Su trabajo inspiró la película Awakenings, protagonizada por Robin Williams y Robert De Niro.
El neurólogo británico Oliver Sacks falleció este domingo en su casa de Nueva York a la edad de 82 años, debido a problemas de salud relacionados con el cáncer. Apenas en febrero de este año, el científico anunció en el New York Times que había sido diagnosticado con cáncer terminal, luego de que un melanoma en el ojo que se extendiera a su hígado.
Sacks estudió Medicina en Inglaterra, para después mudarse a Canadá y finalmente llegar a Nueva York, donde desde 1965 comenzó a practicar neurología. Al siguiente año Sacks ingresó al hospital Beth Abraham, donde atendió a un grupo de pacientes que habían sufrido de encefalitis letárgica, una enfermedad que los había dejado en un estado catatónico durante décadas. Sorprendentemente, los pacientes de Sacks experimentaron breves “despertares”, producto de un tratamiento experimental con una droga conocida como L-Dopa.
Su experiencia en el hospital Beth Abraham fue documentada en un libro publicado en 1973 titulado Awakenings (Despertares), que se convertiría en un best seller y en la publicación más famosa de Sacks. En 1990 el libro fue adaptado al cine en una película del mismo nombre, protagonizada por Robin Williams y Robert De Niro, la cual fue nominada a tres premios Oscar.
El científico también fue el autor de otras publicaciones como The Island of the Colorblind (La isla de los ciegos al color) The Man Who Mistook His Wife for a Hat (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero), y Hallucinations (Alucinaciones). En ellas Sacks habla de varias enfermedades y distintas afecciones neuronales, abordando casos no sólo desde el lado científico, sino también desde el humano.
Oliver Sacks también trabajó como profesor de neurología en el Colegio de Medicina Albert Einstein, la Universidad de Nueva York, y la Universidad de Columbia. En 2008 fue nombrado Comendador de la Orden del Imperio Británico, como parte de los festejos del cumpleaños de la reina Elizabeth II.
Esto escribía el científico en el New York Times hace unos meses, después de conocer el diagnóstico de cáncer terminal:
“Me siento agradecido de haber tenido nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico original, pero ahora estoy cara a cara con la muerte. (…) Depende de mí ahora elegir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivir de la manera más rica, profunda, y productiva que pueda”.