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Reseña: Guardians of the Galaxy

| 7 de agosto de 2014
Nunca me he opuesto a la libertad de la adaptación, especialmente cuando se trata del lógicamente disparatado mundo de los cómics. Ya lo había dicho por ahí hablando de la última adaptación de los X-Men a la pantallota: el comic y el cine son medios distintos, con alcances distintos y audiencias que se entrecruzan sin mezclarse del todo. En todo esto, nada quita que la adaptación pueda jugar libremente con las herramientas que tiene.

Hasta ahí voy de acuerdo con la libertad de traslado del recuadro pintado al celuloide. Eso no quiere decir que esté contento y radiante con cualquier falta de respeto que se le ocurra al último de los refundidos y frotamanos productores Hollywoodenses. Hay límites para todo y el respeto no lo pido por esas viñetas que quedarán, finalmente, impresas hasta el fin de la historia, sino por todos aquellos lectores que se invierten emocionalmente en las historias y que pueden reclamar como ofensa una interpretación torpe o tendenciosa de un personaje querido.

¿Y a dónde va todo esto? Por como empiezo la reseña parece que me voy a seguir en un discurso condenatorio, pequeño ardido y ofendido en contra de la nueva entrega del vasto universo Marvel. Pero no es así. En realidad disfruté Guardians of the Galaxy casi tanto como la sufrí. Todo en una cuestión de los problemas de equilibrio entre el encariñamiento –bastante reciente, debo admitir– con los entrañables personajes de esta línea narrativa cósmica en cómic, la emoción de verlos en pantalla y ciertos resultados bastante desiguales en la película. De nuevo, que no se me malentienda aquí, la experiencia en cine fue, en general, tremendamente divertida. Pero me quedo con varias espinas clavadas que tengo que desahogar, si se me permite, con todo y mi aprecio por la libertad de todos los medios y las locuras de cada quién.

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El guión de esta película pasó por varias manos hasta llegar a James Gunn y tardó una buena parte de cuatro años para materializarse en lo que ahora vemos en pantalla. En todo este ir y venir de la escritura intervienen una cantidad algo compleja de problemas creativos entre la escritora de los dos primeros borradores (Nicole Perlman), el director que coescribe, el sindicato de guionistas americanos y toda la maquinaria demente que implica a las monstruosas corporaciones detrás de todo nuevo producto Marvel. En todo este impresionante relajo se comprende también el problema de adaptar una línea narrativa que es particularmente difícil de plasmar en pantalla y que maneja conceptos cósmicos que pueden llegar a ser demasiado abstractos para el público dominguero poco acostumbrado a las locuras ciencificcioneras habituales en los cómics: múltiples universos, anti-universos, zonas negativas, peleas astrales entre fuerzas de vida y de muerte, galaxias agrupadas en forma de algún humanoide milenario, etc.

Lo que quiero decir con esto es que entiendo las concesiones que se tomaron para simplificar una historia que, si contamos la aparición de los primeros guardianes de la galaxia –es decir los futuros guardianes, esos del siglo 31– se viene gestando desde 1969 y que ha involucrado a buena parte del universo Marvel. Es decir que todo el embrollo cósmico, como parece evidente decirlo, rodea los problemas de la tierra y, claro, involucra, de cerca o de lejos, a todos los superhéroes que en ella libran batallas. Siendo más formales, estos personajes se juntan en una línea narrativa –muchos son anteriores, algunos nacen aquí– de la mezcolanza cósmica Annihilation del 2006. Todo la línea narrativa que engloba Annihilation, Annihilation: Conquest y, finalmente, Guardians of the Galaxy del 2008, es bastante amplia, llena de retruécanos y personajes que vienen y van, como es común en estos ricos relatos. Y en esto sigo apilando las razones que puedo para explicar la simplificación de una trama mucho más rica junto con algunas concesiones abusivas en el papel de Ronan, los orígenes de Drax y Gamorra, las dudosamente maniqueas relaciones entre los Krees y Xandar…

Pero ni siquiera es este mi problema con la cinta. Supongo que me parece hasta adecuado que hayan inventado un nuevo comienzo para la agrupación de los guardianes evitando explicar una infinidad de alianzas, peleas y orígenes. Supongo que, para lograr la ligereza que busca Guardians of the Galaxy mientras se balancean cuestiones cósmicas de tinte más solemne, la trama tiene que simplificarse al máximo. Supongo que es complejo encontrar la profundidad emocional de los personajes que se presentan mientras se quiere también introducir, para un futuro, a Thanos sin quemarlo aún, a las gemas del infinito en vivo y directo y a uno de los ancianos del universo en un rol más central con la forma de un alocado Benicio Del Toro. Supongo que es difícil crear este contexto cósmico para que tenga sentido con las otras nueve entregas de un universo cinematográfico Marvel más centrado en la tierra sin perder por completo a la audiencia que disfrutará, tal vez, futuras conexiones y futuros encuentros (digo, ya se cocinó Ultron y pronto veremos, si no mienten las fuentes, a Dr. Strange).

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A los más puristas también les molestarán estos detalles que aquí, en pro de la diversión y de la adaptación, yo disculpo. Porque la verdad el resultado no es malo. Gunn lo dijo él mismo: quiso utilizar la historia de los Guardianes de la Galaxia según un esquema cinematográfico ya viejo pensado, en particular en The Dirty Dozen. Ésta memorable película sesentera muestra a un grupo de convictos militares que se aventuran en una misión suicida en la Segunda Guerra Mundial a cambio de un indulto lejano pero posible. Es un grupo disparejo y demente que logró anclarse en el imaginario colectivo por su carisma y, claro, la ayudadita de un elenco espectacular.

La historia de Guardians of the Galaxy se desarrolla más o menos de la misma manera: un grupo azaroso y alocado de mercenarios, asesinos y bandoleros se une alrededor de un carismático humano con serios achaques de nostalgia terrestre y vividora alegría para salvar a la galaxia de un fanático Kree que pretende entregar un orbe de singular poder a Thanos a cambio de erradicar al planeta que para él significa la impureza del universo. Y en todo momento similitudes y guiños con la película sesentra: la cárcel, la insistencia sobre el origen poco honroso de los héroes, la idea de la redención de los malechores por una hazaña heroica que se enfrenta al mal para salvar al mundo, el indulto final por la policía universal –¿algo suena gringo?–, la locura espontánea de Drax que casi los condena.

En este sentido, utilizando viejos esquemas –que en su tiempo fueron tremendamente exitosos: The Dirty Dozen fue una de las películas más taquilleras de la década– la cinta de Gunn logra una agilidad envidiable a pesar de tratar un universo narrativo complejo. El resultado es divertido, ligero, atractivo y sorprendentemente digerible. La presencia de Pratt como Quill y de Rocket Racoon con Groot es de lo mejor que se pudo esperar en carisma, dinámica y química entre actores de doblaje y un bien representado Star-Lord. Esto, a pesar de las libertades tomadas, puede considerarse un logro completo en el que se ve la mano cariñosa de un director que muestra su preferencia por ciertos personajes.

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Ahora bien, es ese encariñamiento por algunos héroes lo que hace tropezar a Gunn con otras preferencias, con otros gustos y con otros respetos que, al menos en lo personal, me molestan un poco. Y con esto llegamos a la piedra en la chancla. Tanto Drax como Gamorra y, si se quiere, Nebula y Ronan, son personajes con un gran bagaje y que me parece que fueron tratados aquí con poco tacto. La pelea fundamental de Drax con Thanos, se resuelve en una línea, a lo rápido, después de transferido todo el odio que en la película depositan contra Ronan. Aunque esto no es lo que me parece más irrespetuoso en el manejo del personaje, sino la cosa que, tal vez, en su afán por divertir y consentir a otros personajes, se le olvidó por completo a Gunn: Drax puede ser obtuso, brutal y completamente suicida, pero no es y nunca fue un golpeador idiota. Aquí, aunque tenga momentos simpáticos, se la volaron con Bautista.

¿Y qué me dicen de Gamorra? De nuevo, no es la trasquilada del origen lo que más me molesta sino la recreación del personaje. Esta despiadada asesina tiene algo que me parece esencial en su conformación como figura en viñetas: es fatalmente atractiva, sensual, desinhibida y anda de aquí para allá cachondeando seriamente con todo mundo. Esta sensualidad libre la empodera en toda su independencia y la vuelve tanto más temible para aliados y enemigos. Aquí yo no sé qué pasó pero Zoe Saldana parece más una monja reformada, recreada con torpeza en maquillaje, inhibida y toda ella de prudencia. En ningún momento se siente un gramo de la atracción letal que tanto la caracterizó en viñeta. Y no es que le falten atributos a la actriz: en su rol de Pocahontas para Avatar uno se enamora desde el primer vistazo azul.

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Pero, con todo esto, lo que tal vez me molestó más de Guardians of the Galaxy fue el uso completamente innecesario del personaje de Yondu. ¿Por qué traer gratuitamente a un personaje que corresponde a otra línea narrativa, a los guardianes de otro tiempo, despojarlo de toda su historia y convertirlo en un redneck recreado para el asunto cósmico y que no puede olvidarse de The Walking Dead? Entiendo que la flecha de yaka sensible al sonido es una de las armas más atractivas de este grupo de superhéroes futuros, pero Yondu era un personaje entrañable, místico, apegado a las fuerzas empáticas vitales, honorable por encima de todo, una especie de chamán guerrero que creaba una contraparte increíble a la brusquedad terrícola de Vance Astro. Aquí se le despoja de toda dimensión previa y se inutiliza el personaje para un futuro: no nada más es molesta la interpretación que de él hace Gunn sino la idea de que, ya quemado como mercenario, no va a poder aparecer en su forma original en cintas por venir.

Ahí mis molestias y mi comentario sobre una película que, repito, me divirtió mucho y, por momentos, me agradó completamente en la empatía de ciertos, contados, personajes. Lo que me queda es que hay esperanza para que todo esto se convierta también en franquicia y continúe la historia cósmica en paralelo a la historia terrestre. Tal vez en las siguientes películas se fincará base en Knowhere y podamos finalmente oír hablar al perro soviético, el tremendo Cosmo, que sólo fue paneado; tal vez la amenaza de Thanos se extienda a un crossover épico continuando la saga de las gemas; tal vez algunos errores se reparen y algunos aciertos continúen. Tal vez. Mientras tanto, quien quiera verla con despreocupación y sencillo entusiasmo se divertirá mucho y cada quién podrá fijarse en los detalles que castigan y emocionan al fanático en su muy personal lectura. Ahí se las dejo, libre en cariños y enojos, para que la reciban en todo su esplendor visual, sus flaquezas y, tal vez lo que es más importante, su muy sincero intento por divertir, parejo y fuera de fanatismos, a cada uno.

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Título: Guardians of the Galaxy

Duración: 121 min.

Fecha de estreno: 31 de julio de 2014

Director: James Gunn

País: Estados Unidos

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