará tener una niñez feliz, síntoma de debilidad cómoda.

John Connor es otro niño más sacrificado para la causa humana, un guerrillero formado desde la más tierna infancia que cultivó un odio hacia la autoridad establecida. Pero también, como buen líder futuro, es un personaje empático con el enemigo. Su relación con el T-800 es de padre a hijo, de hermano a hermano, de compañeros de lucha: Connor es producto también de las máquinas que deberá aniquilar.

Y en todo esto se mezcla la concepción extraña de un niño único formado por un padre ausente que él mismo mandó para procrearse, de una madre eternamente combativa sin límites morales, de un compañero robótico que él mismo, también, se adjudica desde el futuro como remplazo paternal de sí mismo. Connor es el salvador de la humanidad desde siempre, sin saberlo. Connor es un niño único, hijo de sí mismo y de las circunstancias en un loop eterno; es el mesías que, para sobrevivir y salvar al mundo, deberá mantener algo de su ternura compasiva y sufrir como nadie el dolor infantil de nunca poder ser niño.

2. Rebecca “Newt” Jorden (Aliens)

La increíble continuación de James Cameron al enorme clásico fundador del horror en ciencia ficción sigue siendo un hito en las películas de acción de género. De forma completamente distinta que Alien, esta cinta es grandilocuente y llena de enfrentamientos, monstruos y los alargados finales épicos que tanto gustan a Cameron. Pero, en medio de todo esto, está una nueva concepción de Ripley que ya se entendía desde la primera película con la protección maternal que muestra hacia Jones, el gato.

Newt es la única sobreviviente, trauma mediante de una vida acosada en ductos en un planeta desolado, de una colonia rodeada por xenomorfos brutales. En ese sentido es como Jones y como Ripley: son sobrevivientes que enfrentan su propia debilidad con coraje y un implacable instinto de preservación. Si los aliens en este universo son los más perfectos depredadores naturales (podríamos decir que el Predator es más un cazador por cultura) Newt representa con Ripley la presa menos fácil, las cucarachas en un desastre nuclear, los mamíferos de la era del hielo.

La batalla final entre la reina y Ripley es un enfrentamiento encarnizado entre dos especies enfrentadas que protegen a sus crías: las proporciones épicas de la pelea nacen ahí, del instinto maternal por la salvación de cada especie. Newt es la esperanza de que nosotros humanos, como presas fáciles que somos, todavía tengamos un futuro en la supervivencia ingeniosa de una débil niña que se impone a probabilidades incalculablemente hostiles.

1. Elliott (E.T. the Extraterrestrial)

Tenía que pasar: Spielberg corona nuestra lista de personajes infantiles memorables en el cine de ciencia ficción. La importancia de E.T. va mucho más allá del éxito taquillero o de una nostalgia ochentera que marcó innumerables infancias. Esta película es, sobre todo, una declaración muy personal sobre la soledad de la niñez, el compañerismo y la importancia de la cultura popular en nuestro aprendizaje del mundo.

Elliott es un niño solitario en medio de una familia cariñosa: no se entiende con su hermano demasiado grande y burlón ni con su entrañable hermanita, demasiado entrometida e infantil. En el momento incómodo del comienzo de la adolescencia, Elliott encuentra un compañero extraordinario en el carismático extraterrestre del granero. Con él vence inseguridades escolares apelando a una rebeldía temprana que pasa por empatía telequinética en una borrachera a distancia, en la liberación de las ranas para disección y en un beso apasionado a la niña desprevenida que le atrae de forma confusa. Y todo esto pasa por el descubrimiento de E.T. de las películas en televisión, de la facilidad de los refrigeradores y de la lectura de cómics (es con Buck Rogers que ingenia finalmente el aparato para comunicarse a casa).

El aprendizaje empático de E.T., en este planeta, junto a Elliott, pasa por la experiencia del miedo a los hombres codiciosos del gobierno que no entienden la natural simpatía y en el conocimiento maravilloso que da la imaginación cultivada en datos de cultura popular. Mientras ellos piensan en ciencia, los niños hacen verdadero contacto con seres de otro mundo compartiendo dulces e intereses comunes y cotidianos.

Spielberg nos habla mucho de sí mismo con esto (el mito dice incluso que esta película nació de un amigo imaginario que se creó el joven Steven tras el divorcio de sus padres). Y lo que nos dice el afamado director es que no se debe despreciar el valor formativo, desde la niñez, de todas estas catapultas imaginativas que tanto nos gustan en ciencia ficción, cómics y fantasía; que la empatía nace de la curiosidad inocente y que los eventos extraordinarios de lo irreal pueden transformar al mundo en un lugar aceptable en donde todavía pueden convivir arcoíris y geranios.

Tal vez no compartimos exactamente su optimismo, pero nadie puede dudar del entrañable cariño que crea esta declaración de amor a la imaginación, como un dedo brillante en el centro de nuestra frente, y que nos regresa a las épocas más felices de libertad creativa en la vieja infancia perdida. E.T. aprende de la cultura popular la empatía que transmite hacia Elliott; de regreso, Elliott encarnando a Spielberg después, regresa este cariño a la masa extraña de espectadores que admiramos con cariño infantil sus entrañables películas de género.

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